Читать книгу Confesor - José Alberto Callejo - Страница 29
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ОглавлениеMartes 8 de septiembre, 20:00 horas.
Dirección General de la Guardia Civil
Sala de conferencias
Madrid
Los asistentes a la reunión eras los mismos que el día anterior. También asistieron tres oficiales de la uei, la Unidad Especial de Intervención de la Guardia Civil. Esta unidad era especialista en rescate de rehenes, secuestros, detención de delincuentes peligrosos, desequilibrados mentales agresivos y amenazas inminentes de atentados.
La situación se había vuelto cada vez más compleja. Ya era de noche y tenían mucho trabajo por delante. A las ocho y media de la mañana debían tener listo el operativo para intentar capturar al remitente. Ybarra y de la Bárcena no estaban seguros de si al día siguiente llegaría otro embalao. No le creían tan estúpido. Aunque había otros tres delincuentes fugados o desaparecidos en las últimas semanas en tres juzgados diferentes de España. Los investigadores intuían que podrían ser otros posibles embalados.
Ybarra, Talavantes y de la Bárcena estaban de nuevo al frente de la reunión.
—¡Señores! —Ybarra intentó por tercera vez callar a los asistentes a la reunión. Subió al máximo el volumen del micrófono y el murmullo descendió de inmediato. Entonces continuó con su exposición—. Ha sido un día muy largo y agotador. Todos queremos descansar, así que vamos a organizarnos, ¿de acuerdo?
A Ybarra se le notaba en el rostro el día tan arduo que llevaba. Su impecable camisa blanca ya no lo era tanto. Estaba muy arrugada, algo inaceptable para él, y la llevaba arremangada y el cuello desabrochado. Había intentado domar su pelo alborotado con la mano sin éxito.
—El operativo de mañana se llevará de la siguiente forma…
—Señor —interrumpió uno de los agentes—, ¿repasaremos al final de la reunión los avances de la investigación? Tenemos bastantes datos…
—Lo sabemos, González, eso lo haremos mañana por la tarde. Ahora la prioridad es planear la estrategia de mañana por la mañana. Son órdenes del general.
—Al menos nos pondrán al tanto de lo que encontraron en Almería, ¿no? —interrumpió de nuevo otro de los agentes.
—Hasta que no veamos qué pasa mañana en la recepción del cuartel, la investigación queda suspendida hasta nueva orden. Si alguno de ustedes requiere información específica, puede ponerse en contacto con el sargento Melero en Almería. Él les facilitará la información necesaria. ¿Alguna otra pregunta? —dijo con un marcado tono de intolerancia. Nadie preguntó nada más—. Bien, ahora escuchen con atención al capitán Talavantes.
Ybarra accionó un pequeño mando y empezó a descender la pantalla en la que se proyectarían las imágenes que iría explicando Talavantes. Al mismo tiempo las luces se apagaron. Aprovechando la oscuridad, Ybarra se acercó a de la Bárcena.
—Hemos identificado al segundo embalado —le susurró.
—¿Cuándo? —preguntó este sorprendido—, apenas nos ha dado tiempo a llegar del aeropuerto aquí, y veníamos juntos.
—Me acaban de enviar una foto desde la uvi del hospital. Es Antonio Bustos, el cerebro de la estafa multimillonaria de los fondos de inversión Capital de Coleccionista. Se creía que se había fugado hace una semana en medio de una vista del juzgado número tres de Barcelona.
—¿Capital del Coleccionista? —preguntó de la Bárcena.
—Sí, los que estafaron a cientos de personas mayores y jóvenes con inversiones ficticias en un supuesto fondo de inversión de colecciones: monedas, piedras preciosas, antigüedades o pinturas. Bustos fue el cerebro y el que desvió decenas de millones a bancos en paraísos fiscales.
—Esto se está poniendo muy jodido —dijo de la Bárcena preocupado.
—Y que lo digas… —contestó Ybarra con la misma preocupación.
En la pantalla aparecieron imágenes aéreas del cuartel general trasmitidas por el Ojo de Dios, el satélite de inteligencia militar de la Unión Europea. El antiguo hacker informático, el agente Martínez, manipulaba con habilidad el programa de posicionamiento geográfico en su portátil. Una imagen de aproximadamente un kilómetro cuadrado alrededor del cuartel apareció en la pantalla. El programa emitía cuatro imágenes a la vez. La central ocupaba un setenta y cinco por ciento del área de proyección. Las otras tres estaban en el lateral derecho. La superior mostraba la avenida principal, la de en medio mostraba la más cercana al cuartel, y la inferior apuntaba al acceso principal del cuartel.
—Señores, antes de nada quiero decirles que el operativo a pie de calle está coordinado por la uei. Ellos dirigirán cada movimiento —advirtió Talavantes mientras sacaba un puntero láser para dar las indicaciones correspondientes—. Estas son las imágenes del Ojo de Dios. Ninguna está en tiempo real, son imágenes hechas esta mañana muy temprano, así podrán observar con claridad cómo se va a ejecutar el operativo de mañana a la misma hora. Todos deberán estar en sus puestos a las nueve en punto, que es cuando se abre al público la entrada de acceso.
Talavantes les mostró imágenes de los dos mensajeros que habían entregado ambos paquetes. Los dos aparecían caminando pero ambos habían llegado por la misma bocacalle. La misión principal era ubicar de dónde saldría el siguiente mensajero y seguir la pista en sentido contrario a sus pasos. Para ello contarían con las trece cámaras que el agente Martínez había conectado al sistema. El operativo debía realizarse con absoluta discreción. La intención no era detenerlo, a menos que estuvieran completamente seguros de actuar.
Ybarra, de la Bárcena y Talavantes estaban convencidos de que no ganarían nada con un operativo de tal magnitud. Pero lo había ordenado el General en común acuerdo con la Presidencia y no había nada que discutir, solo seguir ordenes.