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—¡Arriba, que brilla el sol! —anuncia Parker mientras sube las persianas.

La luz de las primeras horas de la mañana cae sobre mí. Le dedico un bufido y me doy la vuelta en el futón. Se me olvidaba que Parker se levanta de buen humor: es su único defecto. Él insiste:

—Venga. Si no estás en el coche a las ocho clavadas, me marcho sin ti. Tengo una clienta a la que poner guapísima en Beverly Hills.

—Necesito diez horas más —gruño con la cara enterrada en la almohada.

—Tú y todos —dice él con una risita.

Parker desaparece en el baño y enseguida me quedo dormida otra vez. Diez minutos después, su voz llena de pánico vuelve a despertarme:

—¡Rebecca! —Extrañamente, suena como mi madre cuando se enfada—. ¡Tenemos que irnos en cinco minutos! ¡Mueve el culo de una vez!

Vuelvo a gruñir y me arrastro como puedo hacia el cuarto de baño. No tengo tiempo para ducharme, así que me embadurno en desodorante y champú en seco.

—Estoy lista —digo al salir entre una nubecilla de Batiste.

Voy a la cocina, me echo un vaso de zumo y me tomo la Ritalina y el Escitalopram. Parker me pasa mi mochila y me empuja para que salgamos del piso.

En el momento en el que me dejo caer en el asiento del copiloto, los nervios se me ponen de punta. Esperaba sentir más confianza hoy, pero parece que la inquietud del segundo día es aún peor que la del primero. De repente, me siento como si fuera al instituto otra vez, sabiendo que hay cabrones que me esperan en los pasillos, pero sin saber con qué me insultarán hoy.

Pero tengo un plan: Primero me pasaré por la cafetería, pediré cafés para todos los guionistas y llegaré a la sala a tiempo para la reunión de la mañana.

Una hora después, llego a la sala 121 con una bandeja llena de cafés. La bienvenida que me dan es épica.

—Me salvas la vida —dice Jane al tiempo que coge su taza como si fuera una flor delicada.

—Gracias, Bex —dice Andy.

Incluso Malcolm me dedica unas palabras que no son irrespetuosas:

—Bueno, becaria, ¿cómo de rápido tecleas?

—Pues… bastante rápido, supongo.

—Bien. —Se ríe por lo bajo—. Dirk está fuera comprando una pluma que le pedí. Sí, otra vez. Puedes tomar apuntes de la reunión. Las mejores ideas surgen de las conversaciones que tenemos en esta mesa, así que es importante que alguien tome notas.

—Vale.

Me siento en el sofá —lo que es un avance respecto a estar de pie en la esquina, como ayer—, abro el portátil y creo un nuevo documento de Word. Admito que me siento orgullosa de tenerlo todo bajo control esta mañana. Y Malcolm me ha dado una tarea importante. ¡Se puede decir que «me he pasado» las reuniones de la mañana! El próximo paso será la dominación mundial.

Durante la hora siguiente, mis dedos vuelan sobre el teclado mientras ellos repasan juntos el episodio. Reescriben diálogos, cambian escenas de lugar, hacen sugerencias. Estoy tan cautivada que no quiero que la reunión se termine. Parker tenía razón: esto es lo que quiero hacer. Estoy muy contenta de que no me permitiese huir.

Andy se levanta, contempla la pizarra con los brazos en jarras y señala el episodio 611, en el que estamos trabajando.

—Tenemos que encontrar la forma de llegar desde aquí al momento en que uno de los cazadores se convierte en licántropo en el episodio final de la temporada.

Se rasca la cabeza. El resto de guionistas mira la pizarra en silencio. Jane muerde el extremo del bolígrafo con los ojos entrecerrados, pensativa.

—Alyssa va a quedarse el resto de la temporada —comenta—. Sería genial que jugase un papel clave en la conversión del cazador.

Malcolm asiente.

—La cadena quiere que se quede todo el tiempo posible. Está atrayendo a muchos espectadores.

Tengo una idea. A lo mejor no es una gran idea. Lo mismo no les gusta o piensan que es de aficionados. Pero quiero aportar algo a esta reunión, demostrar que sé alzar la voz y ser útil al equipo. Inspiro hondo para prepararme y estiro el cuello.

—¿Y si su personaje tuviera que convertir al cazador para salvarlos? —sugiero. La voz solo me tiembla un poquito, así que estoy satisfecha.

—Estaba pensando algo parecido —dice Jane.

Menos mal. Le sonrío y ella me devuelve la sonrisa. Andy también asiente, todavía delante de la pizarra.

—Podría funcionar.

Qué agradable es que te escuchen. Me yergo un poco más en el sofá, orgullosa.

—Los becarios deben quedarse calladitos —dice Malcolm—. Además, eso ya se ha hecho antes. Una superfán de la serie como tú debería saberlo, Becky.

Vuelvo a ser Becky. Bajo la mirada al portátil.

—Todo se ha hecho antes —dice Jane. Todavía sonríe, pero el tono de su voz es serio—. Pero podemos darle una vuelta.

—¿A quién le asigné el episodio 612? —pregunta Malcolm, sin mirar ni a Jane ni la pizarra.

Jane aprieta la mandíbula. Es increíble que a ella, una guionista sénior, una productora ejecutiva, la ignore de esta manera. Todos se miran unos a otros y Andy carraspea antes de decir:

—Eh… Malcolm, el 612 lo escribías tú, ¿recuerdas?

La pregunta parece inocente, pero juraría que Malcolm mira a Andy con furia un instante. Los otros guionistas intercambian miradas que no entiendo. Siento como si me perdiese una broma interna, solo que no es graciosa, sino tensa.

—Cierto —dice Malcolm mientras cambia de postura en la silla—. Ya lo sabía. —Se mira el reloj y cierra el portátil—. Bueno, vamos a hacer la pausa para comer.

Recojo el portátil mientras todos se preparan para marcharse. Siento que alguien me clava la mirada y, cuando levanto la cabeza, Malcolm parece querer fulminarme.

—No vuelvas a interrumpir una reunión.

Trago saliva.

—Vale, lo siento.

—Me has hecho perder el hilo por completo —añade.

—Lo siento —repito. Tengo un nudo en la garganta y me duele el pecho.

Malcolm mete sus cosas en la bandolera y se marcha de la sala. Intento contener las lágrimas mientras recojo mis cosas. Siento que acaban de destruir todo lo que había progresado esa mañana.

Fuera de guión

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