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Pinie Katz no evita la polémica ni la ironía. Cuando explica cómo surgieron muchos diarios en la Argentina, dice: “Con una máquina para imprimir los anuncios de los teatros (que necesitaban de letras grandes, de modo que los imprenteros debían abastecerse de ellas), el dueño de la imprenta pensaba: ‘¿Por qué van a estar las máquinas apagadas cuando no hay que prensar para el teatro? Linotipistas hay y pueden trabajar. Y si hace falta, podemos contratar a algunos chicos que pueden aprender… La redacción es el menor problema: hay tantos judíos en esta comunidad que quieren mostrar sus conocimientos y jóvenes que quieren ver sus nombres impresos, y por otro lado tenemos una tijera para recortar y pegar notas de otros periódicos… No hay que hacerse problema, ya sabemos cuál es el secreto y seguramente ya va a aparecer alguien que se va a adjudicar el título de ‘redactor’ sin dinero, para traducir las crónicas de los grandes diarios de la tarde y escribir algunos buenos artículos’”.

Katz cuenta anécdotas, regala detalles interesantes y siempre aporta información. Si no fuera por su libro, ¿quién sabría que un editor desde Buenos Aires le pagó a Scholem Aleijem por un cuento original titulado “Di Goldschpiners”? Sí: apareció por entregas en la revista Di Idishe Hofenung y quien lo consiguió (y pagó) fue Jacob Joselevich. El cuento llegó por correo y era una pieza a la que se le rendía reverencia: “Circulaba en la organización de mano en mano y yo, que era en realidad un extraño, pero que me sentía como en casa entre ellos, vi la pequeña carta y el manuscrito. Lo tuve en mis propias manos y lo leí”, recuerda Katz.

En buena medida, su libro también es un libro de retratos. Aparecen delineados todos los pioneros: el ya mencionado Abraham Vermont (1868-1916), “un periodista salvaje” y “un periodista del caos”; Jacob Sh. Liachovitzky (1874-1938), que “se infectó con el sionismo y operó en todos los frentes”; Jacob Joselevich (1859-1921), cuyo estilo “era el de los poetas clásicos del pueblo judío, y en su escritura había una especie de dialéctica como no la tuvo ninguno de los escritores de aquella generación”; Mijl Hacohen Sinay (1877-1958), “hijo de un rabino que también había escrito algunas piezas referidas a la religión, nacido en Grodno y empleado como maestro en la colonia de Moisés Ville”; Schapiro (¿?-¿?), un kropotkinista que “era una personita linda, con bigotes oscuros, con una vocecita como la de un ‘primer amante’, que actuaba en el escenario del teatro judío”; Leon Jazanovich (1882-1925), el famoso activista de Poalei Tzion para quien “la ortodoxia marxista era teoría y lo importante era la acción”; P. Shprinberg (¿?-¿?), que como era “el hijo de un hombre de mucho dinero y no tenía oficio, se le ocurrió hacer un negocio con un periódico ilustrado”; y muchos otros.


Ficha de ingreso al Idisher Literatn un Dyurnalistn Farain in Argentine [Sociedad de Escritores y Periodistas Israelitas en la Argentina] completada por Mijl Hacohen Sinay.

Los periódicos se escribían con orgullo: si no nosotros, ¿quién?; si no ahora, ¿cuándo?; y si no aquí, ¿dónde? Los hizo, como me dijo una vez la escritora Perla Sneh, una generación que respondía al ideal de los sastres poetas y de los obreros intelectuales, en el que la participación política pasaba por la cultura, y la cultura no era erudición sino un modo de vida.

Por eso en este libro también hay polémicas. Hay algunas ajenas, como la que Die Volks Stimme mantiene con los administradores de la JCA, donde, según escribe Katz, “nunca aparecen los nombres reales de los colonos [que publican cartas de denuncia], que solo figuran con apodos. Del mismo modo, el administrador de la colonia de Entre Ríos se llama Haman el Segundo y el de Moisés Ville, el Negro Egipcio”. Hay también polémicas propias, como esa que el propio Katz mantiene con Jacob Sh. Liachovitzky, iniciador del diario Di Ydische Zaitung y periodista célebre, definido por el historiador Boleslao Lewin como “el más exuberante fundador de publicaciones periódicas en ídish”… aunque Katz dice que “reina sobre él, en todos los círculos, cierta falta de reconocimiento, como si ya se hubiera retirado de la vida comunitaria”.

Y por último, hay polémicas que giran en torno a estos mismos Apuntes…: habiendo leído el libro, Lázaro Liacho (gran escritor en idioma español, hijo de Liachovitzky) lo describe en el año 1938 como “ese panfleto ignominioso y traidor de Pinie Katz” que está “plagado de inexactitudes, de inventos miserables que buscan denigrar a las personas de las cuales pretende hacer historia, rebajándolas intencionalmente”.


Documento argentino de Mijl Hacohen Sinay (“Miguel José Sinay”), emitido en agosto de 1923.

En medio de las polémicas, esta nueva edición anotada intenta dar contexto y reponer algo de lo que se ha olvidado a lo largo de casi 100 años. Muchas de las notas corresponden a citas de Mijl Hacohen Sinay, que también leyó estos Apuntes… y los comentó en una serie autobiográfica que publicó en la revista Der Shpigl/El Espejo. A veces discutió a Katz: “Yo no entiendo de dónde saca Katz que…”, “Conociendo como conozco a Katz hace tantos años, y sabiendo que escribe con una responsabilidad tan poco común, me es de verdad una gran sorpresa que se haya permitido anotar sin certeza…”, “Esto no es correcto…”, “Pinie Katz se dio cuenta luego de lo absurdo de la historia, ya que…”. A través de las notas al pie, Katz y Sinay, dos compañeros de generación, dialogan y agrandan la lectura de este libro.

La caja de letras

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