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Pero en la última hora, la de ciencias sociales, sucedió algo horrible. Estábamos haciendo un simulacro de juicio. Yo era el supuesto testigo de un asesinato y estaba declarando en el banquillo. Una de las supuestas abogadas, una chica llamada Lisette, me hacía preguntas. Pero tuvo la mezquina ocurrencia, apenas ingeniosa, de hacerme preguntas sobre mi identidad real. Al principio las intercaló sutilmente con las demás preguntas. Me costó entender adónde quería llegar.

Así que es nueva en la escuela. ¿Conocía al acusado antes de su llegada a este lugar? ¿En qué circunstancias?

Algunos se rieron por lo bajo. Respondí que no iba a la escuela y que hacía años que no estudiaba: se suponía que yo fuera un hombre mayor. ¿Acaso no me delataba la barba? (Nadie se rio). Le dije que ya había visto al acusado. Por supuesto, si era uno de mis inquilinos.

La noche del incidente anduvo deambulando en las calles. ¿Por qué motivo?

Hubo más risas.

Respondí que no había estado en la calle. Había estado en mi casa, mirando por la ventana.

Entonces arremetió:

Lo siento, sé que esto no tiene nada que ver con el juicio, pero ¿cómo consiguió esos jeans de hace cuatro años? ¿Viajando en una máquina del tiempo?

Lisette Crowe. Parece que tengo otra persona de quien vengarme. Tiene mucho dinero pero su forma de hablar es puramente televisiva. No se expresa como una persona con una mente real. El dinero de sus padres no alcanzó para protegerle el cerebro. Odio cómo habla la mayoría de la gente. De solo escucharlos dan ganas de volverse ermitaña. Mi mamá tenía un modo precioso de hablar. A veces me gusta pensar en eso.

El asunto es que todos se rieron de mí.

Tal cual, cuando ella hizo su tonta gracia todos se rieron, y eso me pone en un dilema: ¿es suficiente con que alguien se ría para agregarlo a la lista negra? Pienso que si se trata de una persona superficial, esencialmente un instrumento de los demás, entonces no, realmente no está en falta por reírse. Pero también pienso que si es una persona con ciertas capacidades (no hablo de inteligencia, digamos una que cuente con los recursos mínimos), en ese caso, si se ríe sin dudas se ganará un lugar en la lista. Porque podía no hacerlo. En fin, vi a varios de esos. Considérenlos agregados a la lista.

Dicho sea de paso, mis jeans no tienen nada de malo. Ni siquiera sé qué quiso decir ella. En un estudio a ciegas, apuesto a que no podría distinguirlos de otros cuatro pares de pantalones.

Pero así son las cosas: las personas ricas y populares ni siquiera necesitan tener razón. Hagan lo que hagan, siempre salen ganando.

Cómo provocar un incendio y por qué

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