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LO QUE SUCEDIÓ

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Me desperté tarde y cuando llegué a la escuela para la tercera hora no tenía ninguna excusa, así que me sancionaron. En realidad, para ser totalmente franca, me pusieron la sanción por preguntarle al profesor Beekman por qué le molestaba tanto mi demora. Dijo que era mi deber estar en la escuela. Yo dije: pero por qué le molesta a usted que yo no esté en la escuela. Él dijo que porque tengo que educarme. Yo le dije que todo era una farsa. ¿A él le parecía que la población de Estados Unidos tenía una buena educación? ¿Era ese su argumento? ¿Que estaba contribuyendo a educar al pueblo de una democracia, y que quería que yo estuviera presente desde el principio de la primera hora para que dentro de unos años pudiera votar como corresponde mientras a él lo paseaban en silla de ruedas por todo el geriátrico? En ese momento me puso la sanción y me obligó a sentarme.

El episodio hizo que Stephan tuviera ganas de pasarme una nota, supongo, porque fue lo que ocurrió. La nota decía: cuál democracia, jaja. La chica que me dio el papel, Stephanie (sí, Stephanie me pasó una nota de Stephan; ¿qué decir?, la gente debería dejar de ponerles nombres de mierda a sus hijos, no es asunto mío), como decía, Stephanie trató de leer la nota, pero la letra era muy apretada y no pudo.

El asunto –y por qué todo esto se conecta con la predicción (I)– es que debía quedarme en la escuela después de hora a cumplir con la sanción, que comenzaría precisamente a las tres. La pregunta era: ¿me quedaría? No estaba segura de qué pasaría si no me quedaba. Quizás me pondrían otra sanción. En ese caso, quedarme o no quedarme sería solo una forma de programar cuándo cumplir con la sanción. Lo más probable sería que me pusieran dos. Dos sanciones por cada sanción no cumplida. Apuesto a que es así.

Al final no me quedé. A las tres en punto tomé el autobús, el de la línea 12, y después el de la línea 8. Llevaba puesto mi impermeable; siempre me lo pongo cuando voy a visitar a mi mamá, porque una vez vi una película sueca, Sven, el canalla, sobre un viejo que se interna en un asilo mental, o lo internan, y la persona que lo va a visitar (su hermano) tiene puesto un impermeable. Entonces el tipo (el hermano de Sven, que es muy bueno, al parecer todos se quieren mucho en Suecia) le da el impermeable a Sven, y Sven sale del asilo con el impermeable puesto y su hermano se queda en el asilo, y una vez que Sven se escapa el hermano anuncia que él no es Sven y tienen que dejarlo ir. En la película se la pasan cantando, pero no es un musical. A Sven le gusta cantar unas cancioncitas de mierda cada vez que hace alguna cosa inteligente.

Entonces se me ocurrió: quizás me pongo el impermeable, quizás voy al Hogar, quizás mi mamá me reconoce, y puedo darle el impermeable, y ella se puede escapar, ir a alguna parte. Ni siquiera necesito verla. Simplemente no me gusta la idea de que se la pase sentada junto al estanque.

Así que leí mi libro sobre insectos, y esta vez se trató de un cuento sobre un científico que modifica su ADN para que le crezca un ojo de mosca gigante en la frente. Como no puede dormir porque el ojo no se cierra nunca, termina enloqueciendo. Un cuento muy malo, en mi opinión. Caminé hasta el edificio y me dio el pase una chica que parecía de mi edad. La habitación de mi mamá no era la que me esperaba. La habían trasladado, pero ella no estaba allí.

Fuimos al estanque y allí estaba, con el pelo atado. El enfermero que me acompañó, un chico más bien delgado y musculoso de veintitantos, me preguntó por el libro así que se lo regalé. De vez en cuando me gusta hacer ese tipo de cosas.

Me senté con mi mamá y ella balbuceó un poco. Pensé en lo fácil que sería creer que su balbuceo tiene algún sentido, pero en realidad es como las hojas de los árboles o la grava o las capas de piel. Quiero decir: no tiene sentido, tampoco carece de sentido. Las cosas no guardan una relación directa con nuestra vida, por mucho que lo queramos.

El enfermero volvió con un puré de manzana. Creo que su idea era que yo se lo diera a mamá. Fue un lindo gesto, y probablemente sea lo máximo que pueda hacer desde su lugar de enfermero, regalar un puré de manzana, pero no quise saber nada. Se dio cuenta y no me lo ofreció. Quién sabe, tal vez simplemente quería comérselo y olvidó que yo estaba en el estanque. Mi mamá no iba a delatarlo. De eso no hay dudas. Puede ocurrir prácticamente cualquier cosa delante de sus narices sin que ella se entere.

Así que volví caminando a la entrada y fui en el autobús hasta el otro autobús hasta la pista de bowling. Estaba equivocada, por cierto, cuando dije que alguien iba a hablarme. Nadie me habló en el trayecto de ida ni nadie me habló en el trayecto de vuelta. En 4QL Helen me sirvió un Manhattan y me emborraché al instante. Me desplomé cómodamente sobre el respaldo curvo de una silla de plástico y durante casi dos horas me quedé mirando a los jugadores de bowling hasta que Helen terminó su turno y me llevó a mi casa.

Cómo provocar un incendio y por qué

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