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Cuestiones de gestión1

Estas pequeñas reflexiones me fueron producidas por la lectura de un artículo en el diario El País en el que un periodista deportivo analizaba lo fundamental que era en un equipo de fútbol el equilibrio entre el grupo y que hubiera jugadores que ejercieran el papel de líderes, precisamente para reforzar el objetivo común de ganar una competición. Como se trataba de poner como ejemplo la figura de Raúl,2 jugador emblemático del Real Madrid, al principio lo tomé como una simple expresión de análisis futbolero, pero después me quedé pensando en que la función de un BUEN gestor/a cultural bien podía pasar por mantener las líneas de acción que mantenía el articulista. Y como debí leer el diario en cualquiera de los aviones que en los últimos años he debido coger para desplazarme de un lugar a otro, tuve que poner en práctica mi memoria lectora y hacer mi propia composición para trasladar a ese trabajo, aun hoy tan desconocido por parte de la sociedad, llamado gestión cultural. Siento, además, no poder dar el nombre del articulista que con sus observaciones sobre Raúl me permitió desarrollar esta pequeña guía de aproximación a un perfil laboral.

Creo que en la gestión cultural hay unos aspectos directamente relacionados con la personalidad que podrían ser relevantes a la hora de encarar esta profesión:

1) Liderazgo

Teniendo en cuenta mi absoluta convicción de que la tarea de gestión de un proyecto cultural necesita de un organigrama equilibrado y, por tanto, de un equipo sólido y eficaz, creo también en la necesidad de que una persona guíe, como si fuera una nave, las decisiones, la planificación y el desarrollo del proyecto. No creo que sea cuestión de imposición de las decisiones, sino de tener el talento suficiente para convencer sin tener que imponer. Esa dialéctica individuo/colectivo es fundamental a la hora de dar sostenibilidad a proyectos culturales pensados para tener recorridos de futuro.

2) Autocontrol

En la gestión cultural es muy normal enfrentarnos con niveles de comportamiento muy condicionados por “egos” excesivos o discursos muy pobres por parte de los financiadores de la cultura (políticos, empresarios, etc.). En ese constante dilema de la sacralización de lo “artístico” frente a lo “mediático” se mueve la tarea del gestor, por lo que el autocontrol en sus decisiones, negociaciones y discurso teórico es a veces muy necesario para no hacer naufragar el barco de su proyecto ideal.

3) Competitividad

Este término, muy marcado por una ideologización extrema, es necesario si queremos que nuestro proyecto pueda colocarse en un circuito, una red o un mercado, por minoritario que este sea. La competitividad pasa por la excelencia del proyecto creativo y por las herramientas que empleemos a la hora de darlo a conocer a los ciudadanos. Por todo ello, el estudio, el rigor en el análisis y el conocimiento del entorno en el que desarrollaremos nuestra propuesta son piezas clave para conseguir una competitividad sana y eficiente.

4) Motivación

Esta profesión debe estar guiada por algo que siempre se llamó vocación. En otro tiempo, puede que cuando alguien descubría que no valía para la práctica artística –o, en el caso de las artes escénicas, se producía un accidente–, se pasara de una manera mimética a ejercer funciones de gestión. En algunos casos los resultados han sido excelentes; en otros, casos decepcionantes. Hoy, es necesario algo más. Creer en este oficio, comprometerse con el mismo y sacrificarse en el continuo aprendizaje de sus múltiples herramientas.

5) Autoconfianza

Por supuesto, un gestor/a cultural debe creer profundamente en lo que quiere hacer para llevar adelante sus sueños y el de las demás personas que le acompañan en la aventura. Todo profesional de este medio debe ser capaz de generar un DISCURSO propio que, dialectizado con aprendizajes externos, produzca una alternativa de visibilidad y coherencia a las propuestas que dirija. Por otra parte, la autocrítica es un ejercicio que debe ser de uso continuo, ya que la valoración externa no debe ser la única para situar el nivel de objetivos que nos hemos planteado como meta.

6) Compromiso

Si parece que la práctica artística, el compromiso con su lenguaje, es algo innato a sus oficiantes, me parece que, en paralelo, la práctica productiva y de gestión debe tener esos mismos componentes. La ética en nuestra profesión debe ser algo más que una cuestión retórica; debe ser una seña de identidad profunda.

7) Autoconocimiento

Nada más inútil y fatuo que no calibrar las verdaderas herramientas que tenemos para encarar con éxito un proyecto cultural. Conocer de qué disponemos, tanto a nivel técnico como a nivel teórico, nos permitirá ser más coherentes con las estrategias que podremos emplear para resolver los problemas y dificultades de todo desarrollo de un sistema de gestión para una propuesta cultural.

8) Cooperación

Cooperar con otros grupos de nuestro entorno es una medida absolutamente necesaria para hacer crecer nuestros propios proyectos. Cierto que el sector cultural puede presentar mucha competitividad interna, pero la colaboración y la unidad de acción entre empresas, grupos y gestores suele ser decisiva para encontrar frentes comunes para resolver limitaciones surgidas desde marcos jurídicos indeterminados a formas de mejoramiento en planes de financiación y desarrollo de la cultura.

1 Este texto fue confeccionado como material teórico para los alumnos asistentes a los seminarios y talleres dictados por el autor en diferentes países.

2 Raúl González Blanco, jugador del Real Madrid entre los años 1994 y 2000.

Pensar la gestión de las artes escénicas

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