Читать книгу Miradas egipcias - Hélène Blocquaux - Страница 5
Yáser
ОглавлениеEn Jan-El Jalili, el suq5 más fascinante y popular del corazón histórico de la ciudad cairota, hasta las brújulas se pierden en su laberinto de callejuelas. Antes de alcanzar la parte balizada reservada a los turistas, anduve en los dédalos del suq de los alimentos. Me senté en la terraza del café Fishawi, lugar de inspiración de Naguib Mahfuz, y consulté mecánicamente mi reloj de cifras arábigas. Allí, el tiempo no se mide, se vive observando la posición del sol y escuchando las cinco llamadas a la oración por el altavoz de la mezquita más cercana. A unos días de mi llegada, no sabía hablar el árabe dialectal así que aprendí primero a mirar para descubrir la realidad egipcia. Esta tarde presencié una escena contada por los espejos, que comunican e interpretan imágenes entre ellos. La foto podría ser más fiel que mi recuerdo incierto, pensé al sacar la cámara.
Esperando la llegada de los turistas entre Bab Al Futuh6 y Bab An-Nasr,7 Yáser se había ofrecido como guía para que Dorothy pudiera comprar regalos para sus sobrinos londinenses. Sentados en la terraza del café, la turista se resistió al té verde que le ofrecía su guía. “Quien bebe el agua del Nilo está destinado a regresar”, advierte la sabiduría egipcia. Dorothy no se arriesgó y prefirió calmar la sed con un refresco negro. El sombrero de paja la protegía del sol y escondía al menos su cabello cortado sin estilo, pero no la resguardaba de las miradas.
Experto en estadísticas, Yáser trabaja en la administración pública desde su titulación y completa su sueldo los viernes y sábados haciendo uso de su don para conversar en varios idiomas y oficia como guía. Hablaba en voz baja, procurando que las palabras quedaran en la intimidad. La confusión se había apropiado de Dorothy. Mirando a Yáser a los ojos, soñaba con una cancelación imprevista de su vuelo de esta noche rumbo a Inglaterra. La mano de Yáser se deslizó en la pierna de Dorothy, como un descuido y la duración de su permanencia quedó supeditada a la decisión de la mujer quién no la retiró. El gesto por debajo de la mesa se reflejó en todos los espejos del café.
El mesero recogió mi vaso de agua de limón apenas terminada y las bebidas de la mesa de la pareja.
Tarde o temprano, el regreso a Egipto se impone, el Nilo irrigado en las venas de quien alguna vez probó su agua, queda como una huella líquida que corre invariablemente hacia su lugar de origen.