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EL ENCUENTRO

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Año 3014 ET.

Se detuvo delante de la puerta y cogió aire antes de entrar. Estaba nervioso, no solo por obtener el trabajo, sino también intimidado por la fama que precedía a su entrevistador. Desde que se doctoró en la universidad, se había labrado un buen currículum como investigador en ciencias políticas de la prestigiosa Universidad Ómnium del planeta Essyn, trabajando en la campaña del delegado Martin Lembcke para representar a Valkuum en el Magisterio y la edición del libro El triunfo social frente a los sistemas totalitarios: asalto resurgimiento y hegemonía de las clases obreras. Pero por primera vez estaba experimentando un cúmulo de sensaciones extrañas para alguien que hacía de la seguridad y el temple su tarjeta de presentación. Se le entrelazaban sentimientos de miedo y responsabilidad con otros de ilusión y motivación.

Llevaba más de una hora en la sala de recepción, viendo pasar candidatos dispuestos a enfrentarse a una dura entrevista. Se fijó en la salida de su predecesor, y pensó que, por su cara pálida y gesto torcido, no debía haber sido un encuentro muy exitoso. El silencio presidía la sala y se agrandaba sobremanera al no quedar nadie más. Su soledad solo era rota por un guardia que custodiaba la entrada al despacho de reuniones y que permanecía impertérrito a escasos metros de él. Así que mientras transcurrían los minutos con la sensación de que el tiempo no avanzaba, se iba acomodando como podía en el último asiento de la fila, repasando documentos de

trabajo desde su dispositivo portátil, y controlando de reojo el panel de turnos. Fue entonces cuando el panel se iluminó y su nombre apareció allí: “Sr. Daniel Bilson”. Se levantó lentamente, ajustándose la corbata, y colocándose bien la camisa para dar sensación de seriedad y profesionalidad. Al llegar a la puerta, y ante la atenta mirada del vigilante, accionó el pulsador de llamada hasta tres veces, previsiblemente por los nervios, y entró al ver la luz verde activada.

El despacho donde se realizaban las entrevistas era inmenso. De entrada, impactaba el servidor de última generación DX876 con una extensa librería virtual, a la que solo se podía acceder

pasando escáner de pupila. Él había utilizado otros modelos más antiguos, habituales en bibliotecas, universidades y otros lugares de información pública o cultural, con abundante material accesible a cualquier usuario. La información que debía estar almacenada en este servidor, le pareció inacabable y de contenido confidencial y sensible, protegido ante miradas indiscretas, curiosas o maliciosas. Pero además de todo el soporte informático y virtual, libros y otros compendios rellenaban los pocos rincones disponibles en armarios y estanterías. En una galaxia global e interconectada, donde todo está en la red de transmisión interestelar, encontrar tomos, volúmenes, obras o textos en papel resultaba raro y solo al alcance de ciertas personas con un nivel social muy alto. En el centro de la sala se encontraba una mesa redonda con varios ordenadores personales (contó hasta cuatro, de lo más nuevo en el mercado que recién había sacado la marca WINSUS), y varias sillas elevadoras de color azul. De espaldas a él, emergía una figura imponente, solo siendo visible su cabeza que sobresalía del respaldo de la silla. Pelo castaño y largo, recogido en una coleta. Estaba orientado hacia unas vidrieras que mostraban un holograma del fondo marino, que pretendía dotar al despacho de un efecto muy relajante. No existían muchos océanos como aquel en la galaxia. Solo en los planetas Tellus, Beled o Juno se podía contemplar algo tan espectacular.

—Bienvenido, Señor Bilson. Puede tomar asiento —le dijo una voz grave, potente, que sería uno de los rasgos característicos de su interlocutor.

Daniel “Dan” Bilson contaba con veintinueve años. Natural de Tanneris. Era alto y espigado. A pesar de estar a punto de cumplir los treinta, era un imberbe con cara de niño, factor que le otorgaba un aspecto más juvenil del que su edad decía. Había estudiado ciencias políticas, doctorándose en la universidad. Obtuvo su primer trabajo como investigador contratado por la propia facultad, pero pronto logró un puesto en el grupo de asesores que trabajaban para el principal partido en Tanneris durante la campaña electoral del 3008 ET. Su buen hacer le sirvió para lograr un puesto como delegado de campaña cuando Martin Lembcke se presentó para representante al Magisterio. Ese fue su verdadero master avanzado de política y donde descubrió muchas de las luces y sombras que se escondían en el órgano legislativo de la galaxia. Y llegó el momento de dar un paso más en su carrera, optando al puesto de asesor principal, ni más ni menos que para Dyron Johr, líder de Avalon, uno de los Cinco Estados de Tellus. Dan había logrado pasar un duro proceso de selección y estaba entre los diez candidatos finales. El premio a su tesón y buen hacer, era esa entrevista personal con el jefe del estado más importante del planeta.

—Dígame, ¿por qué debería contratarle? ¿Qué tiene usted que no posean los nueve candidatos anteriores? —le preguntó sin introducción alguna, quizá ya algo cansado por haberse reunido con tantos meritorios, mientras permanecía sentado, de espaldas, sin dejar de mirar aquel holograma marino.

—Mi labor en la universidad y en las campañas de Tanneris y para el magistrado Lembcke me avala, acumulo siete años de experiencia, y tengo experiencia y ambición para trabajar para alguien tan comprometido con las causas sociales y crítico con el sistema establecido como es usted, he seguido su labor desde que estuvo presidiendo el consejo ejecutivo de la Fundación Cultura y Ayuda en el sector Gaya, y más tarde cuando entró en el Consejo Federal como representante del Estado…

—Veo que te sabes mi currículum, pero no tienes que hacerme la pelota, chico —le cortó en seco.

—Señor… yo… —Dan Bilson no pudo articular más palabra.

—Poca gente sabe de mi trabajo en la Fundación, cuyos estatutos defienden el pensamiento crítico, potencia la cultura y promueve la defensa de las clases más desfavorecidas y trabajadoras del sector. La sensibilización con la gente que vive en nuestro Estado es algo que me inculcó mi difunto padre, y un legado que sigo a rajatabla, intentando honrar su memoria.

Tengo el propósito de extender ese pensamiento por toda la galaxia. Y creo que es usted la persona adecuada para ayudarme. Tengo aquí su historial completo. Me gusta documentarme previamente sobre la gente que pretende trabajar conmigo —aún sin girarse y acomodado en su silla, el consejero Dyron Johr extendió su brazo, abrió la palma de su mano y una esfera amarilla emergió, desplegando de forma virtual toda la información relativa a Daniel Bilson—. Y su perfil, es muy interesante.

—Gracias, señor —Dan respondió sin salir del asombro.

—La política es implacable, y permítame decirle que, a estos niveles, es incluso letal. Esto no es la magistratura, Señor Bilson. Ese organismo está lleno de cansinos burócratas y veteranos políticos sin ápice de voluntad ni ganas de trabajar en pos del bienestar de una galaxia común. Plegados todos a los intereses de sus respectivos sectores coloniales. Yo les llamo cortos de miras. Pero el Consejo Federal, se encuentra en el centro del poder real de la galaxia. Aquí los sectores se pelean y se destrozan por obtener ejercer su dominio e influencia. Todos ambicionan el poder. Pero solo unos cuantos lo poseen realmente.

Dan Bilson se quedó inmóvil. Sin saber qué decir ni qué responder. Dyron Johr hizo girar su silla, estableciéndose contacto visual entre los dos por primera vez.

El consejero Johr tenía un rostro muy marcado, con una cicatriz cerca de la comisura derecha del labio. Ojos penetrantes, de un verde poco común, y una poblada perilla, que, junto a su pelo largo, le daban una imagen muy reconocible. Tenía treinta y ocho años, y a pesar de ser aún joven, había entrado con fuerza en los órganos de gobierno de la galaxia desde que asumió el mando de Avalon y ocupó una de las sillas del Consejo Federal. Se levantó de improvisto, como para resaltar su imponente figura mientras que a su vez se empequeñecía la de Dan Bilson. Vestía un traje informal de color blanco, con el escudo del linaje de Johr bordado en la solapa redonda, luciendo así el emblema de la más antigua y venerada dinastía del planeta Tellus, descendientes directos del capitán del arca interestelar Argos, aquel que condujo a la humanidad hasta el primero de los nuevos mundos.

—Así que dígame nuevamente, Señor Bilson, ¿por qué debería trabajar para mí?

—Porque haré todo lo necesario, Consejero Johr.

—¿Es usted idealista, Señor Bilson? ¿Está dispuesto a cambiar la galaxia?

—¡Sí! —respondió de manera tajante.

El Consejero sonrió por primera vez.

—A estas alturas, permíteme tutearte. Nos encontramos frente a un sistema corrupto, donde los intereses de los más poderosos prevalecen sobre los comunes, donde se gobierna para unos pocos en detrimento de tantos… Donde la Unión Colonial se muestra ineficaz para acabar con la podredumbre que se ha instalado en los sectores planetarios. Pero la raíz del problema está en quien nos gobierna, en aquellos que se han plegado al poder en busca de su propio enriquecimiento, desatendiendo el deber por el que fueron asignados. Nunca antes un Primer Cónsul había sido una figura tan fútil dentro del engranaje de la Unión. Las decisiones las toman otros, los mismos que dicen defender a la ciudadanía de sus sectores, pero lo único que buscan es tener los bolsillos llenos pisando a quien haga falta. Así que esto va de provocar un cambio. Un gran cambio que genere ilusión y donde el poder vuelva a quien siempre debió tenerlo: la gente de esta galaxia. De esto trata nuestro viaje. Tengo una estrategia, o llámalo plan. Un camino a seguir para conseguir ese propósito. Y te seré sincero, tu perfil me gusta, tu trabajo con el magistrado de Valkuum fue brillante. Tienes potencial, lo veo. Lo noto. Si trabajas para mí, conocerás todos los entresijos. Verás las dos caras del poder, la amable y la oscura. Aprenderás lo que realmente significa la política. Aquí no hay piedad. Quien se enfrenta al orden establecido es vilipendiado y destrozado sin consideración, pues pretenden defender como sea y a toda costa un sistema caduco y corrupto. ¿Estás dispuesto a someterte a tales dificultades?

—Sí, por supuesto. Sin dudarlo —no pudo más que responder afirmativamente, albergado por un estado de máxima excitación.

El Consejero Johr se acercó y le estrechó la mano. Una bienvenida silenciosa pero cargada de gran simbolismo.

—Entonces, Señor Bilson, acompáñame—le dijo mientras se volteaba y empezaba a caminar hacía la salida—. Tenemos un pleno al que asistir. Tu primera lección —y abrió la puerta de la sala de par en par, con una decisión y seguridad que a Daniel Bilson le pareció digna de un gran líder.

Guardianes de Titán. Éride

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