Читать книгу Ni en un millón de años - Isabel F. Peñuelas - Страница 9

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EPÍLOGO

En la cabina de control, la consola muestra una matriz de puntos luminosos con el estado de criogenización de la tripulación. Uno de ellos parpadea en rojo vivo, pero no hay nadie mirando el monitor. Otros dos puntos están apagados. Esas cápsulas aumentaron la temperatura del gel despacio, en orden, y siguieron inyectando nutrientes y el cóctel narcótico hasta que los cuerpos que albergaban estaban preparados para retomar la aventura. Los cristales ya estaban abiertos cuando los dos primeros despertados abrieron los ojos en una cápsula libre de gel y por instinto se irguieron para respirar el aire de la nave, ligeramente viciado, pero válido. El primero fue el comandante, que se puso el mono de trabajo colgado frente a su cápsula y fue a la cabina a comprobar que la misión progresaba adecuadamente. Poco después llegó la segunda de a bordo y cruzaron unas pocas, frías, palabras rutinarias sobre mensajes. Al parecer, la estimación del 40% de fallecidos había sido pesimista y, por ahora, solo un 20% no había conseguido sobrevivir a la criogenización. Con todo en orden y los sistemas automáticos trabajando correctamente, celebraron volverse a encontrar tras un instante de doscientos años. Buscaron dejar atrás el frío gel y volver a la vida con el calor de sus bocas, de sus cuerpos. Sus eyecoms estaban guardados en los bolsillos de sus monos, amontonados en un rincón, y ellos desnudos sobre el suelo cuando uno de los puntos verdes comenzó a parpadear en rojo.

Cuando retomaron la misión, el parpadeo había cesado y continuaron el trayecto hacia las dos estrellas binarias.

Ni en un millón de años

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