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Cambio de rumbo

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Volviendo a la trayectoria vital y poética de Horacio, parece ser que la fría acogida de crítica y público a la primera entrega de sus Odas le causó una decepción que lo llevó a aplicarse a una literatura, por así decirlo, más seria, centrada sobre todo en la filosofía moral29. Eso es lo que da a entender al principio de su nueva obra, el libro I de las Epístolas:

y así, dejo ahora los versos y demás diversiones. Cuál es verdad, qué es el bien: de eso me ocupo, sobre eso indago y a eso me doy por entero (Epi. I 1, 10 s.).

Naturalmente, no hay que tomarse al pie de la letra esa declaración de intenciones, dado que, por de pronto, la hace en versos, aunque sea en hexámetros, los mismos que, como él dice, distinguían sus sátiras del sermo merus, «la conversación pura y simple» (Sát. I 4, 48). Más bien hay que pensar que los uersus et cetera ludicra a los que Horacio dice querer dar de lado son, ante y sobre todo, la poesía lírica, motivo fundamental de su desengaño.

Así lo hizo..., al menos durante los años que dedicó a la composición del primer libro de las Epístolas del que veníamos hablando. No se trataba de un género nuevo, pues ya desde la Antigüedad se reconoce que Horacio retornaba con ellas al de los Sermones de sus primeros tiempos, con algunas diferencias de orden menor30. Horacio mantiene en sus Epístolas el mismo metro y desarrolla la misma clase de temas que en las Sátiras, los morales y los literarios. En cuanto a las diferencias, cabe subrayar la mayor gravedad con que se expresa en ellas, en consonancia con el estado de ánimo con que parece haber abordado su composición; por ello no muestra tan frecuentemente los toques de humor que —desde la ironía al sarcasmo (el sal niger)— salpican por doquier las Sátiras. Hay también una importante diferencia que parece reflejar la maduración que el poeta Horacio había experimentado en los años anteriores y que llevan a R. S. KILPATRICK a afirmar: «Las E(pístolas) son a menudo consideradas como la expresión más cumplida y madura de la forma poética horaciana. Si están ligadas a las sátiras por el metro y por el argumento filosófico, de vez en cuando se elevan a un nivel de lirismo que revela la mano del maestro de la lírica latina» (EO I: 304). Pero las Epístolas presentan también con respecto a las Sátiras una diferencia que justifica su nombre: todas ellas tienen un destinatario único y real. Ante todo, Mecenas, al que está dedicada la 1, y con ella toda la colección, aparte de la 7 y la 19; además, varios otros, algunos de ellos jóvenes a los que Horacio se permite dar consejos sobre ética y estética. Entre ellos están algunos amigos bien conocidos: Lolio, Floro, Torcuato, Aristio Fusco... La 4 está dirigida a un Albio que parece ser el gran elegíaco Albio Tibulo, seguramente también destinatario de la Oda I 33. El hecho podría llamar la atención de quien recuerde que Tibulo pertenecía al círculo poético de Mesala y no al de Mecenas, del que, en cambio sí formaba parte Propercio, al cual, según se cree, Horacio, sin nombrarlo, lanzaría una pulla en Epi. II 2, 9 s. por su afán de presentarse como «el Calímaco romano». En fin, uno de los destinatarios de Epístolas I (de la 9, la más breve) es Tiberio Nerón, el hijastro de Augusto llamado a sucederle muchos años después (y también mencionado en 9, 4 y 12, 26), aunque por entonces sus expectativas al respecto fueran aún lejanas. Como luego veremos, la brillante carrera militar que por entonces iniciaban él y su hermano Druso acabaría por mover al propio Príncipe a solicitar de Horacio que les dedicara dos de las mejores piezas del libro IV de sus Odas.

El libro I de las Epístolas contiene veinte poemas de desigual extensión (de una media de algo más de cincuenta versos), en los cuales predominan los asuntos de filosofía moral, aunque, al igual que en las sátiras, expuestos en un tono de anecdótica llaneza, ceñido a la vida cotidiana. Como en el resto de su obra, Horacio revela en ellos el carácter ecléctico de su formación filosófica: al lado de las ideas epicúreas y estoicas aparecen, y de manera destacada, las que debía a la Academia, a la que más tarde rendiría el homenaje de su reconocimiento:

La amable Atenas me dio un poco más de saber: el afán de distinguir lo recto de lo torcido y de buscar la verdad entre los bosques de la Academia (Epi. II 2, 43 ss.).

Sin embargo, no faltan en el libro los asuntos metapoéticos; así, los tratados en la Epístola 19, en la que el poeta reivindica su propia originalidad frente a imitadores y críticos, y que anticipa los temas de las grandes epístolas literarias del libro II y del Arte Poética. En fin, se cree que Horacio publicó Epístolas I poco después de la datación implícita en sus últimos versos: la de su 44 cumpleaños, que celebró en diciembre del año del consulado de Lépido y Lolio, el año 21 a. C.

Odas. Canto secular. Epodos

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