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Durante el desayuno de la mañana siguiente, Slim juzgó que Mrs. Greyson estaba de buen humor, así que le hizo un gesto. A su llamada, los silbidos que llegaban desde la cocina como el trino de un pájaro viejo pero contento callaron de repente y se dirigió con pasos firmes, estrujando su delantal como si recordara a Slim la molestia que se estaba atreviendo a causar.

—Mr. Hardy… espero que todo sea de su agrado.

Él sonrió, pinchando el plato con un tenedor.

—Por supuesto. Estos huevos me recuerdan a mi difunta madre y a las delicias culinarias a las que estaba sometido cada día.

—Eso es… estupendo. ¿En qué puedo ayudarle?

—Ayer subí a Trelee. Me perdí un poco en el páramo, pero una señora mayor fue muy amable dándome indicaciones. Querría enviarle una nota de agradecimiento, pero me temo que he olvidado su nombre.

—¿Y por qué cree que yo lo sé?

—Dijo que vivía en la antigua casa de Amos Birch. ¿No conoce el nombre de los nuevos dueños?

—No tan nuevos: llevan allí una docena de años.

Slim mantuvo su sonrisa, pero asintió como para animarla a contarle más.

—Tinton —dijo Mrs. Greyson—. Maggie Tinton. Solo puedo decir que debe haberla pillado en un día bueno. La vieja bruja más desagradable de los alrededores. Y apuesto a que usted pensaba que yo era mala.

La sonrisa de Slim estaba empezando a hacer que le doliera la cara.

—Su marido, Trevor, es mucho más agradable. Solía ir a beber al Crown hasta que… bueno, hace algún tiempo de eso.

—¿De qué?

Mrs. Greyson desenrolló su delantal, se lo quitó y luego frunció el ceño, como si Slim le estuviera pidiendo que se saltara alguna frontera moral.

—Se hablaba… la gente decía que habían tenido algo que ver.

—¿Con qué?

—Con la desaparición de Amos —Antes de que Slim pudiera responder, añadió—: Es ridículo, por supuesto. Los Tinton vienen de Londres. No pueden haber sabido nada de Amos. Después de todo, Mary estuvo viviendo allí durante diez años después de que Amos desapareciera. Los Tinton se limitaron a encontrar una ganga.

—¿La gente cree de verdad que tuvieron algo que ver?

—Por supuesto que no. Solo era un rumor estúpido, pero ambos se ofendieron y, después de eso, se aislaron de la comunidad local.

—Parece que los conocía bien.

—Solía jugar al bridge en el local de la legión con Maggie, pero dejó de venir y nunca volvió.

—Es casi como reconocerse culpables.

—Les insultaron, nada más —dijo—. Se mudaron aquí para retirarse a la vida rural típica que se ve en televisión. Creo que esperaban una comunidad de gente simple que los esperaba con los brazos abiertos para llevarlos a las fiestas del pueblo y a los cafés de las mañanas. Cuando no consiguieron lo que querían, renunciaron.

—¿Pero no hay manera de que tuvieran algo que ver con la desaparición de Amos Birch?

Mrs. Greyson sacudió la cabeza.

—Absolutamente ninguna.

—¿Qué cree que pasó, entonces?

Mrs. Greyson puso los ojos en blanco.

—Pensaba que estábamos hablando de Mrs. Tinton.

—Debe creer algo. Parece que los conocía.

Mrs. Greyson se encogió de hombros y suspiró.

—Él huyó de su familia. ¿Qué hay que saber? Amos tenía mucho dinero guardado y estaba fuera a menudo en sus viajes de negocios, convenciones de relojeros y todo eso. ¿Quiere mi opinión? Tenía alguna querida en el extranjero y huyó para estar con ella.

—¿No hubiera sido más sencillo divorciarse de Mary?

Mrs. Greyson tomó de nuevo su delantal.

—No tengo tiempo para esto —dijo. Mientras se daba la vuelta y se dirigía a la cocina, añadió—: Disfrute de su paseo, Mr. Hardy.

Slim la miró frunciendo el ceño. No iba a sacar más de ella, estaba seguro, pero al mencionar a la otra mujer, sus mejillas habían tomado un color sonrosado que sin duda no tenían antes.

El Secreto Del Relojero

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