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Quién es quién

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Pericles, nacido en 495 a. C. en el seno de una familia aristocrática ateniense, tuvo en su juventud una formación muy completa al abrigo de algunos de los filósofos de moda. Se inició en la política dentro del partido democrático, que lideró desde 461 a. C. Hizo aprobar en asamblea varias reformas democráticas con la oposición de las oligarquías locales.

En 454 a. C. fue nombrado strategós, o jefe militar, y se dedicó a subrayar la supremacía ateniense dentro de la Liga de Delos. Fomentó la construcción de naves de guerra y la creación de colonias atenienses en el Egeo.

Desde 443 a. C., como máxima autoridad política de Atenas, fue responsable directo del empeoramiento de relaciones con Esparta que desembocó en la guerra del Peloponeso y que, después de su muerte, acabaría con la derrota ateniense y el fin de la hegemonía de la polis.

Murió en 429 a. C., víctima de una peste que asoló la región del Ática.

Su gobierno fue una época de mecenazgo y florecimiento de las ciencias y las artes en Atenas. Se rodeó de dramaturgos como Eurípides y Sófocles, historiadores como Heródoto de Halicarnaso y Tucídides, el filósofo Sócrates o los escultores Fidias y Policleto.

Su mayor legado lo constituye el complejo arquitectónico de la Acrópolis, llevado a cabo bajo la dirección de Fidias. Destaca en el conjunto el Partenón (construido entre 447 y 438 a. C.), dedicado a Atenea, la diosa patrona de Atenas. Los frontones, relieves y metopas del Partenón responden a un programa iconográfico concebido para ensalzar las virtudes míticas, morales y políticas que, en opinión de los atenienses, hacían de su ciudad el centro del mundo.

El historiador Tucídides pone en su boca este discurso en su obra Historia de la Guerra del Peloponeso II, 34-46.

Tucídides, historiador griego (460-395 a. C.) de origen aristocrático, ejerció diversos cargos en Atenas antes de entregarse a la labor historiográfica. Su Historia de la Guerra del Peloponeso es, probablemente, la primera obra histórica nacional en la que no intervienen los dioses y se intentan explicar de manera ordenada las causas, los acontecimientos y las consecuencias de un hito histórico. Aunque contemporáneo de los hechos narrados en su obra, es evidente que Tucídides no pudo estar en todos los lugares donde se desarrollaba la acción. Así, y refiriéndose a los discursos recogidos en su libro, él mismo reconoce que se trataría de reconstrucciones aproximadas que intentarían preservar el sentido general:

En cuanto a los discursos pronunciados ante la inminencia de la guerra o durante esta, ante la dificultad de rememorar sus propios términos, tanto los oídos por mí como los de ajena información, he formulado la elocución que me pareció más apropiada a las circunstancias, ciñéndome estrictamente al pensamiento general de lo realmente pronunciado.

(Historia de la Guerra del Peloponeso, I, 22)

Tucídides escribió este discurso años después de que fuera pronunciado y una vez que Atenas ya había sido derrotada. Por todo ello, ya en la Antigüedad, Plutarco, en su Vida de Pericles, dudaba de la autoría del discurso y señalaba al historiador. Del mismo modo, también hay en la actualidad investigadores que creen que la alocución no fue compuesta por Pericles, sino por el propio Tucídides, y que, más que el discurso fúnebre de Pericles a los muertos durante el primer año de la guerra, se trata del discurso fúnebre de Tucídides a la Atenas vencida que, a pesar de la derrota, comenzaba a presentarse ya como un paradigma universal de cultura cívica. El elogio fúnebre a los caídos en combate sería, en realidad, nada más que un pretexto para enaltecer a Atenas y resaltar la vigencia eterna de su patrimonio.

Aspasia, originaria de la ciudad de Mileto (¿470-400? a. C.), fue una hetaira que se convirtió en amante permanente de Pericles tras conocerse en el burdel que ella regentaba en Atenas. Poseía una educación exquisita, frecuentaba a los más importantes intelectuales de la ciudad y ella misma era una experta en diversas disciplinas como la retórica y la logografía —se denominaba «logógrafos» a los historiadores y cronistas anteriores a Heródoto, el considerado Padre de la Historia—. Por su posición junto al hombre fuerte de Atenas, y por su propia valía personal, Aspasia fue la única mujer de la Grecia clásica que desempeñó un papel de importancia y propio en la esfera pública. Más aún, precisamente por sus conocimientos de retórica y redacción de textos, algunos investigadores creen que su mano podría encontrarse detrás de la redacción del discurso funerario de Pericles.

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