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LOS EFECTOS DE LA ORACION

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Los encuentros con Dios cambian nuestra vida. Debido a que la oración nos hace entrar en una relación íntima con Dios, la oración es transformativa. Y sus efectos pueden ser vistos de inmediato.

Tómese, por ejemplo, el encuentro entre Jesús y el endemoniado de Gerasa, descrito en el octavo capítulo del Evangelio según San Lucas. Jesús había estado navegando en bote hacia el otro lado del Mar de Galilea. Cuando Él y sus discípulos desembarcaron en las costas de Gerasa, fueron recibidos por un hombre del pueblo que estaba poseído por demonios. El hombre, desnudo, se acercó a Jesús, y dando chillidos de dolor se desplomó al suelo y dijo en voz alta: “¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te suplico que no me atormentes”. Los demonios se habían apoderado del hombre en repetidas ocasiones en el pasado, lo que había incitado a otros a que lo atasen con cadenas y grillos. Pero el hombre lograba romper sus ataduras, y los demonios lo impulsaban a lugares solitarios. De hecho, había hecho de los sepulcros su hogar.

Mientras Jesús extirpaba los demonios, Él les pedía que se identificaran. “Legión”, fue la respuesta que recibió, indicando que los espíritus eran muchos. Debido a que le pidieron a Jesús que no les mandara de regreso al abismo, Él les ordenó adentrarse dentro de una gran piara de cerdos que estaba pastando en un cerro cercano. Los demonios salieron del hombre y entraron en los cerdos, que en ese instante huyeron en tropel y se precipitaron a un lago, donde se ahogaron.

Cuando los que cuidaban de los cerdos vieron lo ocurrido, huyeron corriendo hacia el pueblo para contar lo sucedido. Gentes de toda la campiña se acercaron para ver por sí mismos lo ocurrido. Al llegar al lugar de la escena, apenas podían reconocer al hombre que anteriormente estaba loco, sentado a los pies del Señor, vestido y en su sano juicio.

Al poco tiempo, la gente del pueblo le pidió a Jesús que se alejara de ellos. No sólo estaban sobrecogidos de temor por la cura en sí, sino que además les preocupaba que otras curaciones pudieran costarles más de lo que ya habían perdido con la piara que se había ahogado. El hombre que había sido exorcizado de los demonios, sin embargo, comprendía el gran favor que había recibido de la mano del Señor. Le pidió a Jesús que le permitiera quedarse con Él, pero Jesús lo despidió diciéndole estas palabras: “Vuelve a tu casa y cuenta las grandes cosas que Dios ha hecho contigo”. El hombre se marchó, proclamando por toda la ciudad cómo Jesús lo había liberado. (ver Lc 8: 26–39)

Para el hombre endemoniado, este encuentro con Jesús cambió su vida y fue transformado. No sólo había sido liberado de los demonios que le atormentaban, sino que además había sido restituido a la plenitud de la dignidad ante los ojos de Dios. Ya no se encontraba desnudo ni fuera de juicio. Ahora se encontraba vestido y en control de sus sentidos. La Escritura nos dice que el hombre se sentó a los pies del Señor, una señal de sumisión y de intimidad. Aunque la Escritura no transcribe la conversación que aconteció entre los dos, sabemos que las palabras de Jesús tuvieron un profundo efecto en el hombre, tanto así que deseaba ser contado entre el número de Sus seguidores. Pero, en vez, Jesús envió al hombre de regreso a su pueblo natal a proclamar el poder curativo del amor del Señor a todos los que lo escuchasen.

Llenas de Gracia

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