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Cocos

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Las islas tropicales raramente son desérticas y suelen ofrecer una gran abundancia de comida, tanto en tierra como en el agua. Los cocoteros se encuentran por todos los trópicos y subtrópicos, pudiendo proporcionar: frondas como refugio, vainas para hacer cuerdas y puntos de crecimiento, que saben como cebollas, la leche y la carne, y la cáscara (que también se puede usar como vaso y como vasija).

Para quitar la vaina fibrosa que rodea el coco, hazlo pasar con fuerza por encima de un palo afilado o pártelo con un hacha de mano. Extrae la leche perforando uno de los “ojos” oscuros del coco antes de abrirlo aplastándolo para llegar a la carne.

La leche de coco es una bebida segura y refrescante –un coco grande puede contener un litro–. No bebas la de cocos muy jóvenes (verdes) o viejos (de color marrón oscuro), pues su líquido te provocaría diarrea. La carne en grandes cantidades es indigesta; come sólo un poco cada vez.

Recoge (al sol o al fuego) el aceite de coco a medida que se desprenda, o hiérvelo y recógelo cuando suba a la superficie. Úntate la piel con dicho aceite para protegerte de las quemaduras del sol y de las irritaciones producidas por el agua del mar, para repeler los insectos, como ungüento para las llagas y las ampollas o, mezclado con ceniza de madera, como sustituto del jabón.

Subir a las palmeras. Si los cocos no te caen en la cabeza ni puedes hacerlos caer, o si necesitas coger algunos plátanos que estén muy altos, no trates de subir por el tronco como si se tratara de una cuerda. En lugar de ello, ata un fuerte vendaje de tela para formar una correa y deslízala alrededor de tus tobillos. Ajústala para mantener los pies cerca del tronco y luego podrás presionar con las suelas de los pies hacia dentro y sujetarte con ellos.

El manual de supervivencia del SAS (Color)

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