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Las guerras güelfas y gibelinas en los Apeninos

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Indignados y hartos de todas estas guerras, los boloñeses pidieron ayuda al papa para acabar de una vez por todas con estos gibelinos de la Romaña que parecían imbatibles en el llano y en las guerras en las ciudades.

Así que los güelfos decidieron atacar y ganar las tierras de Forlí por sorpresa desde los montes de la Toscana, es decir, la frontera sur del estado de Forlí, que estaba desguarnecido en los Apeninos.

Los boloñeses, que habían reunido gracias al papa tropas güelfas de Florencia, Reggio Emilia, Módena y Rávena, con la ayuda de algunos traidores de Forlí, decidieron concebir y organizar un plan para atacar al estado gibelino desde las montañas y los Apeninos toscanos para sorprender a los forliveses, concentrados y dispersos casi todos en la llanura de la Romaña.

Los güelfos, al mando de Guido Selvatico, conde de Romena, atacaron desde los montes las posesiones montañesas forlivesas, apoderándose rápidamente de Galeata, Pianetto, Civitella, Montevecchio y otros lugares montañeses, mientras otras tropas güelfas avanzaban en la llanura hacia el puente de San Próculo, cerca de Faenza, para guerrear e impedir la ayuda a los forliveses por parte de esta ciudad.

Al mismo tiempo, los güelfos pusieron bajo asedio también el castillo de Piancaldoli en los Apeninos faentinos, territorio controlado por el valiente Maghinardo Pagani.37

Gracias a los contraataques de este, que llamó desde Faenza al capitán de los Lambertazzi y al senado de Forlí, que mandó el ejército a ese lugar, tras una furiosa batalla que duró varias horas, los güelfos fueron derrotados y puestos en fuga del castillo y burgo de Civitella, que habían ocupado poco tiempo antes.

El Feltrano decidió perseguirlo por los montes y los fugitivos intentaron refugiarse en Tredozio, donde había una fortaleza güelfa, pero, alcanzados y rodeados por la táctica de Montefeltro, se vieron obligados a detenerse y dar batalla en un lugar desfavorable y fueron fácilmente derrotados y hechos prisioneros.

A la vista del fallido ataque en las montañas, los boloñeses se retiraron también del puente de San Próculo y trataron de refugiarse en Imola, perseguidos por las tropas gibelinas de Faenza, que habían llegado a la ciudad, donde los güelfos se vieron sorprendidos mientras estaban cavando fosos en torno a las murallas para defenderse.

Así se produjo una pequeña batalla donde murieron un centenar de güelfos.

Tras este enfrentamiento, fueron arrestados y encarcelados en la fortaleza de Cesena, Guglielmo Ordelaffi, Paganino Orgogliosi y su hijo Francesco, por traición en esta revuelta contra Guido de Montefeltro.

Posteriormente intentaron fugarse de la fortaleza de Cesena, pero fueron apresados y decapitados.

Al mismo tiempo, el Feltrano decidió acabar los combates con los güelfos en Romaña y se dirigió al castillo de los Calboli38 en los Apeninos de Forlí, donde se habían retirado todos los güelfos que quedaban en esos montes.

En el castillo de los Caboli se habían reunido los güelfos forliveses Riniero y Guido de Calboli, con otros nobles y ochocientos guardias, habiéndoles dado el senado de Bolonia doce mil liras para dedicarlas a la defensa de aquel lugar durante al menos diez meses a la espera de su ayuda.

Pero, debido a la estrechez de los pasos, no llegó ninguna ayuda desde Bolonia: en este momento, el Feltrano decidió poner bajo asedio el castillo de los Calboli y, tras dos meses lo destruyó con siete enormes máquinas de guerra que, lanzando grandes piedras, echaron por tierra sus murallas y sus casas, que quedaron arrasadas.39

Después de esta serie de victorias, la fama de los gibelinos no tenía más rivales en la Romaña.

Rávena y Rímini tuvieron que rendirse y confederarse con los gibelinos por miedo a ser invadidas y llegaron a acuerdos de paz con los forliveses, rompiendo sus alianzas con los boloñeses, considerados demasiado débiles como para defenderlos.

Era un periodo en el que todo parecía favorecer al Feltrano y a los forliveses y nada a los boloñeses.

Esto preocupaba bastante a los boloñeses y los Geremei, que tenían miedo de un retorno de los Lambertazzi a Bolonia por la fuerza. Así que empezaron a protestar cada vez más ante el papa y a pedir más refuerzos militares.

Fue también el periodo en el que nació la fama legendaria de astucia e invencibilidad militar del Feltrano, pero las obras y fama más importantes que se extenderían por Europa todavía estaban por llegar.

Después de todos estos repetidos reveses, los boloñeses pidieron ayuda al papa Nicolás III,40 quien, debido a su moderación, les mandó a Bertoldo Orsini, su sobrino, con el título de conde de Romaña, con el objetivo de mediar y pacificar la situación en Bolonia y la Romaña.

Orsini se dio cuenta de que era mejor dejar de resolver las cosas con las armas y apaciguar a los Lambertazzi y los Geremei en Bolonia, que tratar de derrotar a los gibelinos de Forlí y que no podía encontrar otra solución que hacer volver a los Lambertazzi a Bolonia, devolverles sus propiedades y hacer las paces entre los gibelinos y los güelfos de esas tierras.

Y eso hizo, muy sabiamente.

Pero los Geremei aceptaron mejor esta decisión y consideraron que el pontífice, debido a la beligerancia de los gibelinos, debía combatirlos y no introducirlos en la ciudad.

Pero Bertoldo Orsini dijo que la Iglesia abrazaba a ambos y organizó la vuelta y un banquete de paz para ambas facciones, en el que también participó el Feltrano.41

Así que los Lambertazzi después de su exilio volvieron como hermanos a Bolonia y pareció haber paz.

Pero esa paz duró solo mientras Nicolás III estuvo vivo, pues murió poco después y el nuevo papa francés, Martín IV, no fue tan dócil con los gibelinos como el anterior.

Así que, inmediatamente después de la muerte de Nicolás III, los Geremei y los Lambertazzi volvieron a las manos y estos últimos fueron nuevamente expulsados de Bolonia y se refugiaron de nuevo en Faenza, entonces bajo el mando de Guido de Montefeltro.

Al mismo tiempo, los Geremei se dirigieron al papa francés electo y le pidieron que organizara un terrible ejército para acabar de una vez por todas con los gibelinos de la Romaña.

Así que, con el apoyo del nuevo pontífice y la ayuda del rey de Francia, Carlos II de Anjou, se organizó una verdadera cruzada definitiva al mando del general francés Jean d'Eppe (Giovanni d'Appia), para acabar de una vez de por todas con los últimos gibelinos que quedaban en Italia.

En esa época, tras las victorias sobre los herederos de Federico II y las violentas cruzadas contra los albigenses, el ejército francés era considerado imbatible y terrible y lo que vais a leer a partir de aquí pasó a la historia como la matanza dantesca del «montón sangriento» y os contará qué pasó y cómo acabaron las cosas.

Y también os contará, por primera vez desde hace siglos, por qué esa tierra permaneció irreductiblemente amiga del imperio y quién la había fundado realmente muchos años antes, en los tiempos de la antigua Roma.

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