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A veces con mi tía jugamos al cribbage, pero como a ella le parece aburrido nos inventamos un sistema de apuestas. Normalmente se juega hasta los 121 puntos, que se acumulan con el simple fin de ganar. Pero a ella (a mi tía) se le ocurrió la idea de que los puntos pudieran canjearse, y así el juego se volvería más interesante. Entonces, en cada mano, y entre una mano y la siguiente, se pueden usar los puntos de determinadas maneras para hacer varias otras cosas, como anular cartas, volver a tomar del mazo, duplicar la apuesta de alguna mano, comprar toda la caja o duplicar las fichas. Así, el juego es muy entretenido. A mi tía le gusta ganar y a mí también. La mesa que usamos para comer tiene incorporada una pieza que, al desplegarla, se convierte en un tablero de cribbage gigante. Sobre ese tablero jugamos. Con un tablero tan grande, ganar es más divertido y perder es más desagradable. Cualquiera de las dos que haya sido la última ganadora tiene ciertos privilegios en la casa. Uno de ellos es no lavar nunca los platos. Otro es usar la manta azul. Ese día, la última ganadora había sido mi tía. Para ser franca, la última ganadora siempre suele ser ella. Creo que en líneas generales comprende el juego mejor que yo. Su teoría es que las dos somos igual de buenas, pero eso se contradice con el hecho de que ella suele ganar más seguido. O quizás realmente sea la demostración de algún patrón estadístico según el cual ella tiene más suerte en la fase inicial. Lo cierto es que, cuando ella es la ganadora y está cansada, a veces se niega a jugar porque no quiere perder la corona. La conversación que tuvimos esa noche fue más o menos así:

LUCIA: Juguemos al cribbage.

TÍA LUCY: Prometiste contarme cómo te fue en la escuela.

LUCIA: Cribbage. Criiiiibbage. [Baja la mirada].

TÍA LUCY: Ah, tengo algo para ti.

Me dio un cuaderno forrado en fieltro negro. Mi cuaderno anterior era un cuaderno común de tapas de cartón. No hay dudas de que el suyo es mejor. Lo tomé y lo miré a la luz de la lámpara. Me gustó en el acto. Es realmente muy lindo. Debe ser lo más lindo que tengo, en cuanto al valor que podrían darle los demás.

Entonces se me ocurrió una idea muy buena. Decidí usar el cuaderno para anotar mis predicciones. Lo llamaré

EL LIBRO DE CÓMO VAN A SUCEDER LAS COSAS

No lo sé, quizás a ustedes no les guste tanto la idea. Yo confío bastante en mis predicciones, y me pareció que la suma total de mi felicidad se vería incrementada por tener un libro así. No es que lo necesite para demostrarle a nadie que tenía razón. Como no hablo sobre mis predicciones, no hay nada que demostrar.

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Abrí el cuaderno y escribí en la primera página:

Cómo provocar un incendio y por qué

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