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5 LA DIDÁCTICA DE LA GEOMETRÍA VARIABLE (2004-2010)
ОглавлениеLa campaña electoral de 2004 estuvo marcada por los atentados islamistas del 11-M. Tres días después de cometerse estos, ganó las elecciones el PSOE. Un desenlace que dejó sin habla al Aznar de los «desiertos remotos» y las «montañas lejanas», a ese Aznar que no encontró armas químicas en Irak, pero que no se subió por la cortina hasta el techo para esconderse porque el político español no necesita rectificar. El político español se cree que es por lo menos tan infalible como el papa, que tiene un don y punto. Pues bien, esas elecciones de 2004 las tenía ganadas el PP y las perdió José María Aznar precisamente por implicar a España en la guerra contra Irak haciendo caso omiso de la voluntad de las personas. Voy a explicar esta afirmación.
Que las autorías de los atentados fueran islamista o de ETA habría sido irrelevante en términos electorales si la implicación en el conflicto de Irak hubiese contado con el respaldo de la mayoría social, pero era justo al revés. Para que quede claro este planteamiento no hay más que comparar la reacción ante los atentados que se cometieron en el metro y en un autobús de Londres el 7 de julio de 2005, que nunca fueron atribuidos al IRA ni le costaron las elecciones a nadie. En España, el gobierno necesitaba que el autor de los atentados fuera ETA porque de lo contrario se considerarían una consecuencia de la implicación de España en la guerra de Irak. Y precisamente fue esto lo que percibió la gente, que reaccionó con contundencia.
El PP fue derrotado en las urnas y ganó contra todo pronóstico el PSOE de Zapatero con ciento sesenta y cuatro escaños por ciento cuarenta y ocho de los populares. A pesar de los resultados, los socialistas se impusieron únicamente en cuatro comunidades autónomas: Andalucía, con quince escaños de ventaja, otros tantos en Cataluña, tres en el País Vasco y dos en Aragón. Una ventaja de treinta y cinco escaños de los socialistas sobre el PP en cuatro territorios que quedó reducida a dieciséis por su desventaja en otros.
La primera legislatura de Zapatero podría calificarse de plácida. Como asuntos más llamativos podría decirse que bajo este gobierno del PSOE se aprobó la ley que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo, así como la ley de dependencia; se llevó adelante la regularización de ochocientos mil inmigrantes; se mantuvieron conversaciones con ETA; se dio carpetazo al Plan Ibarretxe, y se emprendió la reforma del Estatuto de autonomía de Cataluña. También en 2005 se sometió a referendo un proyecto de constitución europea que rechazó ese mismo año la sociedad francesa. El fracaso del Tratado Constitucional de 2004 dio lugar al Tratado de Lisboa como solución de emergencia. Este último acuerdo, al que se llegó el 13 de diciembre de 2007, propició que la Unión Europea disponga de personalidad jurídica, de unidad monetaria y del Banco Central Europeo (BCE). A partir de entonces, la Unión Europea tiene autoridad económica, pero su proceso de unificación política está inequívocamente interrumpido y así continuará en tanto el área de la Unión no sea más homogénea.
Rodríguez Zapatero no solo se encontró con un resultado electoral favorable, sino también con una economía en plena expansión en lo que podíamos llamar la España del pelotazo, un proceso en el que aumentaría aún más la desigualdad social: los ricos riquísimos, los propietarios del suelo vendiendo a ese precio que no se puede decir que no, los políticos y los burócratas imponiendo las normas y los constructores contratando dinero público. La gente de a pie como siempre, justitos a fin de mes. La economía crecía a base de ladrillo y de obra pública. Ya no se trataba de la cultura del dinero rápido como había advertido Nicolás Redondo, ahora podías hacerte millonario. La población hablaba de pelotazos mientras alicataban el litoral, construían infraestructuras sobredimensionadas, y los nuevos puertos deportivos se llenaban de barcos de una eslora media superior a la francesa. Toda esa locura la viví en primera persona y conocí a todo tipo de gente, incluso personas extraordinariamente comprometidas entre las rentas más altas.
Zapatero lideró a las personas normales durante los años de la gran estafa que se produjo en España en la primera década del siglo XXI. Fueron los años en los que se cambiaron las maletas por baúles para llevarse el futuro de los hijos y los nietos de la gente corriente. Era la estafa perfecta, en la que los políticos quemaban el dinero público en obras absurdas porque así se financia el bloque burocrático. A las personas les da lo mismo que quien estuviera al frente de todo fuera un bambi, pero hay que dejar claro que llenaron España de grúas, hicieron su negocio y desaparecieron llevándose incluso los ahorros de los abuelos. El elector mejor formado se sintió estafado y dejó de votar a este partido, pero ahora exige responsabilidades a quienes decidieron esas obras que no voy a especificar porque se podrían escribir libros enteros con ellas y se encuentran con facilidad en la red.
El PP había ocupado su posición en el contexto de la crisis económica desde el verano de 2007, y en octubre los dos grandes partidos estaban igualados en las encuestas. La intromisión de los obispos en la campaña solicitando el voto para el bien mayor en enero de 2008 y la espantada de Alberto Ruiz-Gallardón al verse excluido de las listas de Rajoy propiciaron un nuevo distanciamiento del PSOE ya en vísperas de las elecciones. El PP empleó sentido común apoyándose en Merkel y Sarkozy para recuperar sus posiciones y a partir de entonces recurrió al mantra de la limitación de los derechos de la población inmigrante, en un escenario de crisis, para volver a empatar en las encuestas. Sin embargo, el 21 de febrero se celebró un debate televisivo de corte económico en el que Pedro Solbes pulverizó al representante del PP, Manuel Pizarro. Ahí se terminó la contienda porque Solbes había dejado claro que en España no había crisis ni motivos para alarmarse sobre la marcha de la economía.
Esa confrontación entre Solbes y Pizarro fue el prólogo a los debates entre los dos candidatos presidenciables que, después de quince años, podían volver a enfrentarse en televisión. Zapatero y Rajoy se vieron las caras el 25 de febrero y el 4 de marzo y en ambos casos quedaron en tablas. Entre tanto, algunas cabezas visibles del PP tampoco fueron de demasiada ayuda para su partido en la campaña electoral. Por ejemplo, el entonces secretario ejecutivo de Comunicación del PP, Gabriel Elorriaga, comentó desde Londres determinada estrategia de la abstención, que le brindó al PSOE el factor movilizador que necesitaba. Rodrigo Rato estaba olvidado o ausente. Y Aznar irrumpió en la recta final de la campaña para terminar de estropear el resultado del PP. Su aparición no solo no aportó más votos, sino que perjudicó a Rajoy, porque movilizó a otros electores en contra del PP, lo que se tradujo en un mejor resultado de los socialistas.
Si en las elecciones generales de 2000, el PP obtuvo el 30,4% del censo electoral, progresando unos seiscientos mil votos con respecto a las elecciones de 1996, en las de 2008 alcanzó el 29,3%, progresando lo mismo. Conclusión: el candidato que pongan es irrelevante porque el resultado electoral es inequívocamente el de la marca PP.
Esas elecciones generales terminaron con unos datos bastante relevantes para los analistas. La suma de las candidaturas españolas del PSOE, PP, IU/ICV y UPyD proporcionó un nuevo récord del 88,8% de los votos válidos, mientras que la tasa de participación general registrada había retrocedido un par de puntos, del 75,7 al 73,3%. Hasta esas elecciones generales, cuanto mayor era la participación más votos válidos estaban sumando las candidaturas españolas. Se había registrado por primera vez en la historia de nuestro comportamiento electoral colectivo una concentración de voto en las candidaturas que cubren el ámbito estatal que era independiente de la participación general registrada. Eso significaba inequívocamente que se habían producido transferencias de voto muy importantes desde los electorados de los partidos autonómicos a los estatales. Decenas de miles de votantes típicos del PNV en el País Vasco y de ERC en Cataluña trasladaron su confianza al PSE-EE y el PSC respectivamente. Zapatero había seguido una estrategia diferente a la del PP en Cataluña: había impulsado el Estatut mientras que el PP lo había recurrido.
En resumen, la victoria del PSOE en 2004 puede considerarse una excepción territorial en un período iniciado en 1996, en el que el bipartidismo estaba dominado por el PP. A consecuencia de estos resultados, los populares se mostraron rabiosos durante toda la legislatura, y volvieron a perder las elecciones generales de 2008, con ciento cincuenta y cuatro escaños. Se demostraba así que esa rabia se transmite y la gente la percibe. El PSOE, con ciento sesenta y nueve escaños, había ganado en Andalucía, Cataluña, País Vasco, Aragón y Canarias. La España del pelotazo aún marchaba como una locomotora, el bloque burocrático español proporcionaba pleno empleo y el bipartidismo había establecido plusmarcas. Para hacernos una idea más precisa de esto último, cabe destacar que en aquellas elecciones generales solo hubo seis comunidades autónomas donde resultaron elegidos diputados distintos del PSOE o el PP: País Vasco (PNV), Cataluña (CIU, ERC e ICV), Madrid (IU y UPyD), Galicia (BNG), Canarias (CC) y Navarra (NaBai). Entre todos sumaron veintisiete escaños. Aún había dinero, con lo cual no había tensiones.
Sin embargo, la idea de que no había crisis se desvaneció enseguida porque la gente, y sobre todo los más jóvenes, empezó a quedarse sin trabajo. El elector se dio cuenta de que sí había crisis, y además profunda, y en octubre de 2009 el PP ganaba en las encuestas por más de tres puntos de ventaja. En cambio, como Zapatero se había impuesto un año antes negándola, no había modificado su discurso. El PSOE transfería más de un millón de sus votantes a otros partidos, se desmovilizaban otros tantos y con ello se vino abajo en todas las encuestas. El 68% de los entrevistados por el CIS desconfiaba de Zapatero y el 80% de Rajoy. Nunca antes el presidente y su principal opositor habían sido desaprobados simultáneamente con un porcentaje de personas semejante. Era un dato que había que tener muy en cuenta. Solo confiaban plenamente en ellos 7 millones de votantes socialistas y menos de 6 millones de populares. El barómetro del CIS de octubre de 2009 señaló además que Carme Chacón o Alfredo Pérez Rubalcaba serían mejores candidatos socialistas que Zapatero. Por su parte, el PP contaba con una ventaja en las encuestas que se debía a la dificultad del PSOE para encontrar electores afluentes, ya que el voto útil se había desactivado y así sigue. Ni abstencionistas, ni nacionalistas, ni comunistas u otros de la vieja izquierda votarían de nuevo al PSOE para hacer frente al PP.
En esta etapa, los dos partidos fueron hegemónicos sobre todos los demás mediante una confrontación que evidenció contradicciones con el interés general al llegar la crisis, cuando la sociedad y la Unión Europea exigieron la colaboración de ambos. Ambos partidos hicieron oídos sordos: el PSOE presentaba al PP como la derecha más reaccionaria de Europa mientras que los populares ninguneaban la gestión de los socialistas al frente del gobierno. Los países del norte estaban asombrados de ver a los españoles peleándose con el país patas arriba y dispuestos a despeñarse con un pedazo de PIB que podía arrastrar a toda la Unión. Comprendieron que somos otra cosa y se asustaron por nuestro tamaño. Como consecuencia de esta forma de relacionarse basada en el desencuentro en unas circunstancias que exigían el acuerdo, un número creciente de electores se fue distanciando de ambos partidos, al fin percibidos como iguales, muy alejados del mandato y convertidos definitivamente en familias político-económicas. Empezaba entonces el rosario de escándalos de unos y otros que desembocaron en el desprecio general hacia toda la clase política.
¿Qué posibilidades tenían los socialistas de remontar esta situación? Ninguna. A finales de 2009 el PSOE ya había despreciado sin contrapartidas electorales el voto útil nacionalista y también el de determinados abstencionistas mediante su pacto con el PP en el País Vasco. Se cometió un error estratégico descomunal porque, además de perder amigos, le habían regalado a los populares ese elemento moderador que necesitaban para mejorar su imagen.
En cuanto al PP, giró sobre sí mismo y se transformó sin dificultades en el gestor alternativo de la economía que estaba sin estrenar. Desde ese momento todo lo político-ideológico pasó a un segundo plano con lo que la transferencia directa del PSOE al PP arrojaba un diferencial de 1,5 millones de votos favorable a los de Rajoy. El cuadro se completaba con otras transferencias del PSOE hacia UPyD de más de trescientos mil electores y de casi cuatrocientos mil hacia IU/ICV. Los socialistas ya no podían ganar y no asumieron este hecho, porque los políticos viven en un mundo irreal en el que se creen capaces de levantar cualquier resultado. Nadie les dice nada porque en caso contrario no sale en la foto, y los asesores externos no caben porque el problema empieza por quien paga. Zapatero simbolizaba la transformación del PSOE en una herramienta gestora de los ajustes exigidos por Bruselas, una percepción que estaba costando votos. Además, se pensaba que en términos de mercado cualquier solución razonable exigía su sacrificio.
Los resultados de los partidos convencionales hegemónicos como el PSOE y el PP siempre se han configurado interelectoralmente y se optimizan en las campañas, aunque en esa optimización se decida quién se llevará las primas o lo fundamental del resultado político, esto es, cuál será la actualidad de la que nos informarán los periodistas. En 2009, la crisis ocupaba el centro de las preocupaciones de las personas y en consecuencia ya había fijado el eje sobre el que tenían que decidirse más votos en las siguientes elecciones generales. En otoño de ese año, el PSOE carecía de factores aglutinantes porque estos eran de naturaleza económica y Zapatero había perdido la confianza de la mayoría social. Lejos de dirigir un mensaje para exponer la gravedad de la situación y requerir la colaboración de todos (que es lo único que podría hacer para tratar de recomponer la situación), Zapatero habló de brotes verdes, planes E y hasta de coches eléctricos como posibles soluciones para materializar el cambio del modelo productivo hacia unos objetivos y en unos plazos que tampoco explicaba. Se empeñaba en intentar convencer al elector de que pronto vería la luz cuando este ya sabía lo que estaba pasando. La conclusión lógica es que Zapatero estaba doblemente fuera de la realidad.
A un año de las elecciones en el PP trabajaban para que los votantes próximos al PSOE dieran por perdida su hegemonía electoral. «Caerán como fruta madura», decían los populares, siempre enfrentados al PSOE con el antisocial lema de cuanto peor (para todos) mejor (para nosotros), que naturalmente el elector medio anotó y subrayó.
En las elecciones europeas de 2009 todas las encuestas, salvo una, daban como ganador al PP, seguido por el PSOE y a gran distancia IU, UPyD y dos candidaturas nacionalistas. El estudio número 2800 del CIS era el único que arrojaba unos resultados distintos y daba como vencedor al PSOE. En las tablas de resultados de ese estudio, que se puede consultar en la red, se encuentra la información que permite calcular la intención de voto y afirmar sin ningún género de duda que con esos datos el PP debería haber sido estimado como el partido político más votado. Pensando de mejor a peor, no se trata tanto de un problema con la técnica de la pregunta (el entrevistador no debe sugerir) como más bien un problema con la técnica de estimación que quizá no funciona con muestras exageradamente desviadas en voto declarado como es el caso. Sin embargo, todo tiene unos límites y con los datos del estudio 2800 del CIS ganaba el PP con las dos técnicas de estimación que utilizo. De hecho, con cualquier técnica que utilice cualquiera. Quedaron mal en tiempos preelectorales dentro del sector profesional y poselectoralmente con todo el mundo, porque ganó el PP, tal como auguraban todas las encuestas.