Читать книгу Miradas egipcias - Hélène Blocquaux - Страница 6
Mona
ОглавлениеLa música lánguida y melosa de la musalsal8 de las ocho de la noche se instala en la casa de Mona, como una invitación para ver el romanticismo actuado por otros que se filtra a través del televisor. Desde su sofá, Mona entra a la sala donde ocurren las escenas de amor, traición o venganza carentes de suspenso, pero cuyas emociones salpimientan su vida. Abre una bolsa de pepitas para empezar a mondarlas mientras espera ferviente la llegada del hombre de ensueño que ocupa sus pensamientos todos los días a la misma hora, antes de que regrese su esposo Farid del trabajo, habitualmente hastiado por la insatisfacción que le procura su oficio de albañil. Mona suspira, no por los cinco años de matrimonio sino porque siempre ha soñado con el príncipe azul. En sus años mozos, nunca obtuvo el permiso materno para acercarse a un hombre en la universidad, tampoco en el club ni en el trabajo cuando era enfermera. Obediente, declinaba una y otra vez las salidas en grupo cuando éstas incluían un hombre. Su madre le explicaba en aquel entonces que algún día podría satisfacer todos sus antojos, pero con su marido. Mona había esperado hasta la fecha de su boda para descubrir los sentimientos extraordinarios vertidos y declamados en las canciones y en las novelas. Ahora, ilusionada por la historia televisiva de moda, Mona exclama el nombre del protagonista de la pantalla. Presencia la escena del amor perfecto actuada por Amir y Fátima tomados de la mano en el balcón alumbrado por la luz blanca de la Luna. Nombrado como el marido ideal por todas las revistas femeninas, Amir cumple en cada episodio los deseos de su público seguidor con una maestría sentimental inigualable. Con la mirada proyectada en la pantalla, Mona sigue las aventuras de la pareja, con alegrías o desdichas, como si su propia vida dependiera de ello, entre ensoñación, risas o incluso llantos cuando el genérico final la deja con el corazón desalentado. “Fátima tiene que decir que sí”, reacciona a veces por sus adentros, “¡Amir la quiere tanto!”
Sentado en la banca frente a la joyería de su viejo amigo Walid, en la Shera Faransa,9 Farid comparte sus desengaños amorosos. La princesa desposada hace media década se desencantó al paso de los años; fue perdiendo su encanto. Nabil lo invita a jugar tawla10 en el Brazilian Coffee. “Imposible, hoy es día de San Valentín”, le contesta Farid despidiéndose, “Mona me espera”, agrega sin pizca de convicción.
Después de haber pasado un tiempo considerable para explicarle al dependiente en mi árabe incipiente lo que quería comprar, salgo finalmente de la joyería con un anillo de matrimonio envuelto en una bolsita aterciopelada. Extraño día para la compra de una prenda ostentosa destinada a ahorrar explicaciones de índole administrativo. A pesar de haber indicado que se trataba de un regalo para una boda, noto que Walid sigue dudando de la credibilidad de mi argumento. ¿Quién compra una sola argolla?