Читать книгу Fuera de guión - Jen Wilde - Страница 8
EXT. CABAÑA. NOCHE. Jonah, Tom y Sasha están fuera de la cabaña. La niebla les envuelve los tobillos. Jonah y Sasha están metiendo sus maletas en la camioneta para marcharse de Silver Falls. Tom los observa desde el porche.
Оглавление—¿Esta es la escena que están preparando? —pregunto.
Jane echa un vistazo a la página y asiente.
—Solo son unas pocas frases de diálogo, pero probablemente nos pasemos aquí toda la hora de comer.
—¡Me muero de ganas de verla en vivo!
—¡Bien! ¿Por qué no tomas notas? A veces los diálogos cambian o se añade algún que otro detalle. Necesito a una persona que vaya modificando el guión sobre la marcha.
Saco el estuche de lápices de la mochila.
—Claro.
Justo entonces aparecen Alyssa Huntington y Will Horowitz, enfrascados en una conversación acerca de su diálogo. Alyssa es negra, de cuerpo esbelto y atlético y sonrisa contagiosa. Suele llevar el pelo muy corto, pero me fijo en que le ha crecido un poco por arriba y lo lleva rapado por los lados. La ropa le oculta los tatuajes: lleva una chaqueta de cuero granate, vaqueros entallados y botas de combate. Will es alto, mide más de metro ochenta. Tiene la piel clara, el pelo castaño ondulado y una sombra de barba perpetua que le hace parecer mayor, aunque solo tiene veintitrés años. Parker va a estar celosísimo de que haya respirado el mismo aire que su amor platónico.
No puedo creerme lo cerca que estoy de mis actores favoritos. Alyssa me mira y le sonrío. Ella me devuelve la sonrisa y siento que el tiempo se ralentiza. Me quedo mirándola mientras se sienta en una silla que lleva su nombre, apenas a unos metros.
—Está bien poder ver todo esto, ¿verdad? —me pregunta Jane.
—Es lo mejor.
Un hombre joven camina arriba y abajo cerca de nosotras, hablando por un walkie-talkie.
—¿Alguien ha visto a Archer? ¡Lo necesitamos en plató!
Oigo un montón de pasos que atraviesan el plató y me doy la vuelta. Un grupo de gente que parece muy importante viene hacia las cámaras. El centro de atención es una mujer de piel marrón oscuro y tacones altísimos.
—Enseguida vuelvo —dice Jane, que se levanta a toda prisa para hablar con ella.
Cuando el séquito se acerca más, reconozco a la mujer: salió en un reportaje de Teen Vogue el año pasado. Se llama Ruby Randall y es la primera mujer negra a la que nombran directora de una cadena de televisión. Es la jefaza suprema.
—¡Bex! —Jane me hace una seña—. Esta es Ruby Randall, la directora de la cadena. Señora Randall, Bex es la nueva becaria de guión. Es su primer día.
La señora Randall me sonríe como a una vieja amiga.
—¡Vaya, vaya! Tu primer día y ya te han traído al plató. ¡Me alegra ver que empiezas fuerte!
Le estrecho la mano, un pelín demasiado entusiasmada, pero no parece que le importe.
—¡Estoy encantada! Muchísimas gracias por esta oportunidad.
—Siempre digo que hay que ayudar al compañero —asegura—. Espero que aprendas mucho el tiempo que estés aquí.
Le muestro el guión que tengo en la mano.
—Ya he empezado a tomar notas.
Ella se ríe:
—Eres de las mías.
En ese momento, Malcolm entra en el edificio. Dirk le sigue como una sombra.
—Parece que todo va bien —dice Malcolm, que se vuelve hacia Dirk—. Dirk, tráeme un hojaldre danés.
Dirk se escurre hasta la mesa del catering y toma un plato.
—Hola, Malcolm —lo saluda la señora Randall—. Qué bien que hayas traído a la becaria a que vea de primera mano lo que se hace en plató. Ojalá yo hubiera tenido a alguien así en mis prácticas. —Me mira y pone los ojos en blanco—. Todo lo que hacía era llevarle cafés a gente que no se acordaba ni de mi nombre.
Estoy a punto de decir que es Jane quien me ha traído, pero Malcolm se me adelanta:
—Sí, bueno, los becarios son el futuro, como siempre digo.
Toma ya. Miro a Jane, que sonríe y le sigue el rollo, así que sigo su ejemplo. Esto no es el instituto, donde podía simplemente hincar los codos, hacer mis tareas y evitar el contacto visual con los demás. Aquí tengo que hablar con gente y ser una persona… sociable.
—Pues buena idea, Malcolm —asevera la señora Randall.
Su ayudante llega y se la lleva. En el momento en que desaparece, Malcolm hace una bomba de humo. Miro a Jane por el rabillo del ojo y me pregunto si debería decir algo. Lo último que quiero es causar problemas en mi primer día, pero no es posible que sea la única de toda esta productora que se da cuenta de lo que hace Malcolm.
—Sé lo que piensas —dice ella.
Finjo no saber de lo que habla, pero nunca he sido buena actriz. Jane tuerce el gesto.
—«Los becarios son el futuro, como siempre digo» —dice con voz grave y sacando pecho para imitarlo, y pone los ojos en blanco—. Nadie dice eso.
Suelto una risita, pero recuerdo que debo tener cuidado con lo que hago y digo.
—Creo que no le caigo muy bien.
—No le cae bien nadie. —Ella frunce el ceño—. Y créeme, es recíproco. Pero hace muy buena televisión.
—Eh, Jane —llama alguien detrás de mí.
Me doy la vuelta y veo que Archer Carlton se nos acerca. Me quedo sin aliento.
—Tengo algunas dudas sobre mis diálogos —le dice a Jane.
—Claro, cuéntame —responde ella.
Archer repara en mí y me mira de arriba abajo. Yo le sonrío como la tremenda fan de Silver Falls que soy y él también sonríe. Ay, madre. Me va a hablar. Archer Carlton me va a decir algo y no puedo, no puedo, no puedo. Habrá un antes y un después de este momento en mi vida. Abre la boca y…
—Quiero un zumo verde. Gracias.
Vale, no es exactamente lo que esperaba, pero ahora es parte de mi trabajo, así que lo dejo todo para cumplir sus deseos. Solo que no sé dónde está el zumo verde. Dirk sigue junto a la mesa de catering, así que voy a presentarme oficialmente y, de paso, preguntarle.
—¡Hola! —digo con una sonrisa amistosa—. No pude hablar contigo en la sala de guionistas. Soy Bex, la nueva becaria de Malcolm.
No levanta la vista de la mesa ni deja de apilar hojaldres daneses en un plato.
—Ni falta que hace que hablemos.
Por un instante, creo que le he oído mal, así que vuelvo a intentarlo.
—¿Sabes dónde hay zumo verde? Archer quiere uno y es mi primer día, así que…
—¿Tengo pinta de guía turístico? —me suelta.
Le suena el móvil en el bolsillo, pero ambos lo ignoramos. Me encojo un poco.
—No.
El móvil vuelve a emitir un sonido, pero él lo ignora de nuevo.
—Mira, «becaria», aquí hay una jerarquía. —Indica una clasificación invisible en el aire—. Primero Randall, después Malcolm, luego yo, luego literalmente todo el puto mundo y aquí, debajo de todos, ¿lo ves? Aquí estás tú. Una motita insignificante.
Quiero meterme debajo de la mesa y esconderme de todos. Me siento como Andy en El diablo se viste de Prada: ingenua, agotada y sin recursos de ningún tipo para reaccionar a esto. Y Dirk acaba de hacerme un Emily de película, nunca mejor dicho.
—Perdón —farfullo—. No quería molestarte. Es solo que, como los dos trabajamos para Malcolm, pensé que podíamos ayudarnos.
Arquea una ceja. El móvil le suena tres veces más. Gruñe y se lo saca del bolsillo.
—Estoy harto de esto. —Comienza a escribir, pero levanta los ojos para mirarme—. Ahora que lo pienso, sí que hay algo con lo que podrías ayudarme.
Sonrío al pensar que a lo mejor lo he convencido.
—¡Claro, dime!
—La señora Randall les ha pedido a algunas personas que se hagan cargo de las redes sociales de Silver Falls para que los fans se hagan una idea de cómo son las cosas en la productora. Yo llevo la cuenta de Instagram, pero es muy… —Se detiene, buscando las palabras—. Superficial. Tengo a un montón de niñas que no hacen más que comentar y preguntar cosas y etiquetarme en sus publicaciones de fanfics. —Se ríe por lo bajo y da un paso en mi dirección—. No es para mí, pero quizás otro tipo de persona sea perfecta para encargarse.
Sonrío. No estoy segura de si está siendo majo o lo está fingiendo, pero quiero caerle bien. Y no quiero ser una motita insignificante.
—Me encantaría.
—Fantástico. Solo tienes que publicar algunas historias, fotos y quizá hacer algún directo de vez en cuando. Sin spoilers, por supuesto, pero dales el contenido suficiente para que se mueran por tener más.
Me da los datos para entrar en la cuenta. Me emociona de verdad asumir una responsabilidad tan importante. Puede que él no entienda el poder de las redes sociales en el fandom, pero yo sí, por experiencia propia.
—Gracias —le digo—. Y ahora, dado que nos estamos ayudando el uno al otro, ¿te importa decirme dónde está el zumo verde?
Se da la vuelta y se marcha.
—Ni idea, ¡lo siento!