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6. DESDE UNA PERSPECTIVA SOCIAL
Оглавление– Reconocer nuevos contrapoderes. Las privatizaciones han mermado la capacidad de incidencia económica de los Estados nacionales, al mismo tiempo que el contrato social tradicional entre capital, trabajo y Estado se ha roto por la presión de unos mercados que son globales. De ahí que los sindicatos y los partidos políticos, que se definieron a sí mismos frente al Estado nacional o frente a un capital nacional, hayan perdido la capacidad de tomar iniciativas innovadoras. Ahora bien, hay movimientos que proporcionan identidad y que, según algunos sociólogos actuales, constituyen el principal desafío a la dominación en el capitalismo global: los fundamentalismos religiosos, nacionalismos, localismos, separatismos étnicos, comunas culturales, feminismo y ecologismo. Lo común a todos ellos es el hecho de que, frente a la lógica prevaleciente y omnipresente de los mercados globales, incapaces de proporcionar identidad, se ven obligados a reconstruir un sistema de valores completamente diverso que, de hecho, se convierte en una identidad de resistencia frente a las nuevas formas de dominación. Se trataría de identidades que generan proyectos viables para el conjunto de la sociedad, poniendo las modernas técnicas bajo el control racional humano y al servicio de las necesidades de las personas. Se ven los gérmenes de estas identidades proyecto en muchos grupos diferentes: cooperativas, grupos de feministas, grupos ecologistas, nuevos indigenismos y grupos de defensa de derechos humanos. Como la vida individual, la vida social es ambigua; pero esto no obsta para que todos podamos reconocer grupos muy diversos que se sustraen de las lógicas dominantes.
– Ensayar lógicas de poder diferentes. Lo interesante de muchas identidades de resistencia es que no están primeramente caracterizadas por la pretensión de participar en las estructuras de poder económico, político o militar de la sociedad global. Quieren enfrentar o transformar de alguna manera el poder donde éste se ejerce, en las instituciones donde vivimos: el lugar de trabajo, la universidad, la escuela, etcétera, desarrollando dinámicas creativas de participación. Precisamente en una sociedad mundializada lo local cobra más importancia que nunca.
Cabe otra concepción de la política: una política desde abajo. No en el sentido de planear desde abajo la toma del poder en los órganos del Estado, ni en el sentido de que los antiguos dominados sean ahora los dominadores. Frente a los poderes mundiales creo que es posible un contrapoder muy plural que arranque de sus dependencias a los oprimidos por el sistema y los sitúe en una nueva red de relaciones humanas. Seguramente, en todo tipo de movimientos sociales populares alternativos (feministas, LGBTI, ecologistas, antirracistas, etcétera), por extraordinarios que sean, subsiste la fascinación por el poder y la violencia; pero también emerge la conciencia de la necesidad de nuevas formas de relaciones humanas, con lógicas de poder diferentes. No se necesitan líderes que tarde o temprano acaben abusando del poder, sino personas participativas. Desde abajo, sin pretender el poder pero en relación con él, es obvio que cientos de iniciativas prácticas son posibles; desde la misma constitución de grupos hasta la constitución de redes de solidaridad globales. Por ejemplo, los movimientos ecologistas y feministas globales (19) no pretenden convertirse en una vanguardia política destinada a regir los destinos de un Estado (nacional o global), sino que tratan, más bien, de influir en las políticas globales desde abajo, llamando la atención sobre los problemas y presionando públicamente para solucionarlos. Frente a la uniformidad teórica y práctica pretendida por los movimientos de liberación nacional en el pasado, los movimientos ecologistas y feministas aceptan como un contenido positivo su intrínseca pluralidad.
Estos grupos suelen defender estrategias no violentas, en tanto la no violencia activa es muy poderosa; pero hay que estar muy preparado y ser muy valiente y creativo para no absorberse por la espiral de la violencia. Sin duda, la mayor ventaja de la no violencia es que descoloca y libera al poderoso, y no pervierte a las víctimas al no tener que ejercer una mayor violencia que el dominador para poder vencerlo. Lo verdaderamente problemático de la violencia estriba allí donde tiene éxito. Significa que se ha conseguido una violencia superior a la ejercida por los opresores. El triunfo de la violencia suele corroborar la lógica de los opresores hasta el punto de que los vencedores terminan por parecerse a los vencidos. (20)
– Estudiar. Las alternativas, por más que requieran experiencia práctica, exigen un alto nivel de estudio teórico. Por ejemplo, pensar un modelo económico alternativo al capitalismo que no caiga en peores defectos, como es el caso en el socialismo de Estado.
¿Darán de sí estos contrapoderes? ¿El siglo XXI será más atroz que el XX? ¿Podemos esperar algo de un impotente impulso ético de la humanidad frente a poderes tan colosales? No lo sabemos. Como en la vieja película La Misión, sólo podemos estar seguros de que el mundo no es así, que lo hemos hecho así y que, en consecuencia, lo podemos hacer de otra manera.
Si volvemos a nuestra cantina, la ética, en lugar de salir despavorida, le responderá al poder que sin él, ella no es nada, y le dará un santo beso. Sin poder, sin las posibilidades que los demás nos han dado, sin aquello que los otros han hecho en nuestras vidas, no hay ética. Pero la ética no es sólo un espejismo. A veces un solo gesto puede embellecer toda una vida. La ética es el espacio que nos abre el poder de la alteridad; espacio que no se apaga hasta nuestro último estertor por el que, a pesar de todo el mal que pudieron hacernos, podemos actuar de otro modo, decir una palabra sorpresiva, sentir por un breve instante por el cuerpo, los ojos y las entrañas de los demás.