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INTRODUCCIÓN

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Bajo el paraguas de la innovación educativa, se ha abierto en las escuelas una profunda discusión para intentar definir cuáles son los verdaderos propósitos de la educación actual. Prácticamente todos los sistemas educativos del mundo están inmersos en un debate intenso sobre el papel que debe desempeñar la escuela en pleno siglo XXI. Vivimos momentos extraordinarios que han sacudido, por fin, a todos los agentes educativos para crear una sinergia colectiva con la que empezar a desencallar un modelo anclado en la sociedad de otra época. No es casualidad que la presentación TED más vista por internet verse sobre educación. Casi veinte millones de personas han visualizado el monólogo «¿La educación mata la creatividad?», de sir Ken Robinson. Hoy la educación interesa. La educación es trending topic. Pero los cambios son lentos, y no obstante haberse iniciado un proceso indispensable, persistente y progresivo de transformación, son muchas las inercias y resistencias del sistema que lo ralentizan. A diferencia de otros sectores de nuestra sociedad, la escuela tradicional no tiene que dar muchas explicaciones, mientras que una escuela que se centre en el desarrollo integral de la persona suele pasarse el día justificando su papel, a menudo nadando a contracorriente.

Educación y ecología son dos realidades que han sido a menudo invisibilizadas pero que hoy afloran con fuerza, aunque ambas topen con las raíces más conservadoras de nuestra sociedad y que niegan una realidad aparentemente indiscutible. Científicos de todo el mundo confirman el calentamiento global del planeta debido a las emisiones antrópicas de gases con efecto invernadero. Pero, por extraño que parezca, algunos de los líderes más poderosos del planeta sostienen una actitud negacionista ante esta nueva pandemia global. Con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, siete estados aprobaron permitir el negacionismo de sobre esta cuestión en las escuelas e institutos públicos del país. Una visión política sostenible pondría en crisis el modelo económico del planeta entero. El negacionismo es una medida de protección del sistema para evitar un cambio de paradigma que probablemente nos llevaría a un nuevo escenario en el que se modificarían muchas de las relaciones sociales y económicas actuales.

El negacionismo en la educación es menos visible pero igual de persistente que en la cuestión del cambio climático. Después de tantas décadas de estabilidad educativa, con un modelo hegemónico que se traduce en la asunción de la tradición, no es sencillo romper la baraja para asumir nuevos caminos que permitan a nuestros niños y jóvenes afrontar la transformación disruptiva que provocará la tecnología en todos los ámbitos de nuestras vidas. Si queremos que la generación de nuestros hijos pueda disfrutar de una existencia al menos como la nuestra, la emergencia climática y educativa deben abordarse con urgencia. La vida en cada siglo ha sido muy diferente del anterior, y el siglo XXI no será distinto. Los cambios que llegan son exponenciales y mucho más disruptivos que en ninguna otra de las revoluciones industriales habidas hasta ahora. Ante esta realidad, ¿comprarías un radiocasete para escuchar música? ¿Utilizarías una máquina de escribir para redactar una carta? ¿Te dejarías arrancar una muela sin anestesia? ¿Todavía cambias el carrete para hacer una foto? Entonces, ¿por qué conformarse con una escuela del siglo XX?

Reinventar la escuela

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