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La Belleza Secreta de la Feminidad Auténtica

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En su escrito “Madre del Redentor”, el Papa Juan Pablo II nos dice lo siguiente sobre el llamado de la mujer en el mundo contemporáneo:

La figura de María de Nazaret arroja luz sobre la feminidad como tal por el simple hecho de que Dios, en el sublime evento de la Encarnación de su Hijo, se encomienda a sí mismo al ministerio libre y activo de una mujer. Cabría decir entonces que las mujeres, al mirar a María, encuentran en ella el secreto para vivir su feminidad con dignidad y para alcanzar su verdadero y propio progreso. Iluminada por la imagen de María, la Iglesia ve en el rostro de las mujeres el reflejo de una belleza que representa los sentimientos más altivos de los que el corazón humano es capaz: la completa auto-ofrenda de amor; la fuerza que es capaz de sobrellevar el mayor de los dolores; la fidelidad sin límites y devoción incansable al trabajo; la habilidad de combinar una intuición penetrante con palabras de apoyo y estímulo.12

Escribiendo más de sesenta años antes, Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) dice lo siguiente sobre el modelo de feminidad que presenta la vida de la Santa Virgen María:

Si tuviéramos que representarnos… la imagen pura y plenamente desarrollada de una esposa y madre, tal como debe ser de acuerdo con su vocación natural, nuestra mirada se tendría que posar sobre la Virgen María. En el centro de su vida se encuentra su hijo. Ella aguarda su nacimiento con feliz expectación; vela por Él durante su infancia; le sigue y le obedece a Él y a Sus Designios, de lejos o de cerca, y de hecho, en la manera que Él predisponga; sostiene en sus brazos Su cuerpo crucificado; observa obediencia a Su voluntad una vez Éste ya ha partido. Pero ella hace todo esto no como actos suyos: ella es en todo esto la Sierva del Señor; ella cumple con aquello que Dios le ha encomendado.13

Una vez más, María, nuestra Madre Espiritual, nos demuestra cómo cumplir con nuestro llamado. Si vamos a estar impregnadas del Espíritu del Evangelio, y reflejar “los sentimientos más sublimes de los que el corazón humano es capaz”, Jesucristo debe erguirse como el centro de nuestras vidas y debemos convertirnos en siervas del Señor.

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