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RECONOCIMIENTOS

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Resulta prácticamente imposible reconocer el aporte que he recibido de todas las personas que han contribuido a que estas reflexiones tomaran forma. Desde el acto mismo de mi concepción, soy sujeto activo del intercambio con cada una de las personas con las que he interactuado. Cada una, a su manera, dejó una huella con la que fui tratando de construir mi existencia. En particular, familiares, profesores, jefes y colegas amigos.

Reconocido esto, intentaré resumir los aportes más directos que considero parte de este trabajo.

A fines de los años noventa tuve la oportunidad de tomar contacto con la obra y la persona del Dr. Marvin T. Brown, filósofo estadounidense que acababa de publicar sus trabajos en español sobre ética empresarial. Sus visitas a la Argentina me ayudaron a comprender con mayor profundidad su método y enfoque constructivo sobre los debates éticos. Mucho le debo a Marvin lo aprendido en las charlas y encuentros, tanto en el país como en su casa en Berkeley, California.

La Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) me invitó en el año 2004 a colaborar en un programa que se llamó “Empresa y valores”. Con su directora, la Lic. Patricia Recarte, realizamos varios talleres con las mesas directivas de empresas locales que se animaron a realizar detallados análisis sobre la vigencia en la práctica de valores que decían sostener. Esa fue la semilla inicial que me alentó a pensar que era posible profundizar en instrumentos que abordaran el tema de los valores intangibles. Poco después, en el ámbito de esta misma institución, participé en la difusión del documento “La rentabilidad de los valores”, una guía para el desarrollo de una visión cristiana de la responsabilidad social empresaria, documento de carácter internacional. A Patricia y a las autoridades de esa institución mi agradecido reconocimiento por haberme hecho partícipe de esas experiencias.

Como en la ACDE encontré un ambiente propicio para volcar inquietudes sobre la mejor manera de ayudar a las empresas a ser más eficientes y humanas, colaboré en varios proyectos desafiantes, como la integración del Consejo de Redacción de la revista Empresa, la dirección del Programa de Dirigencia Empresarial (PRODIEM) y otros. Allí tuve la oportunidad de conocer colegas con los que, con el tiempo, desarrollamos una amistad que me honra y que me enriquece constantemente. Tal vez ellos lo ignoren, pero cada uno a su manera me ayudó a madurar una dimensión espiritual largamente aletargada, y por eso me siento obligado a nombrarlos: Luis Riva, Eduardo Alsina, Celso Arabetti, Carlos Garaventa, Eduardo Otsubo, Héctor Mario Rodríguez, Luis Bameule, Fernán de Elizalde, Pablo Bevilaqua, José María Simone, Adolfo Ablático, Gabriel Aramouni, Mario Franzini, Jaime Feeney, Roberto Martín, Juan Uribe, por nombrar solo a los que más frecuento.

Entre esos colegas y amigos, les debo especial agradecimiento a Luis Riva y Eduardo Alsina (empresarios con intensa experiencia en la conducción de negocios complejos), que se tomaron el trabajo de leer el original de este libro y me ayudaron a mejorar el estilo y los contenidos. Pero, sobre todo, les debo el afecto, empuje y entusiasmo que me dieron para llevar adelante este proyecto. Además, Luis Riva tuvo la deferencia de incluir este nuevo título entre las publicaciones de la consultora Managers, que preside y por ese motivo es el autor del prólogo del presente trabajo.

Con Roberto Martín y Noemí González, directores de la consultora Tramas, estoy en deuda porque, además de su afecto, me brindaron la posibilidad de exponer tempranamente estas ideas ante el selecto grupo de sus colaboradores. Sus acertadas y agudas sugerencia para profundizar y ejemplificar conceptos se reflejan en muchos pasajes del texto. En particular, en cada una de las referencias a las empresas de familia.

Gustavo Aquino, colega en el área de gestión de personas, incansable lector, con su enciclopedismo renacentista, también me alentó a someter al juicio de otros colegas y profesionales estas reflexiones.

Por la confección material del presente proyecto, le debo especial reconocimiento a mi hijo Pablo, diseñador gráfico y artista plástico, que armó y organizó el original para que fuera a la editorial Temas, donde Jorge Scarfi, Betiana Cabutti y su creativo equipo me apoyaron una vez más para que estas páginas tomaran el estatus de libro. No puedo dejar de agradecer, también, el impecable trabajo de revisión y corrección que realizó Julieta Berardo.

Con María Rosa Zanini, “esposa y amiga”, soñamos una familia y la conseguimos, imaginamos un país y fracasamos, proyectamos un futuro juntos hace cincuenta y tres años y continuamos empeñados en disfrutarlo. Sin su permanente soporte intelectual y afectivo estas páginas no existirían.

El Valer de los valores

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