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1.8.3. Las estructuras no formales e informales desde la región transfronteriza

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Visualizando lo formal e informal en la región transfronteriza, se aprecia que ambos conceptos se integran en las relaciones sociales y económicas entre los consumidores y las personas que se dedican a transportar gente del otro lado de la frontera, así como con los agentes institucionales que permiten que estas actividades continúen desarrollándose.

Sin embargo, lo formal no siempre es visto de esta manera ya que, en repetidas ocasiones, la práctica informal puede ser utilizada en la práctica formal. Tal como lo expresa Portes y Haller (2004) “el trabajo que significa la supervivencia de un trabajador informal puede ser apropiado por la empresa formal que lo contrata para lograr mayor flexibilidad” (p. 13).

La concepción que se tenga de lo no formal o lo informal, dependerá de la manera en que sean utilizados ambos conceptos en la cotidianidad y en el flujo de bienes, servicios y personas en la región transfronteriza. Debido a la porosidad y facilidad de internación a través de la frontera sur de México, su amplia topográfica (ríos caudalosos, montañas y selva espesa), además de la fauna peligrosa, se torna un espacio riesgoso para los inmigrantes que utilizan estos difíciles caminos para no ser descubiertos por las autoridades migratorias mexicanas (Instituto Tecnológico Autónomo de México, 2014, pp. 30-31).

Los cruces fronterizos irregulares entre México y Guatemala, por los que transitan las poblaciones, están establecidos por las tácticas realizadas por los propios grupos de inmigrantes, los cuales implementan su propia trayectoria terrestre. De igual manera, las organizaciones de traficantes de personas indocumentadas también alteran sus caminos al interior de Guatemala y su cruce hacia México.

El principal factor que propició el cambio de la ruta tradicional de cruce, por el Río Suchiate, fue el huracán Stan en 2005, que destruyó las vías del tren y afectó el medio que utilizaban los inmigrantes para atravesar la frontera con México (Martínez, 2014, p. 280). Al adentrarse al territorio de Chiapas, las rutas de viajes pueden ser cambiantes según la forma en que los entornos, y las estrategias de traslado, estén repartidos entre las organizaciones de tráfico de personas (Ibidem, p. 282).

Ante la creciente ola de migrantes, documentados e indocumentado, en la frontera sur, las capacidades de los gobiernos de México y Guatemala para atender este flujo internacional de personas son muy limitadas. Esto se debe a la insuficiente infraestructura material, tecnológica y de recursos humanos, existente, a la cual se le suman las condiciones de atraso económico y los elevados índices de pobreza y desigualdad que predominan en esa región. El constante cruce de personas y mercancías por caminos no supervisados, cercanos a los puntos formales de internación ha provocado que, en esa zona, se presenten varios delitos y exista una gran apreciación de impunidad e ilegalidad (Instituto Tecnológico Autónomo de México, 2014, p. 30).

A esto se le suma el tamaño de la frontera sur, la cual abarca cientos de kilómetros, que la hace aún más vulnerable a la entrada de agentes externos, y la presencia de grupos que se dedican al crimen organizado, de personas y mercancías. Por lo que las labores de protección en esa zona se encuentran reducidos, y va propiciando el aumento de más cruces informales en la región.

Estructura formal y no formal de la interacción transfronteriza de población, bienes y recursos naturales en la frontera México-Guatemala

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