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La angulación intencionada
ОглавлениеSi no es pertinente encontrar sentidos únicos en el uso de los ángulos, es correcto afirmar que la decisión de ofrecer la imagen de los objetos del campo visual desde un ángulo marcado es muchas veces el producto de la necesidad de subrayar una intención o un efecto. Por cierto, esa característica no siempre se vio con claridad. En los primeros años del cine, la tendencia dominante llevaba a los cineastas a encuadrar desde un nivel de altura normal y frontal, con el fin de captar las acciones y su entorno escenográfico de modo directo, asumiendo el punto de vista del espectador de una representación desarrollada sobre un escenario. Ello trajo consigo una marcada impresión de bidimensionalidad en el espacio. La decisión de ubicar la cámara en ángulos distintos fue una consecuencia de la necesidad de lograr otras posibilidades de componer la imagen para obtener efectos expresivos. Por ejemplo, para disminuir la impresión de un escenario plano —del tipo del telón teatral— que enmarca a los actores. También para crear líneas oblicuas entre los elementos del campo visual o para variar la perspectiva desde la que se presenta una acción.
Al respecto, el director español Jaime Camino (1997) afirma: “Angular la posición del objetivo respecto al motivo filmable es una toma de partido, que implica serias disposiciones acerca de la dramaturgia del filme. Cuanto más se angule el objetivo, más intencionado resultará el plano”.
Sin embargo, este efecto intencionado no es el único que logra una angulación distinta a la normal. Un picado o un contrapicado pueden responder a la necesidad de ofrecer la visión abarcadora de un hecho, cumpliendo así una función descriptiva. Para eso se requiere que la cámara esté por encima o por debajo del ángulo horizontal de visión con el fin de permitir la mayor nitidez en el registro del campo visual. En ese caso, podrá aplicarse la llamada doble angulación, que determina una posición de la cámara con relación al objeto filmado desde una altura específica. Así se rompe la frontalidad del encuadre para ofrecer una perspectiva tridimensional de los objetos. La doble angulación (oblicua y en picado o contrapicado) le da volumen y solidez al espacio, a la vez que introduce la fuerza visual de la línea diagonal que atraviesa el campo y valoriza las líneas convergentes de los fondos del decorado. El empleo de picados y contrapicados en planos sucesivos demuestra la voluntad de relacionar elementos visuales que no están a la misma altura.
Del mismo modo, se puede emplear la angulación para crear efectos expresivos distintos, u opuestos, a los destinados a calificar el contenido de la imagen. Es conocido un ejemplo tomado de El ciudadano Kane. Usando el contrapicado en sentido opuesto al habitual, Orson Welles filmó la crisis personal del magnate William Foster Kane con una cámara que enfatizaba, con su posición baja, el poder falaz de un personaje, otrora poderoso, debatiéndose en la impotencia. Si Welles hubiera seguido los dictados de alguna gramática fílmica, el ángulo empleado hubiera sido el picado, con el fin de subrayar la impresión de ruina y fatalidad del protagonista de la historia. Por el contrario, el mismo Welles usó el picado para incrementar el poder de Kane, dueño de cadenas de diarios en todo Estados Unidos. Con la cámara ubicada desde la altura lo filmó en medio de sus infinitas rotativas y las interminables hileras de escritorios. Su dominio sobre los objetos resultaba evidente.
Las cintas del expresionismo o del cine criminal de los años cuarenta, o la obra de autores como Welles o Hitchcock, privilegiaron los ángulos inusuales, las posiciones de la cámara extremas, las composiciones visuales desequilibradas. Un romanticismo negro y trágico o un sentido barroco y excesivo identificaron sus películas. El empleo sistemático de angulaciones enfáticas o distintas a las normales correspondieron a la afirmación de un estilo visual contundente, vistoso, extremo. El estilo barroco de Orson Welles se expresó en la multiplicación de planos filmados desde ángulos de toma extremos que, unidos a otros procedimientos capaces de alterar la composición equilibrada del encuadre, ofrecieron espejismos de pesadilla. En cintas como El proceso o en sus adaptaciones de William Shakespeare, Othello y Macbeth, hizo gala de su capacidad para encontrar insólitas posiciones de la cámara, recreando con ellas los sentimientos intensos y encontrados de la paranoia, la angustia, los celos y el poder absoluto.
El empleo de ángulos como el picado y el contrapicado, por eso, puede apuntalar los sentimientos de desequilibrio, desasosiego, anormalidad, inestabilidad. Al alejarse del dominio de la angulación normal, el cineasta propone alternativas visuales que se asocian con los efectos emocionales propios de géneros como el horror, el espionaje o las cintas criminales, en las que lo insólito se impone, destruyendo nuestra perspectiva equilibrada de la realidad y de las relaciones entre los personajes.
Pero los ángulos, hay que repetirlo, nunca tienen un sentido unívoco. Al respecto, Weyergans (1963) escribe:
Picado sobre un patio de prisioneros: símbolo del aplastamiento de los cautivos. Contrapicado sobre un déspota: símbolo de su importancia orgullosa. Esas cosas pueden ser exactas. Pero el cine, confiado a un simbolismo tan grosero, no sería más que una diversión para niños. El plano de los prisioneros tomado en picado será más lógico si nos damos cuenta —antes o después— que corresponde al punto de vista de otro prisionero que se mantiene en su celda; y el plano del déspota será más plausible si el filme nos lo muestra imaginando la mirada de un esclavo arrojado a sus pies. El símbolo será absorbido por la realidad [...]. La significación de los picados y contrapicados no es necesariamente psicológica. ¿No será, simplemente, narrativa? Así como el autor tiene el derecho de mostrarnos a alguien entrando por una puerta y saliendo por otra mientras lo sigue con la mirada, del mismo modo tiene el derecho de empinarse un poco, de subir su cámara sobre un trípode para abarcar con la mirada una escena de conjunto. Los ángulos de toma están comandados a menudo por la claridad de un relato en su conjunto. (Traducción nuestra).
Por eso, resulta siempre impreciso adjudicar sentidos únicos o generales a los procedimientos cinematográficos, por más que ellos se hayan usado muchas veces de modo intencional. Es preciso analizar el sentido de un ángulo en el contexto narrativo y dramático de cada cinta, observando la función que cumple en un pasaje o una secuencia determinada.