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RECOPILEMOS: UN EJEMPLO PERSONAL DE CÓMO TRABAJAR EL TRIÁNGULO DEL CAMBIO

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Cuando mi exmarido se volvió a casar tuve una depresión. La depresión no es una emoción fundamental. La depresión es una defensa porque bloquea la experiencia emocional básica.17 Me sentía abatida, no tenía energía. Quería esconderme en un agujero. Cuando tuve la depresión, también tenía ansiedad. Sentía la ansiedad en mi interior como una vibración, una terrible sensación persistente de inestabilidad. Así pues, ¿dónde estaba en el triángulo del cambio? En la esquina de la defensa y en la de la ansiedad.

Si se me hubiera ocurrido preguntarme a mí misma qué estaba causando esos sentimientos en mi vida, podría haberme dado cuenta de que el hecho de que mi exmarido se volviera a casar me aterraba (emoción fundamental: miedo) porque, hasta ese momento, siempre sentí que estaría apoyándome. Sabía racionalmente que nuestra relación como esposo y esposa había terminado, pero algo en el hecho de que se volviera a casar me hacía sentir absolutamente sola.

MI TRIÁNGULO CUANDO TUVE DEPRESIÓN A LOS 30


Desde los 15 años, siempre había tenido pareja —un novio o un marido—. Estar en una relación, retrospectivamente, era también mi defensa frente al terror a la soledad que estaba colándose en mi consciencia. Me sobrepasó el miedo, lo cual causó demasiado estrés para que mi mente y mi cuerpo pudieran lidiar con él. Por eso empecé a mostrar síntomas de depresión.

Puede parecer contrario a la lógica, pero el antídoto habría sido experimentar e implicarme con mi miedo, llevarlo a mi consciencia. Comprenderlo y explorarlo de manera segura y, más importante aún, compartirlo con alguien que lo entendiera y pudiera apoyarme y darme ideas para que las cosas parecieran un poco más —por no decir mucho— manejables.

Aunque mi depresión fue un momento bajo para mí —un momento en el que necesitaba mucho apoyo para superarlo—, el triángulo del cambio puede utilizarse también para superar momentos de aflicción menos dramáticos.

En una ocasión, estaba nerviosa por un artículo académico que tenía que escribir. Bloqueé los síntomas de esa ansiedad con dos defensas. Tenía pensamientos negativos, una defensa muy común. Me decía a mí misma cosas como «Quizás no soy capaz de escribir este artículo, después de todo». También me sentía forzada a jugar al solitario en mi teléfono, que es la defensa de la evitación con la tecnología. Pasé de la ansiedad a la defensa, inconsciente y automáticamente. Mis defensas me alejaban del malestar físico y emocional de mi ansiedad y me llevaban a un lugar en el que podía escapar de lo que realmente estaba sintiendo.

¿Dónde estaba en el triángulo del cambio? En la esquina de las defensas.

Cuando me di cuenta de que mis pensamientos negativos («No puedo hacerlo») eran realmente defensas, trabajé el triángulo del cambio para sentirme mejor. Empecé preguntándome: «¿Qué está sucediendo en mi cuerpo?». Observé síntomas físicos de ansiedad, ese aleteo familiar en mi pecho y en mi estómago. Me pregunté: «¿Qué emociones fundamentales están motivando mi ansiedad ahora mismo?». Me calmé y fui repasando las siete emociones fundamentales preguntándome: «¿Estoy triste? ¿Emocionada? ¿Enfadada? ¿Asustada? ¡Sí!». Me di cuenta de que tenía miedo. Enseguida, sólo con nombrar mi miedo, sentí cierto alivio.

El miedo es parecido a la ansiedad, pero podemos obtener información útil del miedo. La ansiedad es sólo inhibitoria; su único trabajo es bloquear emociones fundamentales. La ansiedad suele paralizar en lugar de informar. Pero ¿el miedo? En realidad, podemos lidiar con el miedo.

Imaginé que hablaba con la sensación física del miedo. «¿De qué tienes miedo?». Entonces escuché mi cuerpo. Fui paciente con mi miedo, dándole mucho tiempo para responder (por eso calmarse es clave en este proceso). Al final, mi miedo respondió: «Tengo miedo de sentirme avergonzada, miedo de decepcionar a mis lectores».

Aaah… Entonces estaba llegando a alguna parte. El miedo, como todas las emociones fundamentales, incluye impulsos adaptativos innatos. El miedo nos dice que escapemos, como si estuviéramos en peligro ante un león abalanzándose sobre nosotros. Muy adaptativo, ¿no te parece?

Para manejar estos impulsos, me pregunté: «¿Quiero actuar por miedo y escapar? ¿O quiero tolerar mi miedo, elegir el coraje e intentar escribir este artículo?». Me recordé a mí misma que, incluso si mis miedos se hacían realidad, seguramente sobreviviría. Aquí lo importante es que cuando me di cuenta de la emoción y de su causa, tuve la opción de elegir cómo resolver mi dilema.

Así pues, ¿cómo me sentía después de trabajar el triángulo del cambio? Mejor. Nombrar mi miedo redujo mi ansiedad. Psicológicamente, poner palabras a la experiencia calma el cerebro. Es neurociencia.18 Me sentía más calmada porque tenía más claridad sobre aquello que me inquietaba. Elegí el coraje por encima del miedo y escribí el artículo.

Nuestras emociones son una brújula para la vida. Cualquier persona puede vivir su vida en contacto con sus emociones fundamentales y reducir la ansiedad, la vergüenza, la culpa, la depresión, las adicciones, las obsesiones y otros síntomas. ¿Cómo? Llegando a conocer las emociones fundamentales que se encuentran debajo y aprendiendo a trabajar con ellas. El triángulo del cambio es nuestra guía.

DE LA DEFENSA A LA EMOCIÓN FUNDAMENTAL


Observé mis defensas. Salí de mi cabeza y conecté con mi cuerpo y noté que estaba angustiada. Busqué las emociones fundamentales que desencadenaban mi ansiedad y me di cuenta de que tenía miedo. Escuché el miedo centrándome en cómo me sentía en mi cuerpo (las sensaciones físicas). Sentir el miedo llevó el impulso a la conciencia: tuve un impulso de escapar (evitar). Mi último paso tras trabajar el triángulo del cambio fue pensar qué solución sería más beneficiosa (adaptativa para una vida saludable) para mí teniendo en cuenta mis deseos, necesidades, objetivos y valores a largo plazo.

No siempre es depresión

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