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Perugia, palacio municipal en 1281
ОглавлениеEl papa Martín IV ha sido elegido hace poco tiempo en Viterbo, pero, coronado en Orvieto el 23 de marzo de 1281 a causa de los graves desórdenes desatados por su elección, hace poco que se ha mudado a Perugia.
Los güelfos boloñeses se dirigen de inmediato al nuevo papa para que envíe un ejército francés contra los gibelinos de Forlí y los castigue después de una larga serie de batallas que los gibelinos han librado contra los boloñeses.
En el salón abarrotado, la delegación gibelina de Forlí es recibida por un grupo de güelfos boloñeses en presencia de funcionarios papales.
Están presentes un legado y algunos funcionarios pontificios, además de diversos aliados güelfos y la potente facción güelfa boloñesa de los Geremei.
Por los gibelinos, están presentes representantes de las familias de los Ordelaffi, los Orgogliosi y los Lambertazzi boloñeses, una gran facción gibelina expulsada de la propia Bolonia y acogida en Forlí.
El ambiente se vuelve enseguida tenso y encendido:
---Queremos que retiréis la solicitud que habéis presentado al papa, o sea, la de enviar contra nosotros un ejército francés, y llegar a un acuerdo honorable y digno que respete nuestras tierras y encuentre una solución digna para los Lambertazzi, que han sido expulsados varias veces de sus posesiones boloñesas solo por ser gibelinos ---dijo el jefe de la delegación gibelina, Guido Bonatti.4
---Los Lambertazzi fueron expulsados de Bolonia solo por la violencia de sus actos y sus crímenes cotidianos contra nuestras familias güelfas y vosotros los habéis ayudado y habéis sido igualmente responsables. Si no los expulsáis de vuestras tierras, responderéis de lo que les pase a ellos, a vosotros y a vuestra gente ---respondió de inmediato un representante güelfo de los Geremei.
---Nuestras tierras son imperiales. Es ilegal atacar a un estado soberano solo porque da asilo a unos expulsados de tierras boloñesas, tanto más por parte de la Iglesia, que debería haber recibido de Dios la facultad de garantizar el derecho de los hombres al suelo.
---Es falso. Esas tierras ya no son vuestras. Las ha donado vuestro emperador Rodolfo de Habsburgo, legítimo heredero de Federico II y su dinastía, a cambio de su coronación como rey de los romanos5 por el papa Nicolás III hace unos años y debíais habérselos entregado y poneros a nuestro servicio desde hace ya tiempo. Además, el derecho al suelo solo puede concederse a cristianos bautizados y no a apóstatas, como son muchos gibelinos ---respondió un legado pontificio.
---La donación realizada por Rodolfo no es válida, porque nunca ha venido a reclamar y tomar posesión de nuestras tierras como emperador tras la muerte de Federico II. Tampoco ha venido nunca a Italia para coronarse como rey de los romanos, así que no le pertenecen. Estas tierras nos las donó Federico II para que fueran nuestras, las gobernáramos y defendiéramos como tierras del imperio y desde entonces nos pertenecen y pretendemos defenderlas ---rebatió la delegación de Forlí.
---Esa donación es, por el contrario, válida y legítima, porque Rodolfo ha cedido esas tierras al papa. Si os ha abandonado, no es culpa nuestra y deberíais reclamarle a él, no a nosotros ---replicó el legado pontificio.
---No tenéis el privilegio de exponer aquí cómo fueron realmente las cosas y cuál fue la realidad. Habéis buscado combatirnos por ser fieles al imperio y hemos tratado de defendernos según las tradiciones militares imperiales que hemos heredado, de no temer y no rendirnos nunca delante del enemigo y ahora, después de haber derrotado a los boloñeses repetida y lealmente en todos los lugares de la Romaña, os veis obligados a dirigiros al rey de Francia para que mande un ejército de fanáticos para destruirnos como a los herejes albigenses. Eso no es honroso ---respondió el gibelino Guido Bonatti.
---Eso es falso. Hemos sido derrotados por la traición de los Lambertazzi, que, mientras estaban en Bolonia, llegaron a acuerdos secretos con vosotros, y es por eso que los expulsamos de nuestra ciudad y ahora os expulsaremos a vosotros y a ellos de vuestras tierras, que nos pertenecen debido a la donación de Rodolfo de Habsburgo ---respondió irritado un noble güelfo de los Geremei.
---Habláis con el odio propio de las personas derrotadas en la batalla. Habéis probado a atacarnos en la llanura y entre los montes, siendo derrotados continuamente y ahora estáis aquí para pedir ayuda al papa y a los franceses, creyendo que nos intimidáis, pero habéis infravalorado nuestras tradiciones militares imperiales y la capacidad de nuestro capitán Guido de Montefeltro, que se remontan a la vieja escuela militar de Federico II. Solo pedimos hablar con el papa para que detenga este ejército, se haga la paz con Bolonia, se deje volver a los Lambertazzi a su ciudad legítima y no se derrame más sangre por ambas partes ---replicó Guido Bonatti.
De inmediato se levantaron voces y murmullos de desaprobación por parte de la delegación boloñesa.
---A vuestras tradiciones militares imperiales ya las hemos derrotado en Tagliacozzo y Benevento.6 En cuanto a vosotros, solo habéis atacado y arrasado bárbaramente el castillo de los Calboli,7 después de que hubieran pedido una tregua en Romaña y no veo en esto grandes tradiciones militares. En cuanto a los Lambertazzi, nunca volverán a Bolonia. Y los que los protegéis solo queréis un lugar seguro en el que estén, porque tendríais bandidos y delincuentes junto a ellos ---replicó el noble güelfo de los Geremei.
---No deberíais creer todas las patrañas que cuentan los derrotados. Los Calboli pidieron una tregua solo después de fracasar en entregarnos, traicionando a Romaña. Os repito que estáis hablando debido a las derrotas y la rabia por no haber conseguido conquistar nuestras tierras, pero estamos aquí para solucionar estas cosas. Nosotros, si es el caso, no nos rendiremos ni siquiera ante los franceses, pero antes queremos hablar con el nuevo papa para evitar más sangre y decirle que no haga caso de las quejas de gente derrotada que no tiene otro modo de derrotarnos ---respondió con firmeza Guido Bonatti.
---No. No hablaréis con el papa. El papa, como su predecesor, está harto de oír vuestros discursos y razones. Habéis desecho y destruido el castillo de los Calboli en Romaña, habéis hecho caer Cesena y Rávena con vuestro terror y ya habéis sido excomulgados y vetados por esto por el obispo de Rávena. Ahora solo os queda someteros y expulsar de vuestras tierras a los Lambertazzi y a todos los gibelinos, enfervorizados por el odio contra los güelfos y la Iglesia ---respondió el noble de los Geremei.
---A los Lambertazzi los habéis expulsado de todas partes sobre las que ejercéis vuestro señorío y, aunque quisiéramos, no podríamos llevarlos a ningún lugar donde no sean vetados y excomulgados por vosotros. Reconoced como municipio libre a Forlí y la paz entre nosotros será duradera. Haced saber esto pronto al papa ---dijo con resolución Guido Bonatti.
---No. El papa Martín ya ha partido hacia Aviñón y vuestro emperador Rodolfo de Habsburgo nos cedió esas tierras y por tanto ahora son nuestras. Entregádnoslas y expulsad a los Lambertazzi y a todos los gibelinos rebeldes de vuestras tierras si queréis verdaderamente la paz ---concluyó el noble de los Geremei con el asentimiento del legado pontificio.