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AGRADECIMIENTOS

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En abril de 2006 se reunieron en la sede del Banco Central Europeo (BCE), en Frankfurt, setenta y cinco representantes de los bancos centrales, supervisores bancarios y ministerios de Finanzas de la Unión Europea (UE). Fue una de las congregaciones de burócratas más entretenidas que recuerdo. Porque el propósito era jugar. Teníamos que jugar a gestionar una crisis financiera. Había distintos grupos y países de diferentes colores. El origen del problema era la quiebra de una empresa del sector del automóvil, que luego arrastraba a bancos de diversos países. Cuando terminamos comentamos entre nosotros cómo había terminado la simulación en cada grupo y volvimos a casa tan tranquilos.

Aquel ejercicio culminaba al menos seis años de discusiones, informes, firmas de acuerdos de cooperación y otros esfuerzos para mejorar la prevención y gestión de las crisis financieras en el seno de la UE. Sin embargo, no parecía que a ninguno de los participantes en este juego de guerra se le pasara por la cabeza que en aquel mismo instante se estaba fraguando la crisis financiera más grave desde la Gran Depresión.

Estábamos mirando hacia el lugar adecuado, pero no veíamos. Este libro surge de la perplejidad ante esa incapacidad para comprender la realidad a través de la mirada de la economía establecida.

Por mi trabajo en el Ministerio de Economía español me he empapado durante años de las doctrinas dominantes: he tenido que digerir el desayuno leyendo diarios color salmón; he resumido, diseccionado y hasta casi recitado los informes del BCE, el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la Comisión Europea con toda su panoplia de rígidas prescripciones; he tratado con banqueros, de los privados y de los centrales, ambos igualmente apegados a la ortodoxia económica, e incluso he intentado persuadirles para que compraran deuda pública cuando todas las calamidades se cernían ya sobre la economía española.

Tuve la oportunidad también de vivir en primera línea el desmoronamiento, no del sistema, sino de la idea que nos habíamos hecho de él. Y pensé entonces que la búsqueda de una idea alternativa más ajustada a la realidad se hacía más acuciante.

Desde que el profesor Rubio de Urquía nos descubrió, en el último año de carrera, que más allá del «equilibrio general» y de lo que aprendíamos en el resto de las clases, había un universo de pensamiento económico distinto, he tratado de adentrarme en otros pagos teóricos para entender mejor la realidad y buscar fundamentos más sólidos para la política económica y financiera. Una parte fundamental del libro bebe de los escritos de estos otros economistas, tanto de los viejos habitantes extramuros de la corriente central como de una nueva generación de investigadores, muchos de los cuales trabajan en universidades europeas.

He tenido la suerte de contar con varias personas que han contribuido a este proyecto en distintas facetas, a las que les estoy inmensamente agradecido.

Este libro no habría visto la luz sin el apoyo de Guillermo de la Dehesa. Guillermo es, entre otras muchas cosas, un gran divulgador de la economía en español y un activista en la labor de transmisión de los progresos en la investigación académica al ámbito de la política económica, con particular denuedo en el caso del euro y sus todavía frustradas promesas de prosperidad.

Quiero dar las gracias también a las siguientes personas que han tenido la paciencia de leer el manuscrito y de sugerirme cambios, correcciones y mejoras: Guillermo Corral, Javier Díaz Malledo, Ángel Estrada, José María García Alonso (por esto y por tantas otras cosas), Pedro Hinojo, Luis Martí, Isaac Martín, Álvaro Ortega, Álvaro Sanmartín, Carlos Tórtola y Ángel Ubide (que, con razón, siempre me pedía una alternativa). Los errores e inexactitudes que el libro pueda contener son, por supuesto, exclusiva responsabilidad del autor. Agradezco también a la «Tertulia del Tonic» que me acogiera cuando llegué a Washington D.C. y se convirtiera en un estímulo intelectual además de en un grupo de buenos amigos.

Mucho de lo que se puede leer en las páginas que siguen tiene su origen en la interacción con mis compañeros de trabajo, profesionales excelentes (economistas y no economistas) tanto en la Dirección General del Tesoro y Política Financiera, como en la extinta Dirección General de Financiación Internacional y, finalmente, en la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Washington D.C. En los años previos a la crisis y durante los tiempos duros de 2008-2011 tuve la suerte también de tener como jefes a tres personas extraordinarias, de las que aprendí mucho y que me demostraron siempre su confianza: Soledad Núñez, David Vegara y José Manuel Campa.

Ana fue la primera lectora del manuscrito. No solo no me disuadió de mi propósito de escribir este libro, recién llegados con tres niñas pequeñas a una ciudad y a un país extraños; me animó, como viene haciendo desde hace años con cualquier proyecto que me ilusione, aunque sepa que a ella le va a robar tiempo y atención. Para ella, las gracias siempre se me quedan cortas. A Manuela, Valeria y Claudia les pido que no se resignen nunca con el mundo que les toque y les recuerdo que las ideas son la clave para cambiarlo.

Por un cambio en la economía

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