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Un poco de prehistoria como introducción

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El periodismo judío en la Argentina surge al mismo tiempo, quizás, que la comunidad. Por eso, si es bien archivado puede servir al escritor que trabaje sobre la historia de la colectividad y ser una brújula en la evaluación de la vida comunitaria, social y cultural, y de las fuerzas que aquí la influencian. Yo conozco el desarrollo de la comunidad ya que por mi actividad de los últimos 20 años, y a través de los datos que he reunido en las charlas que tuve con activistas mayores, me fue fácil demostrar los motivos que hicieron a las particularidades de la prensa judía en la Argentina.

Algunos de los creadores, editores y redactores de las primeras publicaciones periodísticas viven todavía y he recibido de ellos noticias directas junto con sus materiales. De otros, que ya han fallecido, tengo sus escritos ante mis ojos, como si estuvieran ellos aún aquí, con todo el ímpetu de su vida y la influencia que han dejado. No voy a hacer una investigación demasiado exhaustiva, sino que me dedicaré a los hechos tal como yo mismo los he visto, escuchado y evaluado.

Como introducción, y por la posibilidad que tengo de evaluar la influencia que tuvo la prensa judía, voy a permitirme traer el hecho histórico del comienzo de la comunidad judía en la Argentina.

A comienzos de 1889, 120 familias de Podolia, alrededor de Kamenetz, de los pueblos de Vinkovitz, Zinkov, Smotrich, Graidik y Lantznkrinen, comenzaron a viajar hacia Israel y a trabajar allí la tierra. Por eso fueron enviados dos delegados a París para hablar con el Barón Rothschild (1). Sin embargo, él desistió de colonizarlos. Pero allí los encontró un hecho glorioso: un tal Veneziani –pero no aquel que después fue director de la JCA (2) en la Argentina– se cruzó con ellos y les dio la idea de viajar a la Argentina. Para tal propósito él estaba a punto de comprar, a través del cónsul argentino en París, tierras en la provincia de Santa Fe. Ellos deberían pagar no más de 400 francos y podrían llegar a ser como nativos allí. La idea era que a cada familia le tocara 150 hectáreas. En ese momento, en Podolia había gente con poder adquisitivo, pero no tanto, y los enviados estuvieron de acuerdo en que viajar a la Argentina no iba a demandar un gasto extra porque el gobierno argentino repartía 40 mil boletos gratis entre sus cónsules europeos para quienes quisieran viajar, con determinado estatus social y económico, hacia la Argentina. Y como los podolier eran gente de buena reputación, podían gozar de este beneficio.

El 15 de agosto de 1889, entonces, 120 familias podolier llegaron a Buenos Aires, pero se enteraron de que sus tierras ya habían sido vendidas a otras personas porque el gobierno argentino no sabía de las operaciones del cónsul de París. El gobierno quiso compensarlos en ese momento y les informó que había tierras alrededor de La Plata –a una hora de tren desde Buenos Aires– que se pagaban en 700 o 800 pesos por hectárea y que se podían conseguir en condiciones muy sencillas. El gobierno también les dio ayuda en cuestión de agronomía, demostrándoles cómo debía ser cultivada la nueva región.

Aunque los judíos tenían miedo de que los quisieran esclavizar y un grupo de ellos no estaba a favor de esta colonización, lo cierto es que las 120 familias fueron la semilla de la comunidad en la Argentina. Con ellas comenzó el Barón de Hirsch (3) la colonización y ellas fueron las que le dieron un marco cultural a la vida judía.

Como dijimos, en Buenos Aires se encontraban los podolier –o como los llamaban en ese momento, los kamenetzer–. Sin embargo, también había otros que no podían ser pensados como un elemento positivo para la comunidad. Cuando llegaron los podolier, ya había aquí un grupo de judíos asimilados que habían venido de Alemania y de Alsacia. A pesar de que formaban una comunidad y de que en 1888 ya tenían su propio rabino, no se daban a conocer como judíos. Su rabino era un tal Henry Joseph (4), que hacía casamientos entre judíos y católicos, demostrando muy pobremente su judaísmo. Había también algunos judíos sefaradíes de Gibraltar y de Marruecos, y también judíos árabes, que son considerados por nosotros, los askenazíes, como “turcos” [“turkn”] hasta el día de hoy. Estos “turcos” tenían sus propios grupos de diez para rezar, sus entidades de beneficencia y de sepelios, sus reuniones para estudiar Torá y sus propias asociaciones sionistas.

Los que también vivían en Buenos Aires eran los comerciantes de mujeres (5) y sus víctimas, y las familias de éstas, que habían sido traídas de Varsovia, Odesa, Bucarest, Lemberg, Galitzia, Estambul, El Cairo y Londres, y que pasaban vergüenza por la condición de sus hijas. A pesar de todo, este grupo tenía sus propias asociaciones con templos y hacía la vida religiosa como si fuera decente.

También había gente llegada de Europa que vino con todo su judaísmo y sus particularidades. Gente que no solo trajo un kadish y un aniversario por los avergonzados papá y mamá, sino también un jazán y un shamash (6), un entierro con una alcancía (7), otra para Meir Baal Hanes (8) y halukka (9) (y ya en aquel entonces venían emisarios que obtenían grandes beneficios yendo casa por casa con ventanas tapadas y carteles rojos (10)), que iba a comer latkes con chicharrones de ganso, a jugar a las cartas (11), a comer arenque con pastrami kosher y pepinos en vinagre. También trajo el ídish con el dialecto polaco, el rumano y el besaraber, que sonaban libremente en los dos centros de este yishuv (12): la zona de las calles Libertad, Talcahuano, Lavalle y Corrientes; y la de las calles al sur del puerto.

Los judíos de Europa Oriental que no se dedicaban al comercio deshonroso de mujeres eran vendedores de objetos usados, comerciantes, jazanes y bedeles de sinagoga que aportaban “judaísmo” para los señores (13), y sastres y modistas que cosían para aquellos y para sus víctimas. Eran muy pocos los que no tenían trato con ellos. Había otra profesión cerca de esta gente: la de escribir cartas de las “señoritas” para sus padres. A esto se dedicaron muchos de los futuros periodistas. También eran buscados por esta gente los cocineros y los mozos judíos, trabajo del que no pueden vanagloriarse los “honestos” de hoy en día. Los comerciantes de mujeres, a través de los cocineros y los mozos, también buscaban relacionarse con estas familias para su propio provecho.

Los que llegaron en 1889 fueron los primeros colonos del Barón de Hirsch. Un tal Loewenthal, que estaba en ese momento con el ingeniero Cullen (14) en una misión del gobierno argentino, se interesó por estos inmigrantes que buscaban tierras para colonizar. Cuando Loewenthal volvió a París habló de este tema con el Barón de Hirsch, y luego regresó como colonizador para el suelo que había comprado el Barón en la provincia de Santa Fe, en Moisés Ville y Palacios, adonde fueron a asentarse los podolier (15). Al tiempo llegaron los de Grodno y luego los rumanos. Todos ellos fueron recibidos parcialmente y colonizados en Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires, donde fundaron la Colonia Mauricio.

La comunidad en Buenos Aires también comenzó a crecer. El nombre de la colonización judía en la Argentina traía desde Europa a algunos que tenían su dinero ahorrado y querían ser colonizados. Era gente de oficio, curiosa, pero también había estafadores. Todos querían hacerse la América aquí. Algunos de los embaucadores llegaron escapando. La guerra ruso-japonesa de 1898 trajo a algunos desertores también, aunque la ciudad recibió el mayor crecimiento por los agricultores que escaparon de las colonias.

Los años iniciales de la colonización fueron muy difíciles en todos los aspectos. Faltaban posibilidades y conocimientos para el trabajo. Las dificultades del transporte llevaron a malvender los primeros productos recibidos de la tierra. Los colonos no tenían una buena metodología de siembra y no le veían demasiado futuro a las cosechas. La vieja mentalidad era la de “el dinerillo es el mundillo” y los antiguos comerciantes empezaron a sentir que ésta no era la famosa “América” que se imaginaban. Los administradores de la JCA los trataban como si fueran absolutamente extraños, aunque algunos funcionarios sí fueron considerados como ángeles excepcionales. En general, el trato era inquisitorial: se relacionaban con los colonos como si estos fueran esclavos, pero hay que reconocer que a veces los colonos tenían pedidos infantiles, insólitos para personas adultas que debían tomar para sí la responsabilidad de ser pioneras en la tierra. Así, los colonos eran una mezcla de esclavos y niños de papá.

Al mismo tiempo, la filantropía y la burocracia se juntaban, de modo que el colono fue un producto raro de un gran ideal para el judío pobre que tanto padecía en Europa del Este. Realmente llama la atención que los primeros colonos fueran tratados por los administradores como sirvientes y que a la vez se comportaran como niños enfurecidos y malcriados: algunos de ellos, que ni siquiera sabían sostener un hacha y se quedaban esperando la ayuda que les daban en las proveedurías del Barón de Hirsch, terminaron dejando las colonias.

A pesar de que no estoy escribiendo la historia de la colonización judía en la Argentina, debo agregar que no todos los que abandonaron las colonias vinieron a la ciudad. Algunos se colonizaron en otras comunidades con condiciones similares a las que daba la JCA, pero sin sus administradores ni su sistema, y no sabemos si hoy siguen siendo campesinos o si ahora son príncipes, o incluso si todavía se siguen dedicando al trabajo de la tierra.

Una gran corriente de colonos escapó a la ciudad durante la administración de Cohan en Moisés Ville (16), cuando se dieron los hechos que se reflejan en el primer periódico judío de Buenos Aires, Der Viderkol, publicado el día 14 del mes de Adar del año תרנח; es decir, a comienzos de marzo de 1898. Se mencionan en un artículo colérico cuyo título es “Di Inkvizitzion” [“La Inquisición”], escrito por Gershom Bartz, que empieza con el primer versículo del libro de la Biblia “Lamentaciones”: “¿Quién tiene tantas lágrimas para que yo pueda llorar día y noche por los muertos de mi pueblo?”. En este artículo se pide a los lectores que visiten los conventillos (17) adonde llegaron los colonos escapando de la lamentable Moisés Ville, en las calles Cuyo –hoy Sarmiento– y Corrientes. El autor de aquel artículo escribe que en los conventillos van a lanzar un gemido y también derramar una lágrima.

El artículo viene con el retrato fotográfico del colono Hirsh Tzainshtejer, que está de pie, descalzo, atornillado a un elemento de tortura de la época de la Inquisición, que parece que fue aportado por la policía local. Pero también menciona métodos modernos inquisitoriales, como el castigo con la fusta, la quemadura en la punta de los dedos, la tortura con sed… Este tipo de métodos todavía son utilizados en las comisarías alejadas, como un vestigio del Santo Oficio. Esa imagen fue reproducida de una fotografía que hasta hoy se puede ver en la casa de algunos pobladores antiguos de la zona. Yo la vi en la del fallecido activista Leon Jazanovich, cuando estuvo de visita por las colonias en el año 1909. Él la había recibido de Israel Zangwill (18), quien la usó como un documento testimonial en el proceso que llevó a cabo contra la JCA en Londres.

Entre 1889 y 1898, la comunidad judía en Buenos Aires creció. No tenemos una cifra exacta, pero Mijl Hacohen Sinay, en el feuilleton (19) impreso en el primer número de Der Viderkol, en marzo de 1898, escribe: “Aquí hay una cantidad importante de judíos. Entre ellos hay escritores y maskilim (20) a los que la pluma no les es extraña…”.

Entre los escritores y maskilim estaban Jacob Joselevich, un antiguo inmigrante de Europa nacido en Lituania, que había trabajado en Odesa y Varsovia, y que en la Argentina fue dueño de una fábrica de níquel, adscripto a Hovevei Tzion (21) y muy reconocido en su tiempo en Odesa, influenciado por Mendele Mojer Sforim (22); también Moshé Beib Lilienblum; Schlomo Liebeschutz, relojero de Kurland y sionista, con una cultura iluminista muy importante; Fabián Sh. Halevy, de Płock, un maskil que antes de vivir en Buenos Aires pasó algunos años en Lodz; Volf Zeitlin, un judío estudioso que tenía una imprenta; Zalman Levin, que luego fue redactor de Der Pauk y Di Blum; Abraham Vermont, un políglota de Rumania que tenía un pasado oscuro y mítico, con una educación de escuela católica catequizante, un bohemio siempre en contacto con los cafés y con el ambiente de las “casas” (23), cuya primera actividad periodística fue en las ciudades orientales y después en Buenos Aires, donde trabajó incluso en periódicos no judíos, y que se jactaba de atreverse a decir toda la verdad, como indica en el primer número de Der Viderkol; Jacob Liachovitzky, un muchacho que se infectó con el sionismo y operó en todos los frentes; Mijl Hacohen Sinay, hijo de un rabino que también había escrito algunas piezas referidas a la religión, nacido en Grodno y empleado como maestro en la colonia de Moisés Ville.

También había otros estudiosos y miembros de la intelligentsia que habían llegado a la Argentina para cumplir con el ideal de trabajar la tierra: los conocidos Mordejai Alpersohn y Abraham Rosenfeld, de la colonia Mauricio; Noé Cociovich, de Moisés Ville; los hermanos Shimon y Moshé Bustilnik, de Clara; y otros… A este grupo se agregaba el actual diputado Doctor Enrique Dickmann, que en esa época era un estudiante de Medicina y socialista asimilado que se movía en el ambiente judío dando clases de español.

Buenos Aires ya tenía en ese año una organización de trabajadores, que es la actual Bikur Jolim (24); también estaba la famosa Chevrah Keduscha (25), fundada en 1894 por el rabino de los alemanes, Henry Joseph; la Untershtitung Kassa (26), fundada en 1892 con sello alemán (que luego fue la Ezrah (27)); la Poalei Tzedek (28), con un templo y un grupo que se llamaba Hovevei Tzion; y una organización ortodoxa sionista, Zijron Schmuel (29), denominada así en honor al rabino Shmuel Mohilever (30).

En una palabra, teníamos aquí una especie de comunidad y algunas cosas para hacer. Solo faltaba un diario que agregara insultos, ataques personales y chantajes; o sea, todo lo que caracterizó a la colectividad judía argentina, como demuestra la vida de los periódicos de no mucho tiempo atrás.

1- El Barón Edmond Benjamin James de Rothschild vivió entre 1845 y 1934, y fue uno de los filántropos más importantes de su tiempo. Miembro de una familia de banqueros legendarios y poderosos, se convirtió en uno de los promotores más fuertes del sionismo.

2- Jewish Colonization Association.

3- El Barón Moritz (o Maurice) von Hirsch, que vivió entre 1831 y 1896, fue uno de los filántropos más importantes de fines del siglo XIX. Como el Barón Rothschild, apoyó el éxodo judío del Imperio Zarista, pero, a diferencia de él, se ocupó de dirigirlo hacia América. Para eso fundó en 1891 la Jewish Colonization Association (JCA).

La JCA compró tierras principalmente en la Argentina, Brasil, Canadá y Estados Unidos, apoyada en un capital de dos millones de libras esterlinas (equivalentes a 120 millones de libras del año 2020), aunque poco tiempo después el Barón lo cuadruplicó. La organización del Barón de Hirsch llegó a superar en su monto a todos los fondos públicos judíos de Europa y de América juntos y fue, en definitiva, la organización benéfica más grande del mundo finisecular. Su filantropía estaba concebida como un negocio en el que los capitales invertidos debían crecer sin pausa para realimentar la obra, y donde los colonos debían pagar sus tierras en cuotas anuales.

La primera colonia judía argentina se fundó en 1891 en las inmediaciones de la estación de tren de Carlos Casares, en la provincia de Buenos Aires, y se llamó “Mauricio”. Antes, en 1889, había sido fundada Moisés Ville, en la provincia de Santa Fe (por colonos independientes), y entonces también fue tomada por la JCA. A lo largo del siglo XX fueron creadas decenas de colonias: de ellas surgió la leyenda de los gauchos judíos y la mística de las cooperativas agrícolas. En 1925, con el florecimiento económico y cultural del sistema, se estimaba una población de 35 mil judíos en el campo argentino, sumando colonos, artesanos y comerciantes. A las colonias mencionadas se agregaron Barón Hirsch y Médanos (en la provincia de Buenos Aires); Montefiore (en Santa Fe); Lucienville, Clara, San Antonio, López y Berro, Santa Isabel, Palmar Yatay, Louis Oungre, Leonard Cohen, Avigdor, Walter Moss y Curbelo (en Entre Ríos); Nacisse Leven y Villa Alba (en La Pampa); Dora (en Santiago del Estero), Roca (en Río Negro); y Charata (en el Chaco). La JCA se retiró de la Argentina en 1975, pero todavía continúa existiendo en Israel, donde promueve el desarrollo agropecuario, educativo y turístico en Galilea y Negev.

4- Henry Joseph, comerciante inglés, fue el primer rabino de Buenos Aires. Llegó al país a fines de la década de 1850, participó en 1862 de la fundación de la Congregación Israelita de la República Argentina y en 1882 fue nombrado rabino por Lazar Isidor, Gran Rabino del Consistorio Central de Francia. “Sus conocimientos de judaísmo”, escriben Ricardo Feierstein y Perla Sneh en Comunidad judía de Buenos Aires 1894-1994, “eran insuficientes y más bien intuitivos; un judío debía ‘creer en Dios, hacer obras de beneficencia y comportarse decentemente’”. Murió el 25 de mayo de 1913.

5- Conocidos como tmeiim. “Tmeiim” significa “impuros” en hebreo y así es como los judíos llamaban a sus correligionarios ligados a la trata de mujeres. “Entre 1880 y 1930, Buenos Aires era considerada en Europa como el mayor centro de comercio de mujeres”, escribe Víctor A. Mirelman en En búsqueda de una identidad: Los inmigrantes judíos en Buenos Aires, 1890-1930. Las mujeres eran tomadas de familias pobres de Europa del Este y la mayoría eran engañadas con promesas de casamiento en América. Mirelman halló una primera referencia a comerciantes judíos de mujeres en la edición del Buenos Aires Herald del 18 de septiembre de 1879; y afirma que en 1909, 102 prostíbulos (de un total de 199 en la ciudad) estaban supervisados por regentes judíos.

En Colonia Mauricio: Memorias de un colono judío, Mordejai Alpersohn recuerda que, a su arribo a la Argentina en 1891, en el Hotel de Inmigrantes, un representante de la JCA le advirtió al grupo recién llegado: “Aquí no hay judíos honrados. Solo existen estas almas sucias, la resaca del género humano. Las pocas familias honorables, de origen inglés y español, por culpa de los tmeiim se avergüenzan de decir que son judías…”.

La colectividad luchó contra los traficantes y los boicoteó durante años en la vida comunitaria, no sin debates internos. Finalmente, la organización de trata más grande –la Zwi Migdal– fue desbaratada en 1930 y sus 424 miembros fueron capturados.

6- Un bedel de sinagoga.

7- Según se practicaba la caridad en un velorio.

8- Según la tradición, alguien que perdió algo o alguien que tiene un problema debe hacer una donación a Rabi Meir Baal Hanes para obtener la gracia. Rabi Meir Baal Hanes, también conocido como “Rabi Meir”, vivió en el siglo III d.C. y yace en la ciudad de Tiberías, en Israel.

9- Aporte a los judíos religiosos que vivían en Israel.

10- Se refiere a los prostíbulos administrados por los comerciantes judíos, adonde también los religiosos iban a buscar dinero.

11- En Januca.

12- Asentamiento comunitario judío.

13- Es decir, comerciantes de mujeres.

14- Charles Edmond Cullen, ingeniero agrónomo británico.

15- Wilhelm Loewenthal, un médico higienista que se encontraba en una misión del gobierno argentino para estudiar la sanidad en las colonias, recibió el encargo de parte de la Alliance Israélite Universelle de evaluar el estado de los colonos judíos recientemente asentados en Santa Fe. Cuando llegó a la primitiva Moisés Ville, el 23 de octubre de 1889, encontró un sitio semisalvaje, lleno de necesidades. En su libro Cómo fue la inmigración judía en la Argentina, Boleslao Lewin considera a Loewenthal como “el inspirador” del Barón de Hirsch. “Mientras viva, voy a recordar el rostro majestuoso de este judío digno”, escribió Mordejai Alpersohn en Colonia Mauricio, “su esbelta, magnífica figura y sobre todo sus negros ojos magnéticos, cuya mirada ninguno de nosotros podía sostener más de un segundo”.

16- Michel Cohan administró Moisés Ville entre 1893 y 1902, y dejó su marca consiguiendo cierta pujanza en la economía de la colonia gracias a la introducción de nuevos cultivos (como la alfalfa), pero también tuvo que enfrentar una rebelión de colonos que envió una delegación a la sede de la JCA en París para pedir su remoción, alegando prácticas autoritarias, maltratos y la imposibilidad de pagar –por las malas cosechas y las plagas– la cuota de la tierra. “En el trabajo de Michel Cohan hubo una montaña de cuentos y leyendas de los cuales es difícil saber la realidad”, escribe David Goldman –el hijo del primer rabino de Moisés Ville– en el libro Di Iuden in Argentine, en 1914. “Cohan era una persona autoritaria ante la que los colonos temblaban cuando abrían la boca”, sigue Goldman. Pero también: “Cohan es, sin lugar a dudas, el mayor organizador y el más hábil administrador que la JCA tuvo en sus colonias. Sus ideas económicas fueron el resultado de una praxis de varios años […] Él fue el primero que llevó a Moisés Ville árboles paraíso, plantó alfalfa, cercó los campos con alambre y construyó grandes depósitos para los productos agropecuarios necesarios. Por su influencia sobre los directores [de la JCA] de París y de Buenos Aires, se fundó en Moisés Ville una fábrica de leche que resultó de gran ayuda para los antiguos colonos y para los nuevos, de los alrededores […] Cohan tomó el puesto de administrador de la colonia Moisés Ville en el año 1893 con una población de 27 familias y nueve mil hectáreas de tierra. Cuando abandonó su cargo, en 1902, dejó a la colonia con 400 familias y 111 mil hectáreas”.

17- [Nota de Pinie Katz] Conventillos– Cada casa está compuesta por una pequeña pieza de tres por tres, donde está también la cocina. En estas piecitas viven aún muchas familias. A veces, la cantidad de piecitas llega a 200 en un patio y están construidas como un cajón. Cada familia debe lavar ropa propia o ajena, y trabaja también en confección de ropa traída de los grandes negocios. Además llegan niños para ser cuidados. Es para imaginar la estrechez, la suciedad y el ruido. El juego de los niños, dispersos y sucios entre la basura, se da junto a las peleas de las mujeres y los insultos de los hombres, a veces bajo la música de un acordeón, el grito de un italiano que ofrece fruta, los árabes que van con su mercancía, los judíos que pasan vendiendo manteles en cuotas y la guitarra que suena al viejo estilo y que improvisa su lamento de la ancha y lejana pampa. En las calles céntricas de la ciudad van desapareciendo los conventillos, pero todavía quedan bastantes. Los de Cuyo 1419, hoy Sarmiento, y Corrientes 1365, fueron especialmente conocidos por la gran cantidad de judíos que alojaban. Allí también vivían los schojets y los que se dedicaban al culto.

18- Escritor británico, vivió entre 1864 y 1926. Primero fue un aliado del Doctor Theodor Herzl y de su sionismo, pero luego se convirtió en un defensor del sionismo territorialista, que pregonaba que los judíos podían vivir en comunidad en cualquier lado y no solo en Israel.

19- Género periodístico finisecular, solía adoptar las formas de artículo literario, crítica, comentario sobre arte o de interés humano. No debe ser confundido con el folletín por entregas.

20- Educadores, sabios y hombres cultos en general, seguidores de ideas iluministas.

21- Movimiento de repatriación a la Tierra de Israel a través de la agricultura. Primitivo sionismo político.

22- “Mendele Mojer Sforim” es el pseudónimo de Sholem Yankev Abramovich, uno de los autores fundadores de la literatura ídish moderna. Vivió entre 1836 y 1917, y su ascendiente fue tan grande que la Enciclopedia Judía –publicada entre 1901 y 1906– lo apoda “el Cervantes judío”.

23- Es decir, prostíbulos.

24- Se refiere a la Unión Obrera Israelita de Socorros Mutuos para Enfermos [Idisher Arbeter Farain far Gegnzaitiker Hilf], cuya secretaría estaba en el 136 de la calle Ombú, actual Pasteur.

25- La “Chevrah Keduscha Aschkenazi” [Piadosa Compañía Asquenazí] nació para dar sepultura a los judíos de Buenos Aires, ayudar a los humildes y encargarse de las viudas y de los huérfanos. Se convirtió en la organización judía con más socios y recursos, y en 1949 cambió su nombre a Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).

26- Sociedad de beneficencia de judíos rusos aburguesados.

27- Fundada en 1900, la Sociedad Israelita de Beneficencia y Socorros Mutuos Ezrah creó en 1921 el Hospital Israelita de Buenos Aires.

28- Según Mijl Hacohen Sinay en 50 años atrás: El génesis de la comunidad israelita en la Argentina, su autobiografía seriada, publicada en la revista Der Shpigl/El Espejo entre 1944 y 1947: “Esta organización tenía el objetivo de ser un lugar para rezar. Los miembros eran comerciantes y durante muchos años el presidente fue Soli Borok. El sitio estaba en Talcahuano entre Córdoba y Viamonte”. La Poalei Tzedek quería organizar su propia compañía de sepelios pero la Chevrah Keduscha lo hizo antes.

29- Una de las primeras agrupaciones del sionismo argentino, fundada por el rabino Mordejai Reuben Hacohen Sinay, padre de Mijl Hacohen Sinay.

30- Pionero del sionismo, vivió entre 1824 y 1898. Fue uno de los iniciadores del movimiento Hovevei Tzion y convenció al Barón Rothschild de financiar la colonia Ekron, en la Tierra de Israel.

La caja de letras

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