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Conclusión

En conclusión, hoy en día podemos estudiar Tarteso desde un punto de vista geográfico, filológico o arqueológico, ambivalencia que, en ocasiones, ha llevado a la construcción de una imagen difusa de esta cultura. Así, desde el punto de vista geográfico, Tarteso se ha considerado una región rica en metales conocida a través de las fuentes griegas; mientras que desde el punto de vista filológico nos resulta desconocido el origen del término, aunque es posible que ya sus habitantes se autodenominaran con un vocablo semejante con anterioridad a la llegada de la colonización.

Sin embargo, es desde el punto de vista arqueológico desde el que podemos abordar mejor su definición. Se podría considerar Tarteso como el resultado de la hibridación entre la población indígena y las gentes llegadas del Mediterráneo insertas en el marco de la colonización, donde destaca el sustrato fenicio. Aunque parezca una formación cultural cerrada, la dificultad que entraña conocer qué es realmente Tarteso deriva de la variedad cultural indígena. El sustrato cultural de las sociedades locales del Bronce Final difiere en cada una de las regiones geográficas que conforman el sudoeste peninsular, territorio donde se produce el desarrollo de Tarteso; y de ahí derivan precisamente las marcadas diferencias que existen entre los principales valles fluviales por donde se asienta su cultura –el Guadalquivir, el Guadiana y el Tajo–, por lo que debemos abordar su estudio atendiendo a la personalidad de cada región.

A la dificultad para comprender Tarteso se suman las diferentes definiciones que ha recibido a lo largo de décadas de investigación. Si en origen Tarteso fue imaginada sólo como una ciudad, a partir de mediados del siglo XX se consideraba como una cultura indígena dominante en el sudoeste peninsular cuando llegaron los colonizadores fenicios, cultura a la que se la dotó de un repertorio material que pudiera representarla, cerámicas, metales y yacimientos que, durante décadas hemos malinterpretado culturalmente. Los últimos avances en la arqueología de campo, ya sea la relectura del yacimiento de El Carambolo, punto de partida de aquel Tarteso indígena, o, especialmente, los nuevos estudios del territorio, han permitido avanzar sensiblemente en el conocimiento sobre la formación y desarrollo de esta cultura que, obviamente, ya no podemos comprender sin atender tanto a los factores indígenas como a los que enraizaron en el sur peninsular como consecuencia de las colonizaciones mediterráneas.

La protohistoria en la península Ibérica

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