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Tercera etapa. El texto

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La tercera y última parte del proceso es la elaboración del texto. Es una etapa fundamental y al igual que a la preparación se le suele dedicar menos tiempo y atención de la que requiere. La más espléndida de las entrevistas sirve de poco si el periodista no hace bien el trabajo de transformar la conversación en un texto bien escrito, pues como hemos reiterado, no se trata de transcribir tal cual lo que dijeron uno y otro, sino de convertir la materia prima que son los apuntes y la transcripción de la entrevista en un texto ajustado a las normas, el ritmo y el estilo del lenguaje escrito que es diferente al lenguaje hablado.

La redacción de la entrevista consiste en elaborar un texto que dé cuenta y respete el eje fundamental de la conversación, sus elementos centrales y, por supuesto, el sentido de lo que el entrevistado dijo. Es un trabajo artesanal que requiere, como ya decíamos, de tiempo y pericia.

Dice Bastenier: “La misma idea de la entrevista es una utopía periodística: llevar a cabo una transcripción del lenguaje hablado al escrito, como si eso fuera posible, y, sobre todo, como si pudiera tener algún sentido”, y añade: “Lo que nos dice el entrevistado es siempre literalmente inmanejable […] no soñemos con que es posible o conveniente transcribir, porque lo que hay que hacer es escribir”.,

Por esta razón, afirma:

La entrevista no es el espacio de tiempo consumido con alguien con quien conversamos, sino algo que luego publicamos después de una ardua interpretación de lo que nos han dicho. La entrevista en el sentido físico, material, es un encuentro con otra persona que se prolonga, habitualmente, de media hora a una hora, tiempo durante el cual la grabadora ha registrado una tormenta sonora, un tráfago de ruidos, ambiente, voces e interrupciones, repeticiones, equivocaciones, en cuyo seno se halla oculta, agazapada, esperando, incluso, que no reparemos en ella la entrevista. Como un minero o un espeleólogo, el periodista tendrá que zambullirse en ese magma, preferentemente con la ayuda de un bloc en el que ha tomado las notas imprescindibles, para seguir las huellas de la entrevista —de una de las varias posibles, hasta relativamente distintas entre sí, que se contienen en la conversación— y darle caza para su publicación. Hallar el rastro de migas que ha dejado Pulgarcito para que podamos encontrar el camino de vuelta de la conversación al papel..

Halperín señala que la transcripción no sirve sino como materia prima porque “tiene más palabras que las necesarias (balbuceos, reiteraciones, medias palabras) y menos información de la que hace falta (no trae gestos, los climas, la modulación de la voz, los énfasis, la elocuencia de los silencios)”./

Para Janet Malcom, este trabajo de “traducción” es un imperativo:

Cuando un periodista tiene que citar al sujeto al que ha entrevistado tiene la obligación, no sólo para con el entrevistador sino también para con el lector, de convertir en prosa sus discursos. Sólo el más despiadado (o inepto) de los periodistas reproducirá literalmente sus manifestaciones sin reescribir lo que en la vida real nuestro oído transforma de manera automática e instantánea.Q

¿Qué pasa con la fidelidad a las palabras del entrevistado si intervenimos la transcripción? La pregunta es recurrente y vale la pena responderla porque alguien podría malinterpretar y creer que esta labor de transformar la conversación en un texto es una licencia para que el periodista invente y haga lo que quiera. Nada más alejado de lo que proponemos. Por el contario, si este trabajo se hace bien, la fidelidad a lo que dijo el entrevistado se potencia porque su decir resulta más claro y contundente. No es inventar ni añadir nada. No significa modificar el sentido de lo que dijo sino ordenarlo para que se entienda mejor. La fidelidad es al sentido de la conversación no al código oral si éste resulta confuso para el lector. Perdemos fidelidad si se omite información relevante o por el contrario si ésta se exagera, si se tergiversa algún dicho o si se saca de contexto una expresión. Se pueden cometer atrocidades éticas manteniendo la literalidad de las expresiones, pero trastocando por completo el sentido de una entrevista y es posible también conseguir una total fidelidad aunque la manera de enunciar las palabras no sea absolutamente literal.

Dice Halperín:

Existe un compromiso ineludible con el lector de ser fiel al espíritu del diálogo, pero la verdad no habita en la suma de palabras, frases y balbuceos emitidos por periodista y entrevistado durante su conversación. Los periodistas no somos aparatos de grabación y videos; somos personas a quienes se nos confía la tarea de oficiar de nexo entre el personaje y el público […] Cortar, sintetizar, amalgamar, relacionar, recompaginar, a veces hasta reconstruir muy cuidadosamente una expresión —cuidando estrictamente de no desvirtuar la personalidad del entrevistado— son tareas cotidianas del entrevistador”.W

Es muy importante cuidar que en esta intención de dar orden no se cometan atropellos. Advierte Grijelmo: “En cualquier caso, las respuestas no pueden perder la naturalidad con que seguramente fueron pronunciadas. Nunca ha de reelaborarse el estilo del hablante de modo que se escriban frases que nadie usaría jamás al expresarse verbalmente”.E

Un ejemplo puede ayudar a aclarar este tema. En la entrevista al podólogo que aparece en este libro la primera pregunta es:

—¿Qué sintió la primera vez que tocó los pies de un desconocido?

La respuesta literal fue: “Bueno pues… este… La primera sensación fue como todo, asco, y jovencito como estaba era medio escandaloso, agarrar los primeros pies y en cuanto se fue el paciente me tallé hasta con tierra las manos y cuanta cosa, por el asco de agarrar pies”.

La respuesta editada quedó así: “La primera sensación fue de asco y como estaba jovencito era medio escandaloso. En cuanto se fue el paciente me tallé las manos hasta con tierra”.

Vemos que el sentido de la respuesta se mantiene, que se presentan sus propias palabras y que no se inventó nada, solamente se trabajó en la redacción para que su dicho quedara más claro y legible.

El orden

Una conversación siempre tiene su dosis de caos. De lo que se trata entonces es de extraer lo mejor de ella en función de lo que pueda interesar al lector, de darle orden, de quitarle lo mucho que sobra, de añadirle lo poco que debe faltarle (un verbo, un artículo, algún dato) y presentarla de manera interesante y legible en un escrito. Para ello, dice Bastenier, el periodista

tendrá que hacer corte y confección, buscar, recortar, repelar, adjuntar lo que nos han querido decir, aquello que nos ha llegado de la manera caótica que corresponde al lenguaje hablado. Por eso, la entrevista es una obra hasta cierto punto de ficción, porque prácticamente nada ha ocurrido tal y como lo contamos; pero lo que debería haber ocurrido, lo que de verdad expresa lo que los protagonistas querían que ocurriera, eso es lo que contamos”.R

Alex Haley, entrevistador de grandes personajes en la época previa a las computadoras, decía:

Una vez reunido el material, tomo las tijeras y empiezo a cortar. Muchas veces corto sólo un párrafo o un renglón, muchas veces una página entera y lo que saco lo voy poniendo en cajas de cartón. Luego vuelvo a las cajas, veo de nuevo el material y lo pongo en el suelo (que es donde realmente se confecciona la entrevista); después monto las piezas, como hacen con las películas, y las redacto a máquina.T

Diversos autores coinciden en que el orden cronológico en que se realizó la entrevista no necesariamente tiene que coincidir con el orden en que se plantea el texto. Si habíamos dicho que normalmente las primeras preguntas se refieren a cuestiones más generales y ligeras es probable que no nos ayuden a elaborar una entrada interesante, pero en algunas ocasiones sí funciona la secuencia original.

En cualquier caso, el texto debe seguir una lógica narrativa. No puede ser la concatenación de temas desarticulados. Por eso decíamos que el periodista debe analizar la información, agruparla, tejer los temas y las transiciones entre ellos, ligar los párrafos, recrear un diálogo fluido. Tendrá que elegir cuáles de los elementos que no formaron parte del diálogo (ambiente, entorno, vestimenta y reacciones del entrevistado, etc.) son significativos, y cómo y dónde hay que colocarlos. La redacción del texto implica elaborar secuencias, mantener el ritmo, enfatizar y marcar pausas. Por eso, antes de escribir, el periodista debe tener clara la estructura; por dónde empezará, cómo se ligarán los temas y cuál será el final. No hay recetas. Depende del propósito de cada caso.

Antes de escribir, el periodista habrá también decidido, o asumido, cuál será el formato que dará a la entrevista. Esta decisión dependerá de la combinación de diversos factores: el medio de comunicación y sus normas, la sección en que se publicará, el tema, el entrevistador, el espacio disponible, etc. De los tipos de entrevista y su clasificación se han ocupado diversos autores y sus propuestas tienen una utilidad más bien analítica. En términos prácticos me parece que el planteamiento de formatos que hace Bastenier resulta muy útil.

Las dos modalidades principales de la entrevista son: (a) pregunta-respuesta, que no necesita mayor explicación, y puede hacerse con entradilla (presentación o lead) o sin ella, aunque prefiero la primera fórmula, y (b) lo que llamo “romanceada”, en la que el periodista describe ambiente y personaje, es él quien nos cuenta lo que le ha dicho la persona entrevistada, y sólo cuando lo considera necesario entrecomilla algunas de sus declaraciones”.Y

Sea el formato que sea, la entrevista debe incluir los datos básicos: el nombre completo del entrevistado, su ocupación, su edad o fecha de nacimiento y algunos elementos relevantes de su biografía. Conviene también establecer, si lo hay, el motivo de la entrevista (acaba de publicar un libro, está en la ciudad para participar en un congreso, recibió un premio, fue protagonista de un hecho relevante, etc.).

La entrevista comparte los principios básicos de cualquier texto periodístico. Un título atractivo y claro. (En este caso suele ser una frase entrecomillada del entrevistado.) Una entrada que “enganche” al lector, que marque el tono y que establezca con claridad de qué va el texto. Un desarrollo fluido y articulado. Un remate que tenga “sabor” a final, esto es, que produzca en el lector la sensación de que ya terminó y que no dé vuelta a la página para buscar la continuación del relato. El último párrafo es el postre que brindamos al lector por haber llegado al final de nuestro texto. Se trata de una frase concluyente, pero sin moraleja ni sermón.

En la entrevista a la señora Zárate (récord Guiness por el programa de televisión sobre cocina más longevo) la última pregunta es:

—¿Seguirá en la cocina?

—Sí, hasta donde Dios quiera que aguante. Dicen que Dios no me va a llamar hasta que no se le acabe la cocinera que tiene.

Estos últimos párrafos dan una mayor sensación de cierre que una pregunta como: “¿Cuál es el platillo de su niñez?”.

La parte final del proceso es la puesta en página. Es un trabajo que recae en el editor y los diseñadores, pero nunca está demás que el reportero se involucre en montar su texto, elegir los pies de foto, proponer entresacados y revisar pruebas.

La ética

A lo largo de todo el proceso de la entrevista periodística hay una dimensión ética que debemos considerar, pues como dice García Márquez: «La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón».U

Kapuscinski afirma que los periodistas

trabajamos con la materia más delicada de ese mundo: la gente. Con nuestras palabras, con lo que escribimos sobre ellos, podemos destruirles la vida […] Desde este punto de vista nuestro criterio ético debe basarse en el respeto a la integridad y la imagen del otro. Porque, insisto, nosotros nos vamos y nunca más regresamos, pero lo que escribimos sobre las personas se queda con ellas por el resto de su vida.I

Desde el momento que nos planteamos realizar una entrevista aparecen las preguntas éticas: ¿para qué?, ¿para quién?, ¿cómo?, ¿con qué finalidad? La manera en que la solicitamos y en que diseñamos las preguntas, en que nos presentamos ante el entrevistado y nos relacionamos con él, el modo en que le hacemos las preguntas, especialmente cuando son difíciles o dolorosas, la forma de editar sus respuestas, la elección de la fotografía. Todo el proceso está atravesado por esta dimensión ética. Lo sepamos o no, lo queramos o no. Porque la persona a la que entrevistamos se pone en nuestras manos, y por lo tanto adquirimos una responsabilidad en torno a ella. Nosotros somos los mediadores de su voz. Lo que dice por medio de nosotros y lo que nosotros decimos de ella, tiene consecuencias. Es un imperativo mantener en todo momento el respeto por la persona, incluso en aquellos casos en los que lo que haya hecho o lo que haya dicho nos resulte hasta detestable. Debemos considerar en todo momento los principios fundamentales de la ética periodística: veracidad, independencia y responsabilidad.

Javier Darío Restrepo nos recuerda que en periodismo no podemos separar ética y técnica. Si trabajamos con profesionalismo a lo largo del proceso de elaboración de la entrevista periodística, y si lo hacemos con el cuidado debido tendremos al final una buena entrevista. No sólo porque está bien hecha, sino porque al estar bien hecha ayudará al lector a conocer mejor su entorno, a hacerse una mejor idea de los hechos y de las personas que la rodean. Con ello tendrá un buen insumo que le ayudará a tomar decisiones y a asumir posturas más informadas sobre lo que ocurre a su alrededor. Habrá pasado además un buen rato.

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