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PRÓLOGO EL HOMBRE QUE VIO QUE LA MONTAÑA SE MOVÍA
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ENRIC JULIANA
Tuve noticia de Jaime Miquel en la plaza de la Mare de Déu de Valencia, una de las más bellas de la ciudad, donde los valencianos celebran la festividad de la Geperudeta, un lugar muy apacible entre semana. Sentados en una terraza, un amigo valenciano me dijo: «Tendrías que conocer a Jaime Miquel, es un analista electoral que va por libre, con unas teorías muy interesantes sobre lo que puede ocurrir en España en los próximos años. Dice que el actual sistema de partidos ya no es capaz de absorber todo el malestar que la crisis va a provocar...». Primavera de 2013.
Hice caso a Salvador Giménez, uno de esos valencianos vivaces que oyen crecer la hierba, y me puse en contacto con el hombre que se crio entre encuestas. Jaime Miquel, de origen valenciano, es hijo de uno de los introductores de los sondeos de opinión en España, allá en la década de 1960. Delegado del Instituto Gallup en España, su padre dirigió las primeras encuestas para conocer la popularidad del joven príncipe Don Juan Carlos de Borbón. Mientras su progenitor radiografiaba la Transición, Jaime estudiaba Geografía y se adentraba en el oficio paterno comenzando desde abajo, como entrevistador. Antes que fraile ha sido cocinero.
Quedamos un día para tomar café en Madrid y lo que más me sorprendió de aquel tipo alto, enjuto y algo quijotesco fue la convicción con la que defiende sus razonamientos, sin ondulaciones especulativas. Respeta los datos, pero no se columpia con ello. Tiene una teoría general de España. Me dijo: «En este país se está configurando una gran zona de ruptura, desde la izquierda, pero también desde el centro y la derecha; desde la periferia, pero también desde el centro. Cada vez habrá más gente que se colocará enfrente del sistema, pidiendo cambios en profundidad. Por el momento no tienen ni un programa, ni un partido que los represente, incluso plantean cosas contradictorias, pero en esa plaza cada vez hay más gente. Mira cómo va creciendo el número de gente que no sabe lo que haría si hoy se convocasen elecciones. Puede llegar el momento en que los dos partidos principales no sumen el 50% de los votos y que la suma de los votos de «ruptura» sea mayor. Verás como en España pronto se empieza a hablar de la conveniencia de una gran coalición entre PP y PSOE».
Miquel añadió, además, el siguiente pronóstico: «UPyD difícilmente será el gran sintetizador de esta situación. Tiene un enfoque demasiado viejo de la política. Ha colocado el discurso sobre la unidad de España en el centro de su programa político y con sus reclamos para fortalecer el Estado central y debilitar las autonomías solo va a conseguir que en Madrid les aplaudan mucho y que en las distintas periferias se les observe con cierto recelo, ya no solo digo en Cataluña y el País Vasco. Se equivocan. Con ese discurso no obtendrán mucho más de un millón de votos en las próximas elecciones europeas». Diciembre de 2013.
Tomé nota de las palabras de Jaime Miquel. Las apunté en una libreta y al cabo de cinco meses pude comprobar que, efectivamente, UPyD apenas superaba el millón de votos en las elecciones al Parlamento Europeo que tuvieron lugar el día 25 de mayo de 2014. Concretamente, el partido magenta obtuvo 1.015.994 votos, el 6,5% de los sufragios emitidos. Cuatro eurodiputados. El partido que parecía destinado a representar una «tercera vía» entre PP y PSOE se veía súbitamente desbordado por una nueva agrupación electoral denominada Podemos que obtenía 1.245.948 votos (7,9%) y cinco eurodiputados. Al cabo de una semana, el rey Juan Carlos I anunciaba su abdicación y la situación política española entraba en una fase de agitación sin precedentes. Sin precedentes, efectivamente: sin la sombra amenazante de un golpe militar, sin terrorismo y sin violencia política en las calles. Por primera vez en su historia, España afrontaba una crisis de calado plenamente insertada en las coordenadas políticas y culturales de la democracia liberal europea.
Por pura casualidad, el día de la abdicación tuve la oportunidad de conocer, a través de otro amigo común, a Juan Carlos Monedero, uno de los promotores de ese ente llamado Podemos, del que tanto se hablaba aquellos días. Habíamos quedado para almorzar y Monedero, hombre con tendencia a la hiperactividad, llegó bastante agitado. No podía ser de otra manera, dada la noticia del día. «Nos están llamando de Izquierda Unida para que nos pronunciemos inmediatamente a favor de la Tercera República y no hay forma de hacerles entender que esto no es lo que hoy preocupa a la gente. La gente hoy quiere decidir, quiere retomar la democracia, no regresar a 1931». Volví a tomar nota. Y de nuevo pensé en uno de los comentarios de Jaime Miquel meses atrás, en una cafetería de la calle Príncipe de Vergara de Madrid: «Cuando me refiero a la zona de ruptura, no estoy hablando de derecha e izquierda; en la zona de ruptura hay gente de distintas tendencias y orientaciones que en un futuro pueden llegar a ser muy antagonistas, lo que les une es que han decidido ponerse “enfrente” del estado actual de las cosas para exigir cambios. Son muchos y diversos, pero su contingente principal es la nueva generación de españoles educada plenamente en democracia, liberada del recuerdo del autoritarismo y del reclamo sentimental de la Transición, gente que quiere una verdadera convergencia europea. Fíjate bien. Quieren más democracia, exigencia de responsabilidades, transparencia; son intransigentes ante la corrupción y diría que empiezan a detestar aquel cuadro de Goya en el museo del Prado en el que aparecen dos hombres enterrados hasta las rodillas, moliéndose a garrotazos».
Ha pasado un año desde la abdicación del rey Juan Carlos y parece que haya transcurrido una eternidad. Las recientes elecciones municipales y autonómicas han sido muy explícitas. Más de lo que muchos pensaban. De entre las personas que en España vieron venir la ola, Jaime Miquel merece una mención especial. La vio venir y le dio un nombre: zona de ruptura. Al escribir estas líneas recuerdo una de las escenas más inquietantes de la película Interestellar, estrenada hace unos meses. En busca de un nuevo hogar para los humanos, una nave espacial logra posarse en un planeta que parece cubierto por una tranquila y no muy profunda capa de agua. Al fondo se observa una silueta oscura que parece una cadena montañosa. Todo está en orden, todo está tranquilo, hasta que uno de los exploradores descubre que las montañas no son montañas y que una inmensa muralla de agua se les está acercando.
Una fenomenal ola de descontento está recorriendo España y parece ser más alta de lo que había previsto el discurso oficial. Jaime Miquel nos explica en este libro cuáles son las energías sociales que la han puesto en marcha, cuál es su velocidad de desplazamiento y la oportunidad de cambio positivo que significa para el país, si gente ágil y con mentalidad abierta sabe surfearla y reconducirla. El título del libro —cosecha Miquel— es de lo más sugerente que se ha escrito desde que el horizonte comenzó a moverse.
ENRIC JULIANA
Madrid, 2 de junio de 2015