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Nota editorial

Este es el tercer título de nuestra colección LETRA X LETRA – EPISTOLAR. Y aunque hace parte de esa escritura (epistolográfica) que nace de un decir que se le envía a otro (cercano o lejano, vivo o muerto, real o imaginario), es un volumen que brilla por su contraste y autonomía. Como lo aclara uno de sus compiladores y editores literarios, Javier Naranjo, no siempre los textos suelen ser cartas en el sentido tradicional que las conocemos o las hemos nombrado; a veces son quejas directas, confesiones tristes, secretos revelados, declaraciones rabiosas, fragmentos de memorias, mínimas autobiografías… O sea, aunque el formato es el epistolar, su escritura transita por muchos lugares, y el alma que las envuelve es algo que, como editores, preferimos llamar poesía, pero una poesía de la vida, cotidiana, de las emociones, de las alegrías y los dolores, las amarguras y los recuerdos hondos. Lo bello de estas cartas, raras y únicas, radica en el hecho, como dice Naranjo, de que fueron escritas por aquellos que no están en nuestro radar de famosos y reconocidos, sino que son, como la mayoría de nosotros, ciudadanos y habitantes de las calles y los caminos; cartas que, a su manera, le pueden pertenecer a cualquiera cuando, a decir verdad, nos expresamos con nuestras palabras más sinceras y propias (las que nacen de nuestros sentimientos), y que no han pasado por ninguna norma ni regla de lenguaje: nuestro decir no-domesticado. Lo bello y conmovedor de estas cartas-textos-escritos es que los talleristas que las incitaron (Javier Naranjo y Orlanda Agudelo) lograron que los participantes (pertenecientes la mayoría al diverso mundo de la palabra, la docencia y la escritura) “sacaran” algo de la poesía personal que los acompaña, que los ha hecho ser lo que son, a su pesar o contento: en esto, Javier y Orlanda hacen magia; hoy en día, en este mundo nuestro, en el que es una necesidad aprender a convivir con la realidad y sus máscaras, mientras logramos conquistar un lugar, es harto difícil llegar a una escritura como esta: tan desnuda de corazón. Como editorial celebramos, desde que llegó a nuestras manos, este manuscrito: es un privilegio presentarlo a los lectores. Y, por último, algo sobre la unificación y el registro de la escritura: como editores y correctores estamos obsesionados con la correcta sintaxis y gramática, con la diafanidad y univocidad que ofrece la norma lingüística; este manuscrito, por decirlo así, exige su propia manera de ser leído: aquí, los errores no son errores, son huellas y alma de quien escribe. Por eso, cada carta es un pequeño mundo que pide paciencia para ser conocido y explorado. Dicho de otra manera: cada carta es la que edita nuestra manera de leer y comprender; incomoda, si hay resistencia; ilumina, si hay apertura. Es este un libro, sí, pero también es un coro y un hermoso viaje por cada caminito que son estas vidas. Y, lo mejor, un coro de otredades sobre nuestra realidad colombiana y latinoamericana, que tanto necesitamos seguir conociendo.

Juan Felipe Restrepo David

Lo que mi voz leía

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