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Veinte reflexiones sobre la tarea del gestor teatral6

1.En programación y gestión de cualquier tipo de actividad cultural no existen fórmulas infalibles para tener el éxito asegurado.

2.Los conceptos vulgarmente utilizados de éxito y fracaso son siempre muy relativos, ya que en gestión es más importante el medio y largo plazo que exclusivamente el resultado inmediato.

3.La continuidad y estabilidad en las propuestas es una pieza clave en la consolidación de un proyecto.

4.Suele ser de una gran sensatez desconfiar de las modas. La arruga puede ser bella una temporada y a la siguiente quedar obsoleta. Como alternativa a lo efímero, creo más en las apuestas por los procesos creativos en el tiempo.

5.La cultura es un BIEN PÚBLICO que debe atender a todos los segmentos ciudadanos sin exclusión de ningún tipo de alternativa estética.

6.Es fundamental respetar al otro. La alteridad es la democracia básica en un programa político de gestión cultural.

7.Un auténtico gestor cultural de la empresa pública no puede hacer de su gusto personal el único baremo a la hora de concretar una programación.

8.Apostar por las alternativas arriesgadas que estén realizadas con el rigor estético y productivo es un signo de compromiso con el futuro.

9.Es necesario precisar la dialéctica entre el producto creativo y la forma de su promoción. En el territorio de la nueva creación se suele tener una carencia de “marketing” previa, o al menos asegurada por el prestigio al uso, por lo que debe abordarse en sus formas de apoyo con estrategias específicas.

10.Los nuevos lenguajes que transitan las artes escénicas de búsqueda o investigación por lo general no funcionan de una manera masiva en su relación con el mercado. Por tanto, debemos pensar que el baremo a utilizar para su auténtica valoración no puede ser únicamente la taquilla.

11.Unido al punto anterior, creo que sería muy necesario encontrar el equilibrio entre el gasto económico (tanto en la preproducción como en la exhibición) y la rentabilidad social de la propuesta artística.

12.Los programadores de las salas y teatros no deberían ser ni mandarines ni “ayatolás”, sino intermediarios sensibles entre creadores y espectadores, intentando alcanzar la armonía en la línea de actuación: creación, producción y exhibición.

13.El paternalismo y la soberbia acechan continuamente la labor cotidiana de los gestores culturales.

14.La tenacidad y la convicción en un programa cultural son armas básicas para alcanzar los objetivos fijados en el corto, mediano y largo plazo. De ese modo, y siempre que se disponga de un discurso coherente, se podrán perder batallas, pero quizás, al final, se gane alguna guerra.

15.Los límites de la intromisión de los políticos en el terreno de la gestión deben quedar siempre absolutamente salvaguardados en el trabajo de los gestores, pues sin absoluta libertad es imposible desarrollar en profundidad un proyecto cultural. Otra cuestión serán las responsabilidades técnicas y económicas, en las que los controles para evitar megalomanías deben ser aplicados con claro criterio social cuando se están manejando fondos públicos.

16.El sentido común es la piedra angular de muchas de las decisiones a tomar.

17.El ideal del perfil de un gestor cultural podría tener una analogía en el mundo de un personaje de Stevenson, ese Doctor Jekill que a veces se convierte en Mr. Hyde. Es decir, tener la sensibilidad de un artista y la responsabilidad de un buen administrador.

18.Para un gestor cultural, el aprendizaje y la búsqueda de nuevos conocimientos no terminan nunca. Desde la tradición a la vanguardia en las posibilidades que tiene la creación, se debe aplicar un nivel de conocimiento paralelo por parte del gestor, por lo que el arco de materias a ser transitadas llega a ser amplísimo: economía, sociología o antropología, pero también informática, aplicación de nuevas tecnologías o estrategias de promoción generan un oficio que poco tiene ya que ver con el antiguo empresario de pared o de compañía.

19.En esa misma línea, podemos intuir que la gestión cultural y, por lo tanto, de las artes escénicas en el siglo XXI, adquirirá aún mayores grados de complejidad, por lo que sería preciso educar y preparar a esos nuevos gestores del futuro desde la perspectiva clara y definida de lo multidisciplinar.

20.La actividad del gestor cultural no puede estar al margen de los procesos históricos del país en que se desarrolla su actividad. El actual divorcio que en esos momentos se produce entre teatro y sociedad no puede ser corregido solo con voluntarismo sino con estrategias precisas, ya que arrinconar la memoria histórica, cultural y social puede ser auténticamente suicida.

6 Publicado en Heras, G. (2003). Miradas a la escena de fin de siglo (Escritos dispersos II), Valencia: Ed. Universitat de Valencia, Colección Teatro del Siglo XXI. p, 240.

Pensar la gestión de las artes escénicas

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