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Sobre esta traducción
ОглавлениеMucho dudamos en su día a la hora de elegir la edición latina sobre la que hacer nuestra versión de Horacio. Nos parecía conveniente, por razones de coherencia, servirnos de la misma para todas las obras; y partíamos también del prejuicio —si así se lo quiere llamar— de que, salvo prueba en contrario, una de la Bibliotheca Teubneriana, en razón del ya secular prestigio de esa colección, podía presumirse fiable y en principio preferible a las demás.
A la altura del año 1982 podía decirse que aún se contaba entre las modernas ediciones críticas completas la teubneriana de Fr. KLINGNER, por más que su primera publicación datara de 1939 y no fueran muchas las variaciones introducidas en sus sucesivas reediciones de 1950, 1959 y 1970, hasta la 6ª y, al parecer, última, aparecida en el citado año 1982. Como antes recordábamos, en 1984 la casa Teubner de Leipzig publicó la nueva edición de BORZSÁK, y al siguiente apareció en la de Stuttgart la de SHACKLETON BAILEY. En tales circunstancias, puestos a la tarea, se nos planteó un problema de elección aun sin salir del marco de las ediciones teubnerianas. Pues bien, la reflexión sobre el impacto que las dos más recientes habían producido en el gremio filológico acabó por convencernos de que ni la una ni la otra, aunque por razones bien diversas, ofrecían grandes ventajas con respecto al texto de KLINGNER, al menos a la luz de los principios que inspiran esta colección. En efecto, y como ya hemos indicado más arriba, la edición de BORZSÁK fue considerada por la crítica como extremadamente conservadora, en tanto que la de BAILEY — al margen de las erratas que la empañaban en su primera aparición, luego subsanadas— se presentaba llena de problemas: de novedosas conjeturas y de indicaciones de supuestos lugares corruptos que, al tiempo que acreditaban el extraordinario acumen filológico del editor, convertían su texto en una apasionante propuesta para la discusión entre expertos, más que en una base idónea para traducciones. Y al fin decidimos zanjar la cuestión ateniéndonos al texto de KLINGNER, aunque sin ignorar las propuestas de los dos otros editores mencionados y de algunos otros, y haciendo constar en la correspondiente nota a pie de página los casos en que nos apartáramos de esa edición de base. Con ello, creemos haber elegido una sensata vía media entre la tendencia conservadora de BORZSÁK y la francamente revolucionaria de BAILEY. En resumidas cuentas, seguimos pensando, con C. QUESTA (EO I: 330), que KLINGNER ofrece una buena «vulgata textual»; y el hecho de que los responsables de la gran edición conmemorativa del Bimilenario hayan retornado «sustancialmente» al texto que aquél ofrecía (R. ROCCA, EO I: 362; cf. P. VENINI, EO III: 301) contribuye a que no nos sintamos mal acompañados en nuestra posición.
Pasando ya a cuestiones formales, hemos optado por una traducción en prosa, sin intentar siquiera que la división del texto original en versos y, en su caso, en estrofas se reflejara en la disposición tipográfica del texto traducido (cosa, por lo demás, muy difícil en muchas de las composiciones líricas sin falsear la realidad, dadas la reducida extensión de algunos versos y las alteraciones del orden de palabras que suele imponer la traducción). Dicho esto, conste que nada tenemos en contra de las traducciones más o menos versificadas de los poetas antiguos, y sí mucha admiración por quienes han tenido la capacidad de hacerlas sin traicionar el sentido del original; pero sólo esto último es lo que aquí hemos pretendido. En cambio, no negaremos que ocasionalmente, cuando la azarosa combinatoria de las palabras lo permitía, e incluso lo sugería, no hemos nadado contra corriente y nos hemos dejado llevar por ciertos ritmos que los lectores sin duda han de captar y tal vez incluso apreciar.
Hemos seguido en el orden de publicación el ya tradicional entre los editores, basado en el que sigue una buena parte de los manuscritos: Odas, Canto Secular, Epodos, Sátiras y Epístolas. Ya hemos visto que ese orden no corresponde al de la publicación de las obras, que más bien sería algo así como: Sátiras I, Epodos, Sátiras II (¿o viceversa?), Odas I-III, Epístolas I, Canto Secular, Epístolas II (?), Odas IV (?), Arte Poética. Pero, aparte las dudas que acabamos de señalar en ese presunto orden histórico, creemos que poco o nada hubiéramos adelantado con apartarnos del que mayoritariamente se ha seguido hasta la fecha.
Algo tenemos que decir también al respecto de las convenciones ortográficas aquí seguidas. En la transcripción de los nombres propios griegos, nos hemos atenido a los criterios establecidos por M. FERNÁNDEZ GALIANO, La transcripción castellana de los nombres propios griegos (Madrid, Sociedad Española de Estudios Clásicos, 1969, 2ª ed.).