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PREDICCIÓN

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Leslie es una chica que se sienta en el aula a tres bancos del mío. Tiene un flequillo increíble pero una cara perturbadora de muñeca de porcelana y no usa casi nada de ropa. Se la pasa hablando con Pierre, el chico del banco de al lado. En el transcurso de la semana, Leslie sufrirá un accidente automovilístico que la dejará completamente desfigurada y Pierre no volverá a dirigirle la palabra. Ella agotará cada recurso mental hasta convertirse en una física premiada. Para entonces, la medicina habrá avanzado y podrán reconstruirle la cara. Entre tanto, Pierre se habrá vuelto un alcohólico sin techo y un día, al pasar frente a un negocio, verá a Leslie en un programa de entrevistas en uno de los televisores de la vidriera. Gracias a la medicina, la cara de ella será idéntica a la que tenía en el momento del accidente, es decir que, a pesar de que tiene ya treinta y ocho años, su cara parece de dieciséis y es muy, muy atractiva, lo cual hará que el corazón de Pierre le salte del pecho, literalmente, y quede boqueando en el suelo como una trucha. La gente que pase caminando por esa calle se cuidará de esquivar su cuerpo tirado boca abajo. Mientras tanto, ella todavía lo ama en secreto y cuando, en una noche de juerga alcoholizada con amigos, descubre el cadáver de él en la morgue de la zona, no puede soportar el dolor. Se abalanza hacia la calle ¡y la vuelve a atropellar un auto! Pero Pierre no estaba muerto, solo dormido. Sale tambaleando de la morgue y encuentra el cuerpo mutilado de Leslie, que ha sido arrollado por unos nueve o diez autos. No la reconoce, pero hay algo que sí ve: milagrosamente, la petaca de whisky que ella estaba tomando resultó ilesa, sujeta como la tenía a la cintura de la falda. Él se arrodilla para quitarle el whisky y lo invade una fabulosa sensación de bienestar.

¡Mentira! Así no son las predicciones.

Las predicciones son más bien así:

Mañana iré al Hogar a visitar a mi mamá. Me pondré un impermeable y tomaré el autobús de la línea 12 que irá derecho por la avenida Ranstall hasta Bergen, donde haré el trasbordo a la línea 8. Durante el trayecto en autobús leeré una antología de cuentos sobre insectos. Uno de ellos es «La metamorfosis», así que, como pueden ver, el libro es más entretenido de lo que parece ya que los editores se permitieron un enfoque amplio. Mientras esté leyendo el libro, un ejemplar de la editorial Ace que según dice costaba 45 centavos en alguna época, alguien querrá hablar conmigo. Yo refunfuñaré y señalaré que estoy leyendo un libro. Cuando llegue a Stillwell me bajaré del autobús. No se bajará nadie más, porque para entonces no quedará ningún otro pasajero. Caminaré unos ochocientos metros hasta la entrada, y una distancia similar desde allí hasta el edificio principal. En el edificio principal me darán un pase para visitas y me acompañarán hasta la habitación de mi mamá. No estará en su habitación. Entonces me acompañarán hasta el estanque. Ella estará sentada en una mecedora junto al estanque. Tendrá puesta una bata de hospital y el pelo atado en una cola de caballo (mamá nunca se ataba el pelo así). Me acercaré y le hablaré. Una vez más será incapaz de reconocerme. Me sentaré con ella un rato hasta que se haga evidente que aquello no le hace bien a nadie. Entonces regresaré y devolveré el pase. Caminaré de regreso a la entrada. Caminaré hasta la parada del autobús. Tomaré el autobús de la línea 8. Viajaré en la línea 8 y pasaré por Ranstall, por Wickham y por Arbor hasta Twelfth. Allí me bajaré. Entraré en la pista de bowling, Four Quarter Lanes, y me sentaré en la barra y mi amiga Helen me servirá un trago. Es mi niñera de la infancia. Tiene cuarenta y cinco años y está escribiendo un libro sobre autohipnosis. Siempre voy a verla después de visitar a mi mamá.

Cómo provocar un incendio y por qué

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