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Virtudes básicas de Atenas

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Entramos ahora en la parte central del discurso, en donde se describe el espíritu ateniense. Para Pericles, el régimen democrático de Atenas, que fue tomado como modelo de gobierno por otras ciudades griegas, tenía como principal virtud que no se buscaba el beneficio de unos pocos, sino del conjunto, y esto se lograba mediante la participación directa de la población, aunque en realidad era un privilegio exclusivo de los varones libres. Esta igualdad de todos los ciudadanos atenienses es política, pero no económica; ahora bien, también los más pobres pueden prestar un servicio a la ciudad. Tal vez la expresión «con tal que pueda hacer bien y provecho a la república» pone como condición que aquellos que poseen menos recursos materiales participen también en el servicio militar.

A continuación, Pericles pinta un cuadro idealizado de la sociedad ateniense: se vive en libertad, no hay envidia por la fortuna ajena y todo el mundo respeta las leyes, haciendo hincapié en la defensa del más débil. Y lo que es más sorprendente, dado el tono fúnebre del discurso: expone los numerosos pasatiempos de los que disfrutan los atenienses y las magníficas instalaciones de recreo. Por último subraya la capacidad comercial de la polis, fruto en gran medida de la actividad de la flota. La exposición conjunta de estos rasgos implica un mensaje claro por parte de Pericles: ninguna otra ciudad goza de todas estas ventajas; quizás algunas, pero no todas.

El precio a pagar por vivir en este País de las Maravillas es el servicio militar en caso de conflicto. Sin mencionarlos expresamente en un primer instante, alude a los enemigos espartanos al decir que en Atenas

permitimos que nuestra ciudad sea común a todas las gentes y naciones, sin vedar ni prohibir a persona natural o extranjera ver ni aprender lo que bien les pareciere, no escondiendo nuestras cosas aunque pueda aprovechar a los enemigos verlas y aprenderlas…

Se está refiriendo a los ilotas y otra población dependiente de Esparta pero desprovista de derechos. Esparta es el estado militarista que los esclaviza, expulsa a los extranjeros y utiliza a los aliados en los combates. Y es más: no se atreven a atacar si saben que los atenienses están listos para defenderse, una insinuación poco sutil sobre su perfidia y presunta cobardía. Atenas, por el contrario, es un estado cosmopolita que basa sus éxitos en las virtudes de sus ciudadanos libres y sus alianzas.

Ya metido en la cuestión, Pericles alaba las virtudes atenienses como opuestas a las espartanas: moderación pese a la riqueza de la ciudad, modestia y templanza. Amor por la belleza y la sencillez, deseo de conocimiento y progreso. Generosidad y benevolencia. ¿Quién no firmaría poseer estas virtudes?

En resumen, para Pericles, Atenas es «una escuela de doctrina, una regla para toda la Grecia y un cuerpo bastante y suficiente para administrar y dirigir bien a muchas gentes en cualquier género de cosas». Y esto ha sucedido gracias a las virtudes de sus habitantes. En otras palabras: la materia prima era la mejor, y de ahí ha surgido la mejor ciudad-imperio. En la victoria y en la derrota, que las ha habido, y los presentes las recuerdan, los atenienses son los mejores.

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