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Producción, oficio, pensamiento: operación POP3

Afortunadamente ya no están de moda los manifiestos. Gran parte de los que conozco, e incluso de los que he participado, nunca se han cumplido en su totalidad o, al final, sus propuestas han quedado desdibujadas con el paso del tiempo. El teatro encierra esa esencialidad canalla en la que el paso del tiempo ejerce de vitriolo sobre las verdades absolutas que, a veces, queremos plantear como salvadoras de la esencia de lo que hacemos y en lo que creemos. Con todo esto, no quiero decir que esté en contra de los manifiestos; al contrario, hasta me parecen divertidos y terapéuticos, pero situados siempre en su eficacia relativa y mientras contengan unas ciertas dosis de sentido del humor y estén exentos de pedanterías.

Por ello, estas breves reflexiones que propongo deberían circular por esa añorada actividad de la tertulia de café, hoy sustituida por la confusa ceremonia de los tertulianos radiofónicos, que lo mismo especulan sobre las graves consecuencias de la economía mundial, los ajetreos de la política nacional o la conveniencia de llevar a Eurovisión un esperpento… por no hablar de cuando equivocan el oficio de un director de escena con el del escenógrafo, el nombre de una obra de teatro de Fernán Gómez o arremeten contra los cómicos por sus posibles ideas políticas.

Siento nostalgia de los tiempos en que había tiempo para poder hablar, reflexionar, debatir y pelearse en torno a un café o cualquier bebida espirituosa en los viejos cafés madrileños, hoy casi todos desaparecidos. No, no es que sea tan viejo para haber estado en Pombo, pero cuando veo las antiguas fotografías en las que aparecen Valle, Bergamín, Gómez de la Serna y tantos otros, siento una envidia que se une a mis recuerdos del Café Lyon, el Comercial, el Dorín o incluso el Gijón, cuando entre reuniones de Primer Acto, Pipirijaina o la preparación de cualquier asamblea del teatro independiente conspirábamos y soñábamos con un teatro diferente al de la caspa reinante. Sin duda, hoy se hace mejor teatro en España, pero desde el punto de vista técnico, formal y productivo; aunque no sé si tan arriesgado y comprometido como el de entonces.

Por ello, y debido a esta falta de plataformas de intercambio y debate cotidiano, ahora escribimos bastante sobre gestión e incluso acudimos a seminarios o encuentros en diferentes lugares autonómicos donde se producen sesudas sesiones sobre… la importancia vital del mercado. Últimamente, todo pasa por las teorías del mercado. Y aunque se admita que el teatro podría ser un bien público, eso no significa que no tenga que optimizar sus recursos sobre la base, fundamentalmente, de la rentabilidad del número de plazas que se ocupen, quedando muy por debajo de la valoración la calidad del proyecto, su proyección social, el riesgo asumido o la necesidad de establecer un auténtico teatro que recupere conceptos de vinculación con el imaginario múltiple de los ciudadanos, afortunadamente distintos, que configuran el complejo mapa de los territorios del Estado.

Pues bien, aprovechando estas páginas de los Cuadernos de Dramaturgia de la Muestra de Autores de Alicante, he ido proponiendo a lo largo de sus ediciones diversas opciones en las que todavía creo y confío en que alguna vez se vean realizadas. Desde centros de producción para la dramaturgia española viva hasta compañías de repertorio especializadas en nuestros textos contemporáneos. Por eso, un año más me atrevo a lanzar una idea, no exenta de ironía, dados los tiempos que corren, que he bautizado como “Operación POP”, estrategia más cercana a nuestros TBO’S de toda la vida que a cualquier novela de espías británicos avalada por la crítica internacional.

Los tres ejes que considero fundamentales a la hora de encarar en la actualidad un proyecto escénico, y más si este está relacionado con las dramaturgias actuales, serían:

1.Una línea clara en el concepto de producción: para qué, por qué y para quién.

2.Un fortalecimiento de los distintos oficios que configuran el entramado de las artes escénicas españolas.

3.Un discurso comprometido con el tipo de teatro que se quiere desarrollar.

Muchas de las propuestas que incluso saturan el mercado español parecen estar sostenidas por el simple hecho de la buena voluntad, las pequeñas subvenciones que se pueden recibir de las instituciones, la baja cualificación que se requiere en el oficio actoral en relación con la alta capacitación que se exige en el mundo musical, del canto o de la danza, la soberbia de algunos directores de escena, que aplastan el discurso de la propuesta a través de producciones absolutamente desequilibradas en su presupuesto económico, el no saber a qué publico en realidad nos dirigimos, el confundir continuamente el sentido de lo mayoritario y lo minoritario (¿por qué no hablar de lo específico?), la falta de redes y circuitos que realmente apuesten por un teatro de riesgo, la baja respuesta de los ciudadanos ante esas propuestas, la asepsia actual del discurso crítico en los medios de comunicación, más preocupados por los continentes que por los contenidos, o la necesaria reactivación de planes globales de apoyo al sector, son algunas de las consecuencias de la actual situación que condiciona la evolución de nuestro teatro de autor contemporáneo.

Para nada me parece que la situación sea peor que la de otros países. Lo que creo es que en España, a poco que se ajustaran ciertos mecanismos del sistema teatral, podríamos dar un salto de gigantes en la consolidación de una escena contemporánea. Tenemos espacios suficientes, ahí está la Red de Teatros y Auditorios Públicos, la Red de Salas Alternativas para demostrarlo. La enseñanza de las artes escénicas ha experimentado unos avances indudables en los últimos años. Tenemos asociaciones de autores, directores, actores, empresarios, distribuidores, ferias de teatro, festivales y teatros que crean un tejido profesional importante; tenemos opciones de embarcar en nuevas experiencias a gestores y gestoras culturales salidos de nuevas promociones, con una preparación de la que antes carecíamos; tenemos revistas especializadas que son valoradas entre las mejores del mundo; la universidad vuelve a hacer tibios intentos de generar proyectos autónomos; nuestro sistema político, casi federal, permite la consecución de ayudas desde diversas instituciones… aunque nuestra Ley de Patrocinio sea altamente mejorable. Todo ello debería permitirnos acometer esta OPERACIÓN POP con una sana alegría y un renovado ímpetu de confianza en el futuro.

Por eso, nada de llantos y quejas; más trabajo y más pensamiento. El oficio, desde su continua mejora y preparación, y el pensamiento desde el análisis y la proposición de medidas concretas alejadas de retóricas inanes.

Estas tres líneas delimitadas por la producción, el oficio y el pensamiento nunca deben estar aisladas. En realidad forman un tejido, que es lo que hace avanzar conceptos como, por ejemplo, TEATRO NACIONAL o, en este caso, DRAMATURGIA NACIONAL, aun asumiendo lo delicado de esta palabra en nuestro país. Pero, para mí, la dramaturgia nacional la forman los dramaturgos y dramaturgas de todo el Estado, escriban en la lengua en que escriban y elijan el lenguaje que elijan para hacer de su propuesta de escritura un hecho de autenticidad e identidad propia a todo teatro contemporáneo.

En la actualidad, muchos proyectos se guían única y exclusivamente por los instintos del mercado, lo cual proporciona producciones que pueden estar muy bien realizadas desde el punto de vista técnico, pero que carecen de cualquier discurso de autenticidad en el pensamiento teatral que plantean. Pero también, en el otro lado, existen muchas opciones que –bajo el manto de lo trascendente o la supuesta importancia de lo que dicen–, ocultan unas tremendas carencias de oficio y desarrollo estético. Tan vacío es un “teatro de púlpito” como “un teatro de lo banal”.

Comprometerse con la realidad es una bonita proclama, aunque siempre esté al borde de rondar la retórica. Crear, producir y distribuir teatro en España es y ha sido siempre complicado. Pero ahora que existe un tejido importante formado por la RED NACIONAL, a la que se unen las redes autonómicas y locales, la preparación de nuestros gestores a través de estudios vinculados a la universidad o al desarrollo de empresas públicas y privadas importantes y que tenemos una nómina importante de creadores en torno a grupos, compañías o individualidades destacadas, habría llegado el momento de que todo tuviera más dialéctica interna, que todo tuviera una coordinación más precisa y que la suma de todos los elementos produjera un efecto de auténtico frente cultural, capaz de dar respuestas a una escena del futuro.

3 Artículo publicado en Cuaderno de Dramaturgia Contemporánea, Nro. 13, Alicante: Ed. Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos, 2008.

Pensar la gestión de las artes escénicas

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