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Las Capacidades Físicas de la Mujer Emulan una Realidad Espiritual

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El Catecismo de la Iglesia Católica establece que “la persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual” (#362). Es decir, que estamos compuestos de un cuerpo y un alma. “A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana o toda la persona humana en su totalidad” (#363). Se trata de “la sustancia espiritual real creada por Dios”,5 el aspecto más interior de la persona humana, aquello que es de más inmenso valor por estar hecho a imagen de Dios. Nuestra alma es la verdadera esencia de quiénes somos y quiénes podemos llegar a ser. Es también inmortal.

Una profunda unidad existe entre el alma y el cuerpo. No son dos naturalezas separadas pero juntadas en la persona humana, sino por el contrario, es una unión integrada que forma una sola naturaleza. Tan incorporados están el alma y el cuerpo que el Concilio de Viena (1311–12) declaró que nuestras almas son la forma “inmediata sustancial” de nuestros cuerpos. Esto significa que nuestra feminidad es tan inherente a nuestras almas como lo es a nuestros cuerpos. Nuestro género nos define no sólo físicamente, sino metafísicamente también.6 Nosotras somos completamente mujeres—en cuerpo y alma. Por tanto, nuestro género revela y define el aspecto más interno de quiénes somos.

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