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El Poder Transformador de la Unión Mística

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En su escrito Fire Within (El Fuego Interior), Thomas Dubay, S.M., nos dice que la experiencia de la oración contemplativa puede variar. Él dice: “A veces es una atención amorosa y encantadora, a veces es un anhelo árido purificante y otras veces es una gran sed de Él. Al principio es usualmente delicada y breve, pero a medida que se desarrolla se transforma en ardiente, poderosa, absorbente, prolongada. Siempre resulta transformadora para la persona”.9

Lo que esta cita nos enseña es que las infusiones divinas de gracia otorgadas a través de la contemplación pueden variar en calidad, intensidad y duración. La infusión de contemplación puede ser delicada o fuerte, sutil o intensa. Puede durar por unos segundos fugaces o puede elevarnos a las alturas por una hora, un día, una semana. A lo largo de una vida, todos los grados de variación pueden ser experimentados. Es siempre el Señor el que decide qué es lo que se necesita, cómo es necesitado, y hasta qué punto es necesitado.

Independientemente de las fluctuaciones en experiencia, la contemplación tiende hacia el progreso, transportándonos a una experiencia cada vez más profunda de oración. Eventualmente, puede conducirnos a una unión mística—una “unión secreta” con Dios que ocurre en el mismo centro de nuestra alma.

Un buen número de santos nos han descrito sus propias experiencias poderosas de unión mística con Dios. Consideremos estas palabras de Santa Teresa de Liseux, mejor conocida como la “Pequeña Flor”. Ella nos relata su propia experiencia de contemplación y de matrimonio espiritual en su autobiografía, Historia de un Alma:

Pocos días después de mi oblación al Amor Misericordioso de Dios, había comenzado en el coro el Camino de la Cruz, cuando súbitamente me sentí herida por un dardo de fuego tan ardiente que pensé que me moría. No sé como describir este rapto; no existe ninguna comparación que pueda hacer a uno comprender la intensidad de esa flama. Un poder invisible pareció arrojarme por completo al fuego… ¡Pero, oh! ¡Qué fuego! ¡Qué dulzura!

Cuando su Madre Superiora le preguntó si era la primera vez en su vida que experimentaba este rapto, ella respondió:

Madre, yo he experimentado éxtasis de amor varias veces; especialmente, una de las veces durante mí noviciado, cuando permanecí una semana entera verdaderamente muy lejos de este mundo; para mí, parecía como si hubieran arrojado un velo encima de todas las cosas de la tierra. Pero no fui consumida por una llama real, fui capaz de sostener esas delicias sin creer que su intensidad causara que mis cadenas terrenales se partieran en dos, mientras que en el día del cual le hablo, un minuto más, un segundo más, y mi alma hubiera abandonado su prisión… ¡Ay!—¡y ya me encontré en la tierra, y la aridez inmediatamente retorno a mi corazón!10

Llenas de Gracia

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