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GOLPES EN LA ARENA
ОглавлениеA Pier Paolo Pasolini
I
Golpes en la arena: certeza de la muerte.
Cómo escapar cuando no hay escapatoria.
La sangre del poeta en la playa de Ostia
anuncia una noche cruel, terrible, tenebrosa.
El odio amenaza siempre las libres mentes.
Cambian los tiempos, los espacios cambian: ahora,
Roma, mil novecientos setenta y cinco, noviembre;
entonces, Granada, treinta y seis, agosto crece.
Caballos de Federico llaman sin demora
a las golondrinas de Pier Paolo, preciosas.
II
Madre, madre, madre, su voz casi inaudible.
Las botas lo golpean con enorme dureza,
pero el corazón habla, ve, escucha, sensible.
La infancia son recuerdos del Friul, Ruda, qué belleza.
Susana acaricia sus cabellos, muy tierna,
sus cálidas palabras dan al mundo pureza.
En la arena, golpeado, comprende el cine,
el ingenio auténtico. Resulta indistinguible
el dolor de María por Jesús, que un día ella
llevase a la pantalla, del actual, invisible.
III
Conocer y amar, amar y conocer
orientaron su vida. Incesante afán
por encontrar hermosura en la inmediatez
de las madrugadas romanas. La claridad
de unos cuerpos dorados se enfrenta a la maldad.
La maldad es la incomprensión de la sociedad,
las injusticias típicas que inflige el poder
a los humildes de Ponte Mammolo, arrabal
de Roma, de Italia, del planeta. Crueldad
de los asesinos que provoca la estrechez.
IV
La vida se escapa, mientras oye las aguas.
Imagina, ingenuo, que las formas acuáticas
son testigos de su desgracia, que estas olas
contemplan, indignadas, cual si fuesen sus obras,
el fin de un ser humano antes de la aurora.
Poemas, novelas, películas, magia humana.
Recuerda cuánto le gustaban esas veladas
con sus amigos: Ninetto, Alberto, Laura.
Hablaban de la vida y el arte hasta altas horas,
noble amistad contra las fuerzas destructoras.
V
Las lágrimas que vierte Pier Paolo en la arena
son las lágrimas que vertía cuando el recuerdo
de su hermano Guido inundaba su pena.
¡Oh, querido Guido! Bueno, justo, guerrero
por un mundo mejor, caído en febrero.
Noche oscura en Ostia. La hiriente tristeza
se transforma en milagro artístico: un compañero,
al que llaman Riccè, digno en la pobreza,
como salvara una golondrina del hundimiento,
salva a Pier Paolo para el arte eterno.