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El abandono del yo
ОглавлениеEl desplazamiento de la voz de Semprún –ya Sánchez– al centro de autoridad del relato, marca también la liquidación de los rastros de escritura autorreferencial presentes en el anterior periodo. Sin necesidad de más llamadas de atención sobre sí mismo, el yo tiende a desaparecer, dando lugar a un nuevo tipo de discurso que ya no apela al poder sino que emana de él.
Sánchez no habla de sí mismo, ni siquiera cuando expone acontecimientos en los que participó directamente. Esto ocurre incluso cuando las reglas genéricas del texto –como en el discurso institucional (Sánchez 1955: 1960b)– exigen una rendición de cuentas al poder. No obstante, si bien las dos intervenciones de Sánchez exponen un trabajo propio –los primeros contactos con la intelectualidad en España en el primero y su experiencia directa de los problemas estratégicos de la clandestinidad en el segundo– el autor opta por la narración impersonal. Algo similar ocurre con la crónica política.
La ausencia del autor del texto y su conexión lógica con los acontecimientos no tiene que ver ni con una intencionalidad ambigua, ni con las precauciones de la clandestinidad. Se trata simplemente del recurso de indeterminación de la autoridad emisora, conducente a persuadir al lector de la objetividad del discurso, algo que contrasta con la subjetividad de la época anterior. Hablamos, a partir de ahora, no tanto de la palabra de un individuo, como de la palabra del partido. Dicho de otro modo, a diferencia de la primera etapa, Federico Sánchez escribe ya como un portavoz legítimo.
En este contexto, los raros ejemplos del yo aparecen reservados no ya a la subjetividad, sino precisamente a reforzar la figura funcional de la portavocía oficial colectiva, que Sánchez asume ya en 1955:
Creo ser profundamente fiel a los sentimientos de centenares de intelectuales comunistas de Madrid, y de otras regiones de España […] al presentar al V Congreso de nuestro glorioso Partido Comunista, a la Dirección de nuestro Partido, y a la camarada Dolores, la expresión de su amor al Partido, de su decisión de mejorar y de elevar incansablemente su trabajo en el sector de la lucha que les ha correspondido ocupar. (Sánchez 1955: 12)