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Una Europa única
ОглавлениеHay un espacio privilegiado en el que crece y vive la patria del lenguaje de Semprún. Se trata del territorio diverso y multilingüe que se encierra en Europa, al que Semprún ha contribuido a dotar de unidad y sentido libro a libro. Europa es hoy, después de siglos en los que alcanzó por un lado grandes niveles de civilidad y por otro desencadenó conflictos graves y devastadores con repercusión mundial, el continente que ha entrado, no sin dificultades, en la senda de la unidad política y de la cooperación pacífica entre sus pueblos. Semprún advirtió en ello una vía de esperanza y dedicó a ella sus esfuerzos en el último periodo de su vida.
Con el abandono del comunismo y con la consiguiente «liquidación definitiva de los residuos del leninismo en mi propio pensamiento» (PE: 26), Semprún pudo Pensar en Europa –título de otro de sus libros (2006)– libremente, hasta el punto de hacerse un militante de la causa de la unidad europea y de su constitución como entidad política única.
La idea de una Europa unida le viene a Semprún desde sus tiempos de Buchenwald. «D’une certaine façon, qui peut sembler paradoxale à première vue, c’est dans les camps nazis que s’est forgée la première ébauche d’un esprit européen» (HE: 96). En ese campo de concentración, Semprún tuvo la primera experiencia de una Europa única, plural y diversa, integrada por gentes de todas las nacionalidades de Europa, menos de la británica. La convivencia con las diferentes culturas y lenguas europeas fue también una escuela para el cosmopolita por formación que ya era Semprún. No solo se encontró allí con sus orígenes españoles aletargados, sino que inmerso en la multitud de pueblos diversos tuvo la primera experiencia viva de una cierta unidad europea. Le informaron de la conferencia que el filósofo Edmund Husserl dictó en Viena y en Praga en el año 1935: «La filosofía en la crisis de la humanidad europea». El padre de la fenomenología contemporánea plantea por primera vez varios temas que Semprún irá haciendo suyos a lo largo de los años: la idea de Europa como figura espiritual (una unidad espiritual europea), nacida del espíritu de la filosofía; también la necesidad de una supranacionalidad europea capaz de resistir a la barbarie totalitaria que la amenaza por esos años 30 mediante el heroísmo de la razón, lo que Semprún llamará la razón crítica y democrática.
Semprún recuerda nítidamente la emoción desbordada que se apoderó de todos los prisioneros de Buchenwald un domingo por la tarde cuando los altavoces del campo difundieron la chanson Melimontant, entonada a pleno pulmón y sin acompañamiento por el prisionero francés de nombre Widerman:
Une sorte de frémissement à peine perceptible, de halètement, de sourd sanglot de bonheur, a parcouru la foule des déportés. La plupart ne comprenaient pas la langue, certes : le sens exact des paroles leur échappait probablement. Mais c’était une chanson française, au rythme vif, entraînant, ça suffisait. Ainsi, soudain, pour ces milliers d’Européens de toute origine – des Russes, des Polonais, des Tchèques, des Hongrois, des Espagnols, des Néerlandais, tous les Européens étaient là, en somme, il ne manquait que les Anglais, bien sûr, pour cause de liberté insulaire –, pour ces milliers de déportés, dans leur immense majorité combattants des maquis et des mouvements de résistance, la chanson de Trenet a soudain symbolisé la liberté : son passé de joies et de combats, son proche avenir victorieux. (94–95)
Semprún experimentó aquí por primera vez la realidad compleja de Europa formada por tan diferentes pueblos, culturas, lenguas y tradiciones, una Europa entonces sin divisiones ni fracturas.
En esta idea ha venido insistiendo en el último periodo de su vida. Reconociendo esa diversidad europea, una de las bases de la riqueza de Europa, Semprún se opuso con fuerza a la persistencia de las visiones nacionales estrechas, a las visiones chovinistas de políticos y pueblos que pretendían resolver sus conflictos internos a costa de los intereses europeos, a costa de la profundización en la unidad europea, como fue el caso de Francia y Holanda, denunciado en el citado libro L’homme européen (2005).
Conviene recordarlo e insistir en ello, la Europa unida de Semprún se fundamenta en la razón democrática y carece de fronteras interiores nacionales: «La única frontera que establece la Unión Europea es la de la democracia y los Derechos Humanos», repite Semprún, haciéndose eco de la Declaración de Laeken de diciembre de 2001.