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PREDICCIÓN

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Mientras estaba borracha en la pista de bowling hice una predicción. No fue una gran predicción. Fue esto: cuando llegara a casa, mi tía me diría que la habían llamado de la escuela porque no me quedé a cumplir con la sanción y yo le contaría que había ido al Hogar y entonces ella se daría cuenta de que estaba borracha y le agradecería a Helen por haberme llevado. Lo que ella no haría es: gritarme por no cumplir con la sanción, gritarme por estar borracha, gritarle a Helen por servirme alcohol.

Mi tía tiene algunas reglas en la casa. Son bastante parecidas a las reglas que tenía mi papá cuando vivíamos todos juntos. La primera regla es: No hagas cosas de las que no te sientas orgullosa. No las hagas y punto. Si a causa de esto te metes en problemas, todos juntos los afrontaremos en grupo. Pero no hay motivo para hacer cosas que no te enorgullezcan. Bien, esa es la regla número uno. La regla número dos es: No creas en estupideces y no actúes como un robot. Es mucho mejor meterse en problemas que ser un robot, porque los efectos de ser un robot son difíciles de revertir.

Estas reglas no se enuncian nunca, no hay un reglamento impreso. Sencillamente, así son las cosas. Mientras las respete, mi tía me apoyará, no tengo dudas. Ella no se siente defraudada. Estoy segura de que piensa que voy por buen camino. Yo también lo pienso, pero debemos ser las únicas. Hasta Helen me mira con un poco de tristeza cuando me ve llegar. Debe pensar que terminaré convirtiéndome en prostituta. Pero sabe que todavía no lo soy: ¡nunca tengo un centavo para pagar los tragos que me sirve!

Otra regla es: No prestes atención a la propiedad privada, pero sé consciente del valor que tienen las cosas para las personas. Esta es un poco más delicada. O sea: es obvio que nadie es dueño de nada. De modo que el robo no existe. A mi tía no le molesta que robe del supermercado, por ejemplo. Quizás se enoje si cometo la estupidez de que me descubran, pero eso es solo porque espera de mí que sea inteligente. A veces puedo ser inteligente. En fin. Decía que no existe el robo porque nadie es dueño de nada, así que robar no es robar, es más bien tomar algo que una puede usar. Sin embargo, si una persona deposita su vida en alguna cosa, quizás no habría que quitársela. Lo llaman sabi en japonés: es cuando un objeto muestra señales del uso de una mano. Si un tipo tiene una guitarra olvidada en un rincón de la casa y no la usa nunca, a mi tía no le molestaría que un día yo me apareciera con esa guitarra, si pensara tocarla. Si no, llevarme la guitarra sería una pendejada de mi parte o, en el mejor de los casos, un acto neutral y algo codicioso. Ahora bien, si un tipo tiene una guitarra y la toca todo el tiempo y es posible ver que sus manos han transformado la guitarra, que la guitarra es realmente suya, entonces no está bien que yo se la quite. Si de verdad necesitara una guitarra, tal vez él me la daría. Eso podría ocurrir, pero dependería de él.

También hay una regla sobre ser una persona considerada, que básicamente significa asegurarse de tener empatía. Eso se aplica a cosas tales como limpiar mi propio desorden, algo que no siempre hago. Aquí es donde me meto en problemas. Pero meterme en problemas nunca es tan grave. Solo consigo que mi tía me mire con un poco de bronca.

Cómo provocar un incendio y por qué

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