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ОглавлениеPinie Katz (en el centro) y otros periodistas de Di Presse. Fuente: Archivo Di Presse, IWO de Buenos Aires.
Pinie Katz fue un periodista libre, un escritor famoso, un traductor dedicado, un fundador inteligente (creó y trabajó en el diario Di Presse entre 1918 y 1952), un líder sindical activo y un apasionado creador de instituciones culturales. Fue, a decir de Shmuel Rollansky, “un rabí de la palabra” y “el último de los primeros de la prensa judía en la Argentina”. En un obituario de Katz en el diario Di Ydische Zaitung, Rollansky escribió que “sus páginas acerca de los pioneros de la palabra impresa en la Argentina fueron la base para la posterior escritura sobre la prensa judía en la Argentina”.
Pinie Katz nació el 20 de diciembre de 1881 en Groseles (Grossulov; hoy su nombre oficial es Velikaya Mikhailovka), cerca de Odesa. Ahí y luego en Tiraspol trabajó, siendo muy joven, como pintor de letreros y como encuadernador. El oficio lo llevó a la actividad política, y se convirtió en un iskrovze del grupo de adeptos a Lenin. En 1903 tuvo que cumplir con el servicio militar, siempre temido por los judíos en Rusia; por entonces se libraba la guerra con Japón y Katz fue integrado a una guarnición de infantería de la región de Kosenitz. Cuando llegó, se hizo conocer como un joven culto y las familias judías de la zona lo contrataron en sus ratos libres como maestro particular de hebreo para sus niños. Algún tiempo después, su hermano Iosl le envió una carta contándole los sucesos de la revolución de 1905 en Odesa y Katz pidió una licencia. Llegó a casa cuando la rebelión ya había sido vencida y un pogrom había acabado con mucho de lo que los dos hermanos amaban. Como ya no tenían a dónde ir, decidieron emigrar.
Escaparon a Cracovia y siguieron hacia Amberes y París. En la primera ciudad se sumaron a un grupo de emigrantes que tenía como destino Argentina. Pinie Katz dudó: prefería quedarse en París; su hermano soñaba con Palestina. Al final, los dos subieron al barco Campana, con rumbo a Buenos Aires, y llegaron el 19 de abril de 1906.
En América, antes de ser periodista –e incluso en sus primeros años de oficio–, Pinie Katz trabajó como pintor de obra y como maestro judío. La prédica de Zalmen Sorkin, un dirigente de la organización de obreros sionistas Poalei Tzion, lo acercó al movimiento de trabajadores judíos y desde allí colaboró con los periódicos Broit un Ehre y Shtrahlen (antes se había iniciado en una página judía en La Protesta). En 1914 se vinculó con Di Ydische Zaitung, pero luego de una huelga se fue con el grupo que fundó Di Presse, el diario progresista (favorable a la Unión Soviética), que él dirigió por muchas décadas y que fue la competencia de Di Ydische Zaitung. Como periodista, Katz se destacó, según un obituario aparecido en Mundo Israelita, “por la galanura de su lenguaje, la sobriedad de su estilo y la agudeza de sus comentarios”.
Se casó con Lily Epstein y con ella vivió en un departamento (repleto de libros y, obviamente, de periódicos) en Buenos Aires, en esa zona de cruce de barrios que es la calle Gallo a poco de su esquina con Córdoba. Tuvieron dos hijos y cinco nietos.
“Murió Pinie Katz”: necrológica en Di Presse, 8 de agosto de 1959.
Al mismo tiempo que informaba y opinaba, Katz traducía. Llevó al ídish algunos libros fundacionales de la literatura argentina: Facundo, de Domingo F. Sarmiento; Los gauchos judíos, de Alberto Gerchunoff; Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes; Los caranchos de la Florida, de Benito Lynch; Cuentos de la selva, Anaconda y La vuelta de Anaconda, de Horacio Quiroga; El río oscuro, de Alfredo Varela; Nacha Regules, de Manuel Gálvez; Pago chico y La vuelta de Laucha, de Roberto Payró. En 1950 publicó su gran traducción de Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. También tradujo novelas de autores rusos, estadounidenses, australianos, ecuatorianos, brasileños, islandeses, belgas y franceses.
De joven fue secretario de Poalei Tzion. Actuó siempre en sociedad y fundó el ICUF argentino en abril de 1941. Cuatro años antes había estado en París, en el congreso mundial inaugural de esta Federación, que había nacido con una propuesta de los intelectuales judíos del Partido Comunista Francés por la causa antifascista, contra el antisemitismo y a favor de la cultura judía. Katz había participado de ese congreso como representante de 23 instituciones argentinas y cinco uruguayas. Como comunista, sin embargo, Katz vivió en una época de encrucijada en la que el maltrato de la Unión Soviética a los judíos era difícil de ocultar.