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La Santísima Madre: El Modelo Perfecto de Feminidad

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La Santísima Virgen María, aquella que fue impregnada de la vida misma de Dios, es quien nos provee el mejor modelo de cómo vivir la plenitud de nuestra naturaleza femenina. Es ella quien nos enseña cómo permear nuestra cultura de la Palabra viviente de Dios. La Santa Madre demuestra de forma ejemplar tanto la maternidad física como la espiritual.

Tan sólo hace falta que miremos al periodo de su maternidad. ¿Qué fue lo que ocurrió en el interior de María durante esos nueve meses de embarazo? El Cardenal Joseph Ratzinger (ahora Papa Benedicto VI) se refiere a esta etapa de la maternidad de María como una en la que ella se transforma en “tierra fértil para la palabra”.

Ser tierra fértil para la palabra significa ser tierra que permite ser absorbida por la semilla, que se asimila a sí misma a la semilla, renunciando a sí misma de tal suerte que la semilla pueda germinar. Con su maternidad, María traspasa a la semilla su propia sustancia, cuerpo y alma, para que la nueva vida pueda emerger… María se hace completamente disponible, al igual que la tierra, y permite ser usada y consumida para así transformarse en Él.11

María, al igual que toda madre, abdica su vida a favor de la Criatura que lleva en su interior, de tal manera que la vida que yace en su vientre pueda germinar y llegar a feliz término. Durante su periodo de embarazo, María se hace a sí misma completamente accesible al Niño que se desarrolla en su vientre, nutriendo a la criatura hasta que llegase el momento de Su nacimiento.

Y aún así, la totalidad de la entrega de María debió haber sido cualitativamente diferente a la entrega puramente natural de una madre hacia su hijo. Ella debió haberse entregado a la Criatura en su vientre con la misma sumisión con la que se entregó a Dios en el momento de la Anunciación—dado que era, de hecho, Dios mismo al que llevaba en su vientre. En respuesta a la lluvia de gracia de Dios, que la había preparado para recibir al Dios-hombre en su vientre, María se asimiló a la Semilla de Vida que llevaba dentro, y fue impregnada con el Espíritu del Evangelio.

Para nosotras poder cumplir con el llamado a la maternidad espiritual, nosotras también debemos asimilarnos a Jesucristo. Y al así hacerlo, nos convertiremos en una bendición para el mundo.

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