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Índices y demarcaciones del lapsus

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Pero entonces ¿cómo podemos reconocer que se trata de una conmutación incompleta (abortada, emergente, localizada, accidental)? Lamentablemente, no parece posible dar una respuesta determinante, completa, específica al respecto. No obstante, los lapsus no están exentos de marcas.

La síncopa rítmica es una de ellas, y presenta dos facetas: una faceta segmentable (una breve detención, una desligación a la derecha del lapsus), y una faceta suprasegmental (un descenso de entonación en toda o en parte de la expresión, que será más fácilmente reconocible si suprime un acento de grupo).

La autocorrección (o incluso, como mínimo, el auto-stop, como dice Bl.-N. Grunig8), por la cual el locutor señala la sustitución invirtiéndola.

Finalmente, la demarcación ritual (bueno, eh, no, perdón, quise decir…), que no precede obligatoriamente una autocorrección, y que, por ella sola, señala al menos la toma de conciencia por el locutor mismo de la sustitución anterior.

Síncopa rítmica, autocorrección o demarcación ritual son solamente índices (señalan la presencia del lapsus), sin ser marcas directas del lapsus mismo: el oyente, alertado, puede ampararse en el accidente y emprender la interpretación. Dichas marcas tendrían en tal caso, como indica C. F. Hockett9, el estatuto de metalapsus: un acompañamiento del mecanismo de sustitución que se señala al hacerse. Pero esas marcas no son determinantes, porque son facultativas, y no están presentes en numerosos lapsus estentóreos y obstinados; tampoco son completas, pues no son específicas: en el registro de la meta-enunciación, en efecto, serían aplicables a cualquier otro segmento de discurso mal o débilmente asumido por el locutor. Pero su estatuto meta-enunciativo indica que conciernen directamente a una instancia de control, que pone de manifiesto su actividad en el momento mismo en el que se descubre su falta. Las demarcaciones indexicales del lapsus participan de la dimensión de control y de asunción del discurso, en la que se supone que la instancia enunciativa se reconoce en todo momento en el propósito que se ha fijado: pero, precisamente, en el lapsus no se reconoce, y expresa ese desconocimiento por medio de una manifestación meta-enunciativa. Dichos índices aseguran, en suma, la mediación (embragues y desembragues) entre esa dimensión de control y el enunciado del lapsus.

A este respecto, las demarcaciones indexicales presentan diversos grados: la síncopa rítmica señala un ligero rebajamiento de la asunción, concomitante con la enunciación del lapsus, que podría explicarse simplemente por la percepción de un conflicto sensoriomotor entre dos articulaciones fonéticas; la demarcación ritual indica la suspensión provisional de la asunción, y la autocorrección, su denegación retrospectiva.

Podemos sacar una buena lección de esa incertidumbre: si resulta tan difícil encontrar marcas determinantes y específicas de la conmutación emergente, es tal vez porque la aproximación por vía de la sustitución es equivocada o incompleta. En efecto, solo concierne a lo que Hjelmslev llama constituyentes del plano de la expresión o del plano del contenido, mientras que todo indica que el lapsus pone más bien en juego los exponentes. El hecho de que los índices demarcativos afecten en lo esencial a los exponentes del plano de la expresión es ya una buena indicación; pero, mejor aún, cuando referimos esos índices demarcativos a fenómenos como el debilitamiento de la asunción enunciativa, por ejemplo, reclamamos los “exponentes” del plano del contenido, exponentes de intensidad y de cantidad. Formulamos aquí la hipótesis de que esos exponentes del plano del contenido, acentos y modulaciones intensivos y extensivos, nos permitirán acceder al esquema tensivo y discursivo del lapsus.

Esta hipótesis, por lo demás, está de acuerdo con ciertas observaciones de los fonetistas, los cuales han constatado que el tramo de un lapsus (el tamaño de la secuencia perturbada) coincide con frecuencia con la unidad de entonación (de seis a doce sílabas en promedio) cuando el lapsus recae sobre uno o varios fonemas, o con el grupo acentual (de dos a cuatro sílabas) cuando recae solamente sobre rasgos fonológicos10.

De eso resulta que el proceso de planificación del habla, subyacente a la producción del lapsus, coincide con modulaciones y con acentos, y lo que es aún mejor, que los esquemas prosódicos (intensidad y número) controlan aquí la aparición de los constituyentes mismos, inclusive cuando aparentemente no están programados.

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