Читать книгу Ni en un millón de años - Isabel F. Peñuelas - Страница 11
ОглавлениеToro sentado
Francisco J. Jariego
I
Hoy va a ser un día azul y a Samuel no le gustan los días azules. En días así se incrementa hasta un diecisiete por ciento el número de noticias con trasfondo nostálgico, y el valor medio de sus pulsaciones y su presión arterial lo hacen de manera proporcional. Ha corrido la cortina y está concentrado mirando al exterior a través de la ventana del dormitorio. Sé que está pensando en Ava y aguardo hasta que Samuel me franquea el acceso a su torrente de pensamiento. Evito inmiscuirme innecesariamente, aunque me es imposible evitar las imágenes cuando, por ejemplo, tengo que reanimarlo. Esta noche, en dos ocasiones. Los cañones de clima llevan bombeando oxígeno desde la media noche, pero todavía no ha amanecido y no se ve nada, solo sus pensamientos.
«Si hay algo que no aguanto es a los tristes y agoreros que se pasan la vida lloriqueando y añorando. Pero ¿añorando qué? Ningún tiempo pasado fue mejor. Esa es la cruda realidad despojada de narrativas falaces».
Cruda y despojada se superponen sobre una imagen borrosa del rostro de Ava. En cuanto entro, la imagen se difumina.
«El índice de progreso objetivo no deja lugar a dudas, pero hay muchos que todavía se niegan a admitirlo. Deberían hacer un esfuerzo para entender cómo se define y cómo se mide el progreso. Es un tema que lleva décadas zanjado, pero hoy en día, con el noventa y nueve por ciento de la población con la vida resuelta, ya prácticamente nadie se molesta en entender nada. Bueno, peor para ellos. Yo ahora debo ponerme a trabajar».
—Cortana, cántame la agenda, por favor —lo dice en voz alta, aunque sabe perfectamente que no es necesario cuando estoy dentro.
—Buenos días, Samuel. ¿Qué tal has pasado la noche? Tardaste en conciliar el sueño, pero has completado casi tres ciclos completos con cuarenta y siete minutos de sueño profundo. No obstante… —Siento que prefiere que no le dé los datos.
—Olvídate de eso ahora, Cortana —me interrumpe, mientras introduce una cápsula de precocinado en el impreshorno—. Me apetecen esas galletitas de higo y cacao de la Cure… ya sabes. Recupera, por favor, la receta para enviarla al impreshorno y comprueba si aún tenemos crédito con la pastelería…
—La Cure Gourmande.
—Eso.
—Hecho, Samuel. Dos minutos.
—Cántame la agenda, por favor.
—Hoy hay que enviar el abstract de la ponencia para el congreso anual de la Asociación de Agnotología. El plazo vence esta noche a las 00:00, pero deberíamos enviarlo antes de mediodía.
—El congreso de la Asociación… ¡Qué pérdida de tiempo! Hay que añadir cápsulas a la lista del supermercado. —Se distrae Samuel, mientras introduce una en la cafetera y selecciona un café largo—. No debería llevar mucho tiempo, ya teníamos título, ¿no es cierto?
—Cierto, Samuel: «Agnogénesis, mitos y leyendas».
—¿Podrías encargarte de componer tú un borrador para que lo revise? ¿A qué hora podría hacerlo? No quiero perder tiempo con esto.
—Podemos hacerlo en cuanto acabemos con la revisión diaria de noticias, sobre las 10:30. A las 11:00 llega el fisio y a 12:00 está programada la telepresencia con Sir John Swing II del buque oceanográfico. Está previsto que tenga una duración de una hora. Ya está todo preparado, pero deberías revisar las notas que te he preparado antes de que comience.
—¿Hay algo programado para después de la comida?
—A las 14:00 se podrá respirar sin necesidad de mascarilla. Deberíamos aprovechar para dar una vuelta al aire libre, porque a las 15:00 te va a llamar Eric Steel.
—¿Quién es Eric Steel?
—Trabaja para el Gobierno Federal de los Estados Unidos de Europa en un proyecto para el desarrollo de una plataforma de diseño genómico. Lleva tiempo insistiendo en que le gustaría hacernos una visita.
—¿El Gobierno Federal Europeo? ¿Una visita?
—Recuerda que anotaste que querías revisar la información que nos remitió porque un proyecto como este podría ser muy lucrativo.
Samuel saca las galletas del impreshorno, coge la taza de café y comienza a remojarlas como hace siempre.
«Estas galletas están deliciosas, aunque no sé, ese sabor, cómo describirlo, no estoy seguro, pero juraría que no es la primera vez…».
—Es el cacao, Samuel. —A veces, no lo puedo evitar, aunque sé que a Samuel no le hace gracia y se remueve incómodo.
—¿Qué le pasa al cacao?
—Hace dos años que comenzaron a utilizar una variedad de cacao patente de Mars International. Es cacao sintético.
—¿Qué más hay en la agenda?
—Hay que avanzar con la revisión de las propuestas de las dos universidades chinas para el estudio de la banana.
—¿Y cómo van las pujas? ¿Se han movido?
—Los que proponen la resurrección de Big Mike están muy por delante, seguidos por el proyecto de la banana sintética de Pakistán. Cavendish 2.0 no se ha movido…
—Cancélalo todo, voy a tomarme la tarde libre. Esta noche quiero cenar con Ava en el atolón para planificar el viaje de boda y, si tengo que salir después de comer, me gustaría aprovechar, dar una vuelta por los almacenes y pasarme por la agencia.
—Hecho, Samuel. Solo una cuestión más. La delegación del consorcio brasileño encargado de la reordenación del Amazonas ha cerrado ya las fechas para su visita a la Casa Blanca. Entiendo que reunirte con ellos tiene prioridad absoluta…
«Prioridad absoluta, ¡qué cosas tiene esta Cortana!».
—Quiero decir que durante la visita sería bueno vaciar la agenda de cualquier posible compromiso que luego no podamos cancelar.
—Hazlo. Y ahora, por favor, retírate y déjame terminar el desayuno.
Salgo del torrente de pensamiento, pero mantengo activado el control de eventos y le paso confirmación. Sé que a Samuel le tranquiliza saber que está monitorizado 7 x 24.