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Los talleres ocultos de la mente

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Dios creó los números. El hombre todo lo demás .

Leopold Kronecker

La siguiente detención en nuestro viaje de búsqueda de los elementos y principios para la creación de nuevo conocimiento, será en la neurociencia cognitiva y sus grandes avances, en especial en los últimos diez años. Allí en sus talleres ocultos, donde la mente realiza sus operaciones más sutiles y esquivas de detectar, el objetivo fundamental será descubrir las formas mediante las cuales el cerebro adquiere, almacena y recupera conocimiento. También nos interesa saber cómo se producen los procesos cerebrales que impulsan funciones cognitivas, es decir, funciones en virtud de las cuales podemos crear y usar conocimiento en nuestras interacciones cotidianas con los demás y con el mundo que nos rodea. Joaquín Fuster, investigador en neurociencias de origen español y catedrático de la Universidad de California, ha introducido el concepto cógnito para identificar la base neurobiológica del conocimiento, y que describe como “un elemento de conocimiento en forma de red de neuronas repartida por la corteza cerebral que representa uno de los innumerables hechos o experiencias de la persona”. Estos cógnitos pueden variar mucho en cuanto al contenido desde un recuerdo de la infancia temprana hasta un recuerdo reciente. Unos estarían enlazados con otros a través de conexiones débiles o fuertes, dentro de otros, neutros desde el punto de vista emocional o con connotaciones emocionales. Estas unidades de conocimiento se constituyen en redes más amplias ensambladas que se han ido formando en la experiencia vital mediante la activación simultánea de redes más pequeñas. A medida que se autoorganizan forman recuerdos y elementos más complejos, más generales y abstractos. Existe así una jerarquía que va desde el recuerdo sensorial concreto, los cimientos del conocimiento, hasta sus elementos más abstractos. Por ejemplo, cuando decimos que un objeto es una manzana, se requiere de una acción cognitiva ya muy compleja, pues se activa en la corteza cerebral una red ensamblada de muchas unidades de conocimiento relacionadas con el color, el sabor, el olor, la forma y una palabra que la defina, todo a través del proceso de aprendizaje y experiencias que se iniciaron apenas nacemos, incluyendo cuando visitamos el huerto de manzanas o cuando nos peleamos por una de ellas con un hermano o cuando un compañero le llevó una a la profesora. Lo realmente clave acá, es que ya podemos ir deduciendo algunas implicancias posteriores para la educación y el aprendizaje: la construcción de unidades de conocimientos abstractos y complejos se componen de muchas configuraciones singulares o específicas que convergen en una conducta cognitiva superior, pero que va a mantener en su base estos componentes activos que provengan de elementos sensoriales, emocionales y de lenguaje que conforman dicha red, otorgando variedad a los conceptos abstractos superiores. Esta aproximación neurobiológica del doctor Fuster, nos permite realizar una serie de reflexiones muy significativas para entender y posteriormente aplicar en el desarrollo de la creatividad, la innovación y el nuevo conocimiento. También nos proporciona fundamentos importantes para rediseñar los procesos de aprendizaje y el compartir conocimiento preexistente a nivel de equipos de trabajo, pues éste reside en la mente de las personas, y al ser compartido da lugar a un activo colectivo de alto valor. En este sentido, como lo abordaremos más adelante, la red ensamblada neuronal que posibilita la construcción de conocimiento individual, puede ser replicada y enriquecida por una “red de mentes” que compone un equipo. También entrega indicios de las bases que han soportado muchas de las metodologías y herramientas utilizadas para estimular ideas, ya que todas ellas, de una u otra forma, requieren que se formen y activen estas unidades básicas de conocimiento, usando las técnicas de creatividad y el formular preguntas, generando nuevas asociaciones y combinaciones en un proceso de divergencia y convergencia. No es posible dejar de mencionar lo limitado que es para la capacitación, el entregar sólo el conocimiento abstracto en clases lectivas, pues no genera casi ningún impacto, ya que de acuerdo con lo que hemos descrito sería como construir un edificio sin los cimientos que lo hagan sostenible. No se produce una fijación al “piso” y en consecuencia se olvida fácilmente, al no estar ligado con el mundo real de la experiencia. Este tipo de aprendizaje en clases tradicionales tampoco conlleva una aplicación inmediata que genere nuevas asociaciones para continuar construyendo el edificio hasta hacerlo más complejo. Cuando se generan debidamente las condiciones para un aprendizaje experiencial en esta red que se va formando, cada enlace puede ser un componente que relaciona a muchos otros como, por ejemplo, la unidad de conocimiento codificadora del color rojo puede formar parte de otras que codifican el fuego, la manzana, la rosa, la sangre o el amanecer o un signo “pare”. Otro aspecto clave a tener en consideración es que una vez almacenada una nueva unidad de conocimiento, así como de memoria, éste queda “escrito” en la corteza cerebral mediante fuerzas de conexiones sinápticas fuertes o débiles entre neuronas afines, por tanto es un código activable, que puede desplegarse en el tiempo cuando se produzca una determinada operación cognitiva, tales como un desempeño en un área de trabajo, la toma de decisiones, una conversación o un nuevo aprendizaje.

Será necesario enfatizar que la riqueza de contenido que pueda generarse en nuestro cerebro, deriva casi exclusivamente del hecho de que el código cognitivo es un código relacional que surge del tipo de conexiones que se generen y el potencial conectivo de los nodos involucrados, que no necesariamente son muchos, pero que combinados pueden construir una infinita variedad de manifestaciones, como ocurre por ejemplo con el lenguaje, en que un alfabeto de sólo veintiocho letras da lugar a miles de palabras y expresiones lingüísticas agregando a la combinación espacios y puntuaciones. También ocurre con los sonidos de siete notas musicales que forman millones de melodías diferentes siguiendo el mismo patrón combinatorio y de espacio tiempo. O en un ballet donde un grupo limitado de bailarines combinados en el espacio y el tiempo dan lugar a cuadros coreográficos muy diferentes. En todos los casos el resultado obtenido, expresiones lingüísticas, melodías o cuadros coreográficos, no es sólo una suma de los elementos individuales, sino que constituye algo nuevo que está más allá de ello, dando paso a una propiedad emergente de mayor valor. Podríamos decir que surge una especie de sinergia que genera valor según como se relacionen las partes, tal como ocurre con un equipo que funcione en forma efectiva. Esta analogía podría no ser tan sólo una comparación con lo que ocurre en nivel social, sino que a nivel neurobiológico también opera la dinámica sinérgica, como un proceso que permite las funciones cognitivas superiores. Otra analogía que es estimulante de hacer, es aquella que relaciona el funcionamiento de la corteza cerebral con internet, pues ambas utilizan un código relacional que trasciende sus códigos binarios básicos de bits o impulsos celulares. Tanto en internet como en la corteza, el código pertinente consiste en relaciones entre unidades de información o conocimiento. El lenguaje aporta muchas unidades de información tanto al cerebro como a internet, si bien en el caso del cerebro las unidades de conocimiento pueden ser más elementales, por ejemplo, sensaciones simples tales como los símbolos o las palabras. Esta forma de funcionamiento está siendo replicada cada vez de manera más sofisticada en las redes neuronales artificiales y las máquinas de aprendizaje profundo, lo que nos pone sobre aviso de lo que se busca en el campo de inteligencia artificial. Para Ray Kurzweil, jefe de de diseño en Google, las técnicas matemáticas que están en la base de la inteligencia artificial (tal como aquellas usadas en Siri, el asistente del Iphone, Alexa de Amazon o Bixby de Samsung) son matemáticamente muy similares a los métodos que la biología usó en la formación de la corteza cerebral.

El principio de operación de la corteza cerebral es el referente más importante que existe hoy acerca de cómo se hace para representar el conocimiento. Estamos constantemente prediciendo el futuro, de acuerdo a los esquemas previos y la experiencia. Esta idea de predecir el futuro, en un sentido estricto, se relaciona con la necesidad de resolver la falta de certeza acerca de los estímulos que recibimos y la toma de decisiones que lleva a la acción. Nuestro cerebro sería una “máquina predictiva” que formula hipótesis en diversos niveles. Todo lo que hace el cerebro en todas sus operaciones y funciones es reducir errores de predicción al modo en que lo hace el método científico. Así lo considera Jacob Hohwy en su libro The predictive mind, de gran aceptación, entre los avances más promisorios de las ciencias cognitivas. En este modelo, cada capa de procesamiento de estas hipótesis tiene dos propósitos: desde abajo reducir el error de predicción del estímulo externo y desde arriba, compatibilizarlas con la expectativa sensorial (creencias); sin embargo lo que llega finalmente a nuestra conciencia no será necesariamente objetivo, dados los esquemas de referencia y conocimiento ya aprendidos y almacenados, por lo que a través de herramientas, por ejemplo de pensamiento crítico, podremos crear nuevas hipótesis a ser probadas, que nos acerquen de modo más preciso a la condición sistémica de la realidad. Este entramado de funciones cognitivas tendría un propósito muy importante como ya lo señalamos: el predecir el futuro y generar patrones de comportamiento adaptivo, siendo ésta la verdadera razón primaria de tener un cerebro con actividad cognitiva altamente compleja. En esta línea comienzan a cobrar cada vez más sentido los esfuerzos y los avances logrados por las ciencias computacionales para dotar a las máquinas de dichas funciones, que pueden ser vistas en primera instancia como rivalizando con nuestro cerebro biológico.

En esta visita a los talleres ocultos de la mente, nos interesa también profundizar cómo ocurre el proceso de crear y la generación de ideas a partir del fortalecimiento y la formación de conexiones sinápticas en la corteza cerebral, dentro de las unidades básicas de conocimiento y entre ellas. Cuando éste se inicia, hay una convergencia de estímulos internos y externos que activan y modifican de forma consecutiva las unidades ya preexistentes, pero dadas las nuevas formas de conexión y enlace, hacen impacto al mismo tiempo en varias direcciones imprevisibles, generando posibilidades casi infinitas que potencialmente pueden surgir. Aunque retomaremos más adelante este importante punto, la neurociencia de la creatividad nos está indicando un camino por el cual podemos fortalecer una manera de aportar valor muy difícil de imitar por las máquinas de aprendizaje, como son los caminos impredecibles para la búsqueda de soluciones o de la innovación radical, que surge de estas propiedades cognitivas, basadas en la posibilidad de combinaciones complejas a partir de la red de unidades básicas que emergen y que se forman a través de toda la vida.

El segundo gran motor de la creatividad, además de las combinaciones no predecibles de las redes neuronales que se ensamblan en diversos niveles de complejidad, es la propiedad generativa del lenguaje. Prácticamente no hay ninguna parte del cerebro que no esté involucrada en el lenguaje de una manera u otra. Su carácter generativo ocurre porque es esencialmente proposicional, es decir, se articula en frases conectadas mediante relaciones de estructura y de significado. De este modo, por ejemplo una bicicleta se define mediante las relaciones estructurales y funcionales entre sus partes y es irreducible a ellas o por sí sola. Por ejemplo un par de ruedas, un sillín, un manubrio, etc., son partes necesarias de una bicicleta, pero la suma total de sus partes no la define. Lo que sí la define como tal es el conjunto de relaciones que se dan entre ellas y que conforman el “sistema” bicicleta. Esta capacidad del lenguaje para construir frases en que se unen unas a otras, es la base de nuevas combinaciones para expresar ideas. No es sólo que el lenguaje nos permita decir cosas nuevas, sino que también nos permite decir muchas cosas, existentes y nuevas, de muchas maneras diferentes. El lenguaje nos permite, además, anticiparnos a los hechos por medio del pensamiento y será fundamental para comunicarse en forma efectiva y generar conversaciones y preguntas que nutran la creación de nuevo conocimiento, el aprendizaje en la educación, en el mundo académico, los negocios y las competencias del líder de equipos de trabajo. El uso de lenguaje creativo incrementa las alternativas, no sólo para elegir información sino también para elegir acciones que, de una manera u otra, dependan de esa información.

Junto al potencial del lenguaje, será de gran importancia en el modelo de creación de nuevo conocimiento, lo referente a la alta representación visual que posee nuestro cerebro. El surgimiento en la evolución de los ojos y la visión otorgó una ventaja adaptativa y de dominio a las especies que la poseían, hasta llegar al hombre en que esta corteza visual representa un aspecto clave de las funciones cognitivas. Las consecuencias de ello y, nuevamente en comparación con las máquinas de aprendizaje, serán fundamentales en esta convergencia que permitirá obtener impensadas formas de adaptarse y transformar el mundo.

El desafío crucial

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