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El dragón, la cruz güelfa y la cruz gibelina

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En esos tiempos circulaban en Italia desde 1186 diversas historias de tipo apocalíptico atribuidas al profeta Joaquín de Fiore, que hablaban de la venida de un dragón con siete cabezas de siete anticristos.

Seis cabezas ya se habían asignado a diversos personajes históricos del pasado, pero la última, y la más importante, todavía estaba vacante.

Así que la última cabeza que faltaba del dragón se atribuyó rápidamente por cierto tipo de clero, que creía en las profecías de Joaquín de Fiore, a Federico II, debido al hecho de que, además de querer reformar la Iglesia, se contaba que había nacido hijo de un prelado y una antigua monja. Además, Federico II hablaba árabe, tenía una guardia árabe y durante las cruzadas se había preocupado más de hacer la paz que la guerra en Tierra Santa, así que fue llamado «el Dragón», mientras que otros entornos franciscanos y más pobres de la Iglesia, paradójicamente, le atribuían un papel de reformador, esperando que fuera un perseguidor apocalíptico de la Iglesia corrupta, especialmente de los cardenales.

Por esto, muchos frailes y sacerdotes pobres, y posteriormente también güelfos blancos, militaron en las filas gibelinas.

Los güelfos tenían como símbolo y bandera una cruz papal, mientras que los gibelinos, sin negar la existencia de Dios, oponían una cruz imperial con los colores opuestos y especulares de la güelfa, lo que reflejaba la distinta filosofía de las dos facciones.

¿Pero cómo estaban hechas y qué diferencias había entre los dos símbolos? Echemos una ojeada.

Tal vez las cruces güelfa y gibelina nacieron como símbolos, incluso antes de los güelfos y gibelinos, durante el Sacro Romano Imperio de Carlomagno.

Pero se desarrollaron durante las luchas por las investiduras entre papado e imperio, en una lucha por el derecho a elegir los emperadores y administradores por parte del papa y los obispos contra el derecho reivindicado por los emperadores a ser elegidos directamente por Dios sin la intermediación de la Iglesia.

Ambos símbolos representaban el poder de Dios, pero había entonces dos modos principales de representarlos y entenderlos.

El primero era imperial, es decir, el poder de Dios era preexistente y era concedido por Él directamente en persona a los emperadores para que gobernaran, ya desde los tiempos de la Roma antigua, mucho antes de la venida de Cristo y de la Iglesia.

El otro era el poder de la Iglesia, que, representando la voluntad de Dios sobre la tierra, hacía de intermediaria directa y a quien se había concedido el poder de control sobre los hombres por parte de Dios y era por tanto la que decidía si darlo o no a los emperadores.

De estas dos visiones o filosofías nacieron diversas disputas y muchos grupos religiosos y militares, como carolingios, templarios, güelfos y gibelinos.

Para representar a estas facciones e ideas se usaron dos símbolos principales:

Una era la cruz de san Juan Bautista, usada por templarios y gibelinos.

La otra era la cruz de san Jorge, usada por el clero y los güelfos.

Cuando nobles y clero organizaban expediciones o cruzadas, ponían en cabeza estas banderas con cruces blancas o rojas, dependiendo de si las divisiones pertenecían a los nobles o a la iglesia o si estaban organizadas por emperadores o papas.

¿Pero cómo se habían creado y qué significaban estas dos banderas?

Para empezar, hay que saber que el rojo púrpura era el color oficial de la Roma antigua y representaba a los emperadores romanos, mientras que el blanco representaba el color de Dios.

La bandera gibelina de san Juan Bautista era una gran cruz blanca sobre un fondo completamente rojo púrpura.

Significaba que el rojo imperial y su nobleza ya existían previamente en todas partes y en él luego Dios introducía su cruz blanca como garantía de pureza y verdad.

Opuesta y contraria en colores y significado era la bandera güelfa de san Jorge, donde una cruz púrpura en un campo completamente blanco significaba que Dios era preexistente en todas partes con su pureza y concedía una cruz púrpura al emperador, que estaba, por tanto, subordinado a Dios y a la Iglesia. En la práctica, en aquella bandera con fondo blanco se podía insertar, con el permiso de Dios, la cruz púrpura imperial.

Ese permiso, decían los güelfos, lo concedía la Iglesia por medio del papa y sus obispos desde los tiempos del papa Silvestre, cuando coronó a Constantino como emperador de Roma, mientras los gibelinos sostenían por el contrario que esto era falso.25

Posteriormente, también entre los güelfos hubo una escisión entre güelfos blancos y güelfos negros.

Los güelfos blancos, aun reconociendo su fidelidad a Dios, no la reconocían en la riqueza y corrupción moral del papado, mientras los güelfos negros continuaron siendo fieles en todo al papado y la Iglesia.

Poco a poco, los güelfos blancos pasaron a llamarse sencillamente los «blancos» y se unieron a la causa de los gibelinos, mientras los güelfos «negros» se ponían al servicio del clero para hacer causa común contra los gibelinos y los «blancos».

Así que a estas banderas se añadieron también los símbolos de los güelfos blancos y los güelfos negros florentinos, que no eran sino una bandera blanca que llevaba escrito en plata Libertas26 para los blancos y una bandera negra con el mismo escrito, Libertas, en oro, para los güelfos negros. E increíblemente estos mismos emblemas con el escrito Libertas de los blancos y los negros todavía hoy están presentes, uno, el de los blancos, en el escudo municipal de Forlí y el de los negros en el escudo municipal de Bolonia, que en esa época se combatieron sin cuartel.

Así, cualquiera que en nuestro tiempo tome los escudos municipales de la ciudad de Bolonia y de Forlí podrá advertir tras una apropiada observación que, aunque dispuestos de distinta manera, los significados y los símbolos son exactamente contrarios y opuestos entre papado e imperio, o entre güelfos y gibelinos si así lo preferís.

En ellos es posible ver no solo los símbolos del imperio contrapuestos a los del papado, sino también los de los güelfos blancos aliados con los gibelinos forliveses opuestos a los güelfos negros aliados con los boloñeses.

En realidad, en el escudo de Bolonia se repite dos veces un capo de Anjou27 y debajo las cruces güelfas en campo blanco y dos banderas de color azul oscuro, probablemente negras en su origen, con la palabra Libertas, es decir, la bandera de los güelfos negros.

En oposición, encontramos el escudo de Forlí, compuesto por el águila imperial de Federico II, que tiene en la garra derecha un escudo oval con la cruz gibelina de san Juan y en la garra izquierda un escudo blanco con la palabra Libertas, que era el símbolo de los güelfos blancos aliados con los gibelinos de Forlí.

Si luego hay quien quiera también observar el escudo de Cesena, ciudad a poca distancia de Forlí, podrá advertir que se trata de un símbolo posterior de reconciliación entre güelfos blancos y negros, al no ser sino una serie de símbolos mitad blancos y mitad negros, reunidos bajo un capo de Anjou.

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